Rescata

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martes, 28 de septiembre de 2021

Los sótanos de los alemanes del Volga

En el Volga, en Rusia, los inviernos eran largos, demasiado largos y las temperaturas excesivamente bajas. Generalmente el crudo invierno se prolongaba durante cinco e interminables meses, los ríos se congelaban y el campo estaba cubierto de nieve. Por lo que se puede pensar que eran escasas las tareas que se podían realizar durante ese tiempo. Sin embargo nuestros ancestros tenían una ardua tarea por realizar durante esos meses, porque la vida cotidiana continuaba. Había que proteger a los animales y alimentarlos. Seguir ordeñando a las vacas. Reparar y preparar todos los enseres para las futuras tareas de roturar la tierra y sembrarla. De la misma manera que cuidar e ir reparando cada cosa que se rompía o requería algún arreglo dentro de la casa, en los establos o galpones. En todas estas tareas se abocaban por igual hombres y mujeres sin distinción de género.
Por eso durante el verano el tiempo se aprovechaba al máximo para hacer producir la tierra que cada colono poseía. Mientras los hombres trabajaban los campos las mujeres y niños se abocaban a realizar grandes huertas, en las que sembraban todo tipo de verduras y hortalizas, cuya producción luego se transformaba en conservas y encurtidos, que iban a parar a los sótanos que cada casa tenía. En los sótanos también se estibaban verduras que podían conservarse a lo largo de todo el año. También se envasaban y conservaban frutas. Las mujeres y los hombres, cada uno en su menester trabajaban para aprovisionarse para el invierno. Porque de esa provisión dependía sobrevivir durante los cinco meses de bajas temperaturas y nieve. Cuando mirar por la ventana era ver un horizonte blanco o días y días donde salir al patio era imposible por la cantidad de nieve acumulada.
Esa costumbre de estibar productos de la huerta en los sótanos continuó aquí en la Argentina durante muchísimos años. Así es como al descender al sótano durante el invierno uno podía encontrar Chucrut, bolsas de papa, cebolla, chorizos secos colgando del techo, frutas envasadas en grandes frascos y una amplia variedad de encurtidos y conservas que sería larguísimo de mencionar.
Andando el tiempo y dependiendo de la economía de cada familia, la costumbre prosiguió pero con algunas variantes. Familias con inmensos sótanos para guardar su producción y otras con apenas un rudimentario Schepie. Diferentes lugares para guardar los productos pero la misma costumbre y la misma tradición. Para rescatar las antiguas costumbres y tradiciones de nuestros ancestros junto a la sabiduría que adquirieron a fuerza de trabajo, lucha y perseverancia, no dejen de recorrer las páginas de los libros “La gastronomía de los alemanes del Volga” y “Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga”. Para más información comunicarse al correo electrónico: bloghilandorecuerdos@gmail.com.

jueves, 23 de septiembre de 2021

La gastronomía de los alemanes del Volga

Existen cosas que nos acompañan por siempre, a pesar del tiempo, la distancia, las modas o costumbres. La comida es una de ellas. Los aromas inigualables, los sabores y texturas, el calor de hogar y el amor de la familia.
Y los Wickelnudel uno de los platos más populares. El que reunió y continúa reuniendo a la familia en torno de la mesa.
Para más información comunicarse al correo electrónico: bloghilandorecuerdos@gmail.com.

El carro del abuelo

El carro del abuelo duerme su sueño de olvido recostado en la tierra mustia del pasado, esperando ser rescatado por la memoria colectiva. Aguarda en silencio revivir las anécdotas que otrora lo tuvieron como protagonista allá lejos en el tiempo, cuando la colonia y el abuelo eran jóvenes y las calles eran de tierra, las casas de adobe, con paja en los techos, y en los patios había una bomba de agua y un Nuschnick en el fondo. También huertas de verduras, gallineros, cerdos y vacas lecheras esperando ser ordeñadas todas las mañanas. Cuando los campos florecían de trigales y los sueños germinaban en la tierra virgen de la pampa argentina.

