En
tiempos de nuestra niñez las celebraciones de Navidad eran muy austeras y
humildes porque la mayoría de los habitantes de la colonia eran familias de
escasos ingresos económicos y también porque, por aquellos años, lo más
importante no eran ni el pino lleno de adornos y menos que menos las grandes
comilonas, con sus respectivas sobremesas de pan dulces y ostentosos brindis,
sino la asistencia a misa, llamada "Mette", o Misa de Gallo, que
comenzaba a las doce de la noche, hora en que se conmemora el
natalicio de Jesús.
A esta misa asistía toda la colonia, mayores, adolescentes y
niños, absolutamente todos. Salvo los que se encontraran impedidos por alguna
causa física o tuvieran a su cargo una tarea laboral impostergable, contaban
con el permiso para faltar.
No se admitía, bajo ningún punto de vista, no concurrir a esta misa. Además, nadie lo hubiera hecho. No se asistía por obligación sino por convicción y por fe: se creía profundamente en Dios y la fe se practicaba con el ejemplo.
No se admitía, bajo ningún punto de vista, no concurrir a esta misa. Además, nadie lo hubiera hecho. No se asistía por obligación sino por convicción y por fe: se creía profundamente en Dios y la fe se practicaba con el ejemplo.
Lo importante era que la familia completa estuviera presente
al momento de producirse el nacimiento del Niño Dios.
Y ese nacimiento se celebraba con alegría, con los corazones
alborozados de felicidad y pletóricos de esperanza.
Y un último detalle, fundamental para la Navidad y los niños
de la época, después de misa, una vez que toda la familia estaba ya en casa,
llegaba el Pelznickel y el Christkindie. Dos personajes que marcaron
fuertemente nuestra niñez. (Autor: Julio César Melchioor).
Para más información,
pueden consultar mi libro "La infancia de los alemanes del Volga", que
se puede adquirir desde cualquier lugar del país. Para consultas
comunicarse al siguiente correo electrónico: juliomelchior@hotmail.com.