Por Francisco Villaespesa
La virgen
hilaba,
la dueña dormía,
la rueca
giraba
loca de
alegría.
¡Cordero
divino,
tus blancos
vellones
no igualan
al lino
de mis
ilusiones!
Gira, rueca
mía,
gira, gira
al viento,
que se
acerca el día
de mi
casamiento.
Gira, que
mañana
cuando al
alba cante
la clara
campana,
llegará mi
amante.
Hila con
cuidado
mi velo de
nieve,
que vendrá
el amado
que al
altar me lleve.
Se acerca:
le siento
cruzar la
llanura,
me trae la
ternura
de su voz
el viento.
Gira, gira,
gira,
gira, rueca
loca,
mi amado
suspira
por besar
mi boca.
¡Cordero
divino,
tus blancos
vellones,
no igualan
al lino
de mis
ilusiones!
La niña
cantaba,
la dueña
dormía,
la luz se
apagaba
y sólo se
oía
la voz
crepitante
de leña
reseca
y el loco y
constante
girar de la
rueca.
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