Recuerdos de mi infancia en las colonias

Pueblo Santa María, Coronel Suárez, Pcia. de Buenos Aires
Una cocina a leña, bosta de vaca para quemar y calentar el ambiente, una mesa larga de madera, un banco contra la pared, una alacena antigua, unos cucharones, sartenes y cacerolas colgadas en la pared, una carpeta tejida a croché y sobre ella un adorno, una pava siempre hirviendo, a punto para cualquier menester: desde tomar mate hasta desplumar una gallina.
Mi madre yendo y viniendo. Lavando ropa. Cocinando. Siempre trabajando. Cantando en alemán. Feliz. Y en las noches rezando su rosario de perlas negras. Murmurando plegarias. Mirando el mañana. Seguramente soñando un futuro mejor para sus hijos. Para sus hijos que, a los diez años, ya trabajaban a la par de sus padres.
Esos son los recuerdos más entrañables de mi infancia.
Jugando con mis hermanos juegos tradicionales, más otros que inventábamos nosotros imitando las tareas rurales. Trepar árboles. Husmear los nidos de los pájaros. Cazar peludos para comer. O perdices. Y hasta palomas cuando la malaria era grande. Libres. Felices a pesar de la escasez de todo. Siempre corriendo. Por la colonia, por las calles de tierra, detrás de los carros, metiéndonos, sin permiso, en las quintas de los vecinos para llevarnos alguna sandía. O corriendo por el campo, cazando mariposas, atrapando bichitos de luz. Jugando siempre jugando. Pobres pero felices.

lunes, 20 de septiembre de 2021

Los carros de los colonos alemanes del Volga

Plaza Andenkenplatz, en Pueblo Santa María,
Pdo. de Coronel Suárez, Pcia. de Buenos Aires.
Los colonos alemanes del Volga forjaron su destino emigratorio y colonizador sentados sobre carros tirados por caballos.
Sobre ellos cargaron baúles y enseres, partieron desde su aldea en su patria natal, Alemania, para dirigirse a los puertos y abordar los barcos que los trasladaron a Rusia, cruzando el Báltico.
Allí, nuevamente transportando baúles, enseres, mujeres y niños en los carros, mientras los hombres caminaban detrás, en largas caravanas durante los primeros contingentes, rumbo a orillas del bajo Volga, a colonizar aquellas tierras vacías, y fundar las aldeas.
Más de cien años después, recorrieron el camino inverso, también en carros, otros en tren, para, en el puerto de Bremen, en Alemania, abordar los grandes barcos que los traían a América, más precisamente a la Argentina.
Aquí popularizaron el carro ruso y el carro verde, que utilizaron para realizar casi todas sus tareas rurales.
Un transporte noble, que fabricaban en sus herrerías, en las aldeas y colonias, fuerte, seguro, que quedó ligado para siempre a la identidad, historia y cultura de los alemanes del Volga.


sábado, 18 de septiembre de 2021

En largas noches de invierno abuela llenó mi alma de historias

En largas noches de invierno abuela llenó mi alma de historias. Las colmó de palabras en alemán. De poesía y belleza. De recuerdos y añoranzas. De tristezas y alegrías. De sueños y esperanzas. Me regaló su universo de niña en un océano de palabras. Las sembró en mi alma para que las escriba. Para que las vuelva a sembrar en la eternidad de los tiempos. Y así lo hago. Ese es mi destino. Y estas páginas son sus memorias, las páginas del libro "La vida privada de la mujer alemana del Volga". Para más información comunicarse al correo electrónico: bloghilandorecuerdos@gmail.com.

viernes, 17 de septiembre de 2021

Les presentamos todos los eventos sociales, culturales, deportivos e institucionales que organiza la comunidad de pueblo Santa María para celebrar su tradicional fiesta Kerb

