Rescata

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sábado, 27 de julio de 2019

Receta de Wickel Nudel (Wickel Klees) con estofado

Ingredientes para la masa:
(para 4/5 personas)
1/2 kg de harina
2 cucharadas de levadura
1 pizca de sal
1 huevo
Leche
Preparación de la masa:
Colocar en un bol la harina, la sal, el huevo y la levadura. Ayudarnos con la leche para unir la masa. Amasar todo hasta que quede un bollo blando.
Dejar reposar por 15 minutos. Estirar con un palote de cocina, que quede de un cm de ancho aproximadamente, espolvorear con harina, y untar con aceite, enrollar y cortar trozos de 4 o 5 cm aproximadamente.
Colocar los rollitos sobre un estofado de carne y verduras que no sea muy líquido ya que la masa se tiene que cocinar al vapor. Si el estofado es muy líquido retirar un poco del mismo, colocar los rollitos y tapar. Se cocina sin quitar la tapa por 20 minutos a fuego muy bajo.
Se sirven acompañados del estofado.
Ingredientes del estofado:
(para acompañar los Wickel Nudel)
500 gramos de carne de ternera en cubos
4 dientes de ajo
1 cebolla grande
Pimientos de los tres colores
2 zanahorias chicas
3 papas medianas

Libro: La gastronomía de los alemanes del Volga, del escritor Julio César Melchior.

jueves, 11 de julio de 2019

Impensada travesura por culpa de una pelota de cuero número cinco

Luis era hijo de don Pedro Enrique Streitenberger, el hombre que poseía la casa más grande y más bella de la colonia. Construida en la calle principal, cerca de la iglesia, la vivienda se destacaba no solamente por su grandeza y su belleza, sino también por la calidad y la ornamentación de sus puertas y ventanas y por poseer un baño con inodoro, lavatorio con canillas y una ducha con una tina enorme, en vez de un rústico Nuschnick, levantado a treinta metros de la casa.
Luis tenía diez años y acceso a todos los juguetes que eran posibles comprar en la ciudad, cada vez que don Pedro Enrique Streitenberger viajaba para realizar algún tipo de transacción comercial, como vender el trigo de la cosecha, comercializar los vacunos o comprar algún tipo de herramienta moderna.
Fue así que un día, Luis deslumbró a sus amigos con una pelota de fútbol de cuero, para más datos una número cinco, y un par de botines, también de cuero. 
La novedad recorrió la colonia y en segundos una multitud de niños curiosos llenó el baldío donde habitualmente jugaban al fútbol.
Luis se convirtió rápidamente en el niño más popular y en el niño cuya amistad todos deseaban. Pero, en todas las relaciones humanas siempre hay un pero, Luis no quería ser amigo de todos los niños sino de los que él juzgaba merecedores de poder acceder al privilegio de jugar con su balón y acceder a su casa. Algo de lo que muy pocos podían presumir. Ya que en la colonia no todos estaban en su nivel social. Ni siquiera cerca. 
Así que esto originó un conflicto entre los niños, que desembocó en varias grescas que se resolvieron a golpes de puño durante los recreos, y en un problema mayúsculo para los otros padres, la mayoría humildes peones de campo, que no encontraban la forma de explicarles a sus hijos que, para ellos, era económicamente imposible comprar semejante regalo para sus hijos. Comprarlo hubiese significado no comer durante semanas o, quizá, hasta meses.
El revuelo infantil se prolongó durante casi un año, hasta que otro niño, de once años, el gordo Scheffer, como lo conocían sus camaradas, se cansó de pedirle, primero prestado el balón, y después rogarle que lo deje participar en los partidos que se armaban en el baldío, aunque más no sea como arquero, le robó un cuchillo a su madre y le destrozó a Luis su amada pelota de cuero número cinco metiéndole seis tajos. (Autor: Julio César Melchior).