Viernes 17 de septiembre: a las 17 horas, Adultos Mayores de Santa María invita a la comunidad a su sede -en Avenida Alemanes del Volga 1262- a visitar la muestra “Recordando Nuestra Historia”, con motivo de su décimo aniversario. Estará a cargo del Taller de Artes Plásticas, que expondrá distintos trabajos realizados durante este tiempo.
Además, se realizará una Feria Gastronómica con venta de platos típicos de la gastronomía alemana. Será necesaria la reserva previa, que podrá hacerse a los teléfonos 2926-15403296 o 2926-15497831. Organiza: Asociación de Turismo Comunitario.
El Progreso Social Club propone, los días viernes, sábado y domingo, la presentación de bandas musicales con shows en vivo.
Sábado 18 de septiembre: durante todo el día, la Casa del Fundador mantendrá abiertas las puertas del predio para visitas guiadas en la casa Museo.
Además, la Escuela Parroquial Santa María realizará una intervención del frente de la Institución, a cargo del Nivel Inicial; y el Taller Protegido una venta de Kreppel de levadura en sus instalaciones.
Ese mismo día, desde las 13.30 horas, habrá un Torneo de Kosser en la Plaza del Inmigrante Paseo ‘Juan Carlos Roth’; mientras que, a las 14 horas, se presentará el Bibliomóvil frente al Centro Cultural ‘Héctor Maier Schwerdt’, proponiendo diferentes actividades en conjunto con la Biblioteca ‘Juan Carlos Graff’.
Desde las 16 horas, se realizará un Circuito Histórico Arquitectónico, punto de encuentro Plaza Andenkenplatz; y a las 18.30 horas, la apertura y visitas guiadas al Museo. Organiza: Asociación de Turismo Comunitario.
Domingo 19 de septiembre: se desarrollarán los actos centrales de la Kerb, comenzando a las ocho de la mañana con el toque de sirenas, el saludo de campanas e izamiento del pabellón nacional en el mástil patrio.
Se continuará a las diez con una Santa Misa en Acción de Gracias, continuando con el acto oficial frente al Templo Parroquial, en el que se hará una entrega floral al pie del monumento a la Santísima Virgen María.
Habrá también entrega de reconocimientos, palabras alusivas a la fecha y un mensaje a la comunidad del intendente municipal, Lic. Ricardo Alejo Moccero. Organiza: Gobierno Municipal de Coronel Suárez y Delegación Santa María.
A las 11.30 horas, tendrá lugar el descubrimiento de una placa en el edificio del Taller Protegido en homenaje a Zully Kippes, a cargo del Rotary Club Las Colonias; mientras que a las doce del mediodía se prevé un refrigerio para las autoridades, invitados especiales y Banda Municipal, que organizan, también, el Gobierno Municipal y la Delegación de Pueblo Santa María.
A las 12.30 horas del propio domingo 19 de septiembre, tendrá lugar el almuerzo en el Salón Polideportivo del Club El Progreso, con un menú típico y capacidad limitada. Es necesario llevar vajilla. Organiza: Club El Progreso.
En simultáneo se dará un almuerzo en UNSER BAR, con reserva de tarjetas; y un almuerzo de Kerb con menú tradicional en la Casa del Fundador. También con capacidad limitada y previa reserva.
Desde las 14.30 horas se desarrollará el desfile Cívico sobre la Avenida 11 de mayo, con la participación de la Banda Municipal ‘Bartolomé Meier’. Organiza el Gobierno Municipal de Coronel Suárez y la Delegación Santa María.
Luego del desfile se podrá disfrutar de la siguiente actividad institucional: E.P.B. Nº 4: actuación de la Banda Municipal ‘Bartolomé Meier’ en el patio del frente de la Escuela. Servicio de cantina con kiosco, venta de tortas y gaseosas, entre otros. Exposición de costumbres de los Alemanes del Volga;
Escuela Parroquial con venta de comida rápida y bebidas a cargo de Unión Padres de Familia;
E.E.S. Nº 2: Venta de bebidas, helados, Dünne Kuchen y choripanes;
Jardín 915: Kiosco, panchos, Derkreppel;
Apertura y visitas guiadas al Museo;
Actuación del Grupo “Tanz Mit Uns; presentación del Ballet ‘Alles Froh´’ y actuación del grupo ‘The Colliers’
Venta de gastronomía alemana más artesanos y la cuarta fecha de fútbol de la Liga Regional en el Estadio 21 de agosto, con el enfrentamiento de El Progreso vs. Boca Juniors.
Finalmente, el sábado 25 y domingo 26 de septiembre: la Casa del Fundador organizará una visita de “Circuitos Viajes y Turismo” (Pigüé, Bahía Blanca, La Madrid y Capital Federal). Un recorrido por la Casa Museo explicando la forma de vida de los primeros colonos.
Domingo 26 de septiembre: Torneo de bochas 83° Aniversario. Será por tríos con Clubes invitados. Organiza: Sub Comisión de Bochas Club El Progreso.