Nueva receta de Kreppel

-Mamá, qué ricos te salieron estos Kreppel! Es una receta nueva no? -le preguntó Cintia a su madre mientras mordía un generoso trozo de torta frita y la masticaba con deleite.
-Sí, hija -respondió la madre sonriente. Es una receta nueva -repitió.
-Están riquísimos! -exclamó Cintia. Son más esponjosos, más suaves, más livianos… De dónde sacaste esta receta, mami?
-Del libro "La gastronomía de los alemanes del Volga". Me lo recomendó una amiga y lo compré sin dudarlo. Fijate, hija, está ahí, en la alacena. Lo puse a mano porque quiero hacer otras recetas que también trae el libro.
Cintia abrió la puerta de la alacena y tomó el libro. Lo ojeó. Miró las fotos.
-Es verdad, mami! Tiene un montón de recetas. Estás son todas recetas que cocinaba la abuela?
-Sí, hija. Son todas recetas de comidas que yo comía cuando era una niña. La vida no me dio tiempo para aprenderlas. Mi mamá murió muy joven. Mi papá y mi mamá, o sea, tus abuelos, se fueron de la colonia por falta de trabajo. Se mudaron a la Capital. A los dos años nací yo. Después, a los cuatro años nació mi hermano. Mi mamá murió cuando yo estaba por cumplir diez. Mi papá se volvió a casar y bueno…
-No te pongas triste, mami. Ahora con este libro tenés todas las recetas de la abuela para recordarla y tenerla presente todos los días.
-Es verdad -sonrió la madre, mientras mientras continuaba friendo Kreppel. (Autor: Julio César Melchior).

jueves, 4 de julio de 2019

Para celebrar el "Día del amigo" con un obsequio especial

Para ese amigo que es descendiente de alemanes del Volga sin saberlo, para ese amigo que busca sus raíces, para ese amigo que desea conocer las costumbres y tradiciones de sus ancestros, para ese amigo que comparte el amor por nuestra historia y cultura, para ese amigo que nos acompaña a diario y nos contiene y comprende, que está en la buenas y en las malas, para ese amigo que nos brinda su afecto incondicional, nada mejor que obsequiarle libros en el "Día del amigo", pero libros especiales, entrañables, libros que rescatan la epopeya emigratoria de nuestros abuelos y que definen nuestra identidad, nuestro presente e inmortalizan su obra y su ejemplo de vida.
Libros tales como: "Historia de los alemanes del Volga", "La gastronomía de los alemanes del Volga", "La infancia de los alemanes del Volga", "Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga" y "La vida privada de la mujer alemana del Volga".
Todos se pueden adquirir por correo desde cualquier lugar del país, y personalmente en Capital Federal, en el barrio de Belgrano, y serán llevados a domicilio en la ciudad de Coronel Suárez y los pueblos Santa Trinidad, San José y Santa María.




El viejito del acordeón

El viejito del acordeón dejó de tocar. Una lágrima rodó por su mejilla arrugada y triste. Como un río hacia el vacío. Sin ayer, sin pasado ni recuerdos. Apenas un surco que el llanto iba abriendo en el rostro sembrando melancolía en quien lo observaba. Sus ojos brillaron como dos estrellas moribundas. Suspiró hondo, muy pero muy hondo, como buscando aferrarse a una última esperanza. Pero fue inútil. La hora había llegado. El tren estaba a punto de partir. Ya no había posibilidad de retorno. Estaba en el andén y tenía que subir. Tartamudeó unas palabras… Inaudibles. Roncas. Ásperas. Que se iban muriendo con él.
Cerró los ojos -Los parroquianos del bar lo observaban estupefactos y expectantes-. Reclinó la cabeza. Colocó las manos sobre el acordeón y torpemente comenzó a tocar el himno al amor que lo acompañó durante toda su vida: “Wen ich komm”. Un acorde, dos, tres, cuatro… Cada vez más espaciados y más desafinados… Hasta que por fin la música se volvió un sonido desafinado y agudo. Como una exhalación. Como un último suspiro.
Silencio. Quietud. El viejito del acordeón quedó petrificado, aferrado a su instrumento como una estatua. Los ojos bien abiertos. Las pupilas se le iban secando, apagando el cristal de sus bellos y marchitos ojos celestes… 
Los parroquianos, desconcertados, fueron saliendo de su estupor… Se acercaron con cautela… Para descubrir que el anciano había fallecido delante a ellos.