¿Qué son las fiestas Kerb que celebran los descendientes de alemanes del Volga?

Con motivo de celebrarse este fin de semana en pueblo Santa María (partido de Coronel Suárez) la tradicional fiesta de Kerb tan cara a los sentimientos de los descendientes de alemanes del Volga , nos parece oportuno recordar el origen y el significado de esta fiesta inmemorial.

Las fiestas de Kerb eran grandiosas y se dividían en dos partes: la jornada en que se conmemoraba la consagración de la iglesia al santo patrono de la localidad y el fin de semana siguiente en que se realizaban las festividades sociales. El día en que la comunidad conmemoraba la consagración de la parroquia al santo patrono se formalizaba una procesión con el santo por las calles de la colonia y posteriormente una misa. Y en el fin de semana siguiente se efectuaba la celebración social, con grandes bailes que organizaban los clubes; partidos de fútbol; extraordinarios espectáculos que distintas comisiones traían de diferentes lugares del país: como festivales de patín artístico con estrellas de relieve, shows de todo tipo con artistas de renombre, eventos culturales y mil y una cosas más; multitudinarias quermeses que preparaban las escuelas parroquiales a cargo de las hermanas religiosas; todo era música; banderitas y lamparitas de colores cruzaban el patio de la escuela ornamentándola. Las calles bullían de gente. La familia se congregaba alrededor de la mesa para compartir una suculenta comida, consistente en asado al horno con papas, Füllsen, Strudel, entre otras delicias alemanas que cocinaban nuestras madres. La sobremesa se prolongaba con bulliciosas conversaciones, porque la mayoría de los integrantes de la familia solamente se reencontraban en esa fecha en particular; luego había música, baile, canto; y a la hora de la merienda llegaba el riquísimo Dünne Kuche recubierto con miel acompañado con mate o cerveza. Los lunes eran considerados feriados: por la mañana se iba al cementerio en procesión a rendirle homenaje a los colonos fallecidos, y por la tarde continuaban desarrollándose la quermese y los demás acontecimientos. En resumen, la fiesta de Kerb, en su faz social, se iniciaba el viernes y concluía el lunes a la noche con un multitudinario baile familiar.



miércoles, 15 de septiembre de 2021

¿Se acuerdan de los Loftipier, antiguo juego infantil de los alemanes del Volga?

Se necesitan dos latas (antiguamente se utilizaban las de aceite, de cuatro litros) a las cuales se le realizaban dos agujeros a ambos lados y un hilo de algo más de un metro de largo, cuyas puntas se atan en los agujeros antes efectuados.
El jugador se para sobre las latas y ayudado con los hilos, que son tensados con las manos, levantando y bajando las piernas como si fueran títeres, camina sosteniendo el equilibrio.
Para conocer mas juegos tradicionales de nuestros ancestros no dejen de consultar el libro "La infancia de los alemanes del Volga".
Para más información comunicarse al correo electrónico: bloghilandorecuerdos@gmail.com.

Recuerdos de nuestra infancia

En nuestra infancia, en la colonia,
jugábamos al fútbol en los baldíos,
hacíamos renegar a doña Anna
rompiéndole de un pelotazo
los vidrios de las ventanas de la cocina,
trepábamos árboles añejos,
buscando huevos en los nidos,
nos metíamos en la huerta del vecino
a hurtarle las ciruelas durante la siesta
y al regresar a casa, nos esperaban,
mamá con un sermón en los labios
y papá con la alpargata en la mano.

En la escuela, durante los recreos,
jugábamos a las bolitas,
llenando el patio de hoyos
y el guardapolvo de tierra,
también jugábamos a la mancha
y a la escondida,
a la payana con cinco piedritas,
al trompo y a las figuritas,
y con tiza dibujábamos una rayuela,
para saltar de baldosa en baldosa,
hasta llegar al cielo,
dónde nos esperaba la señorita.

martes, 14 de septiembre de 2021

La abuela Rosa le enseña a su nieta a elaborar el tradicional budín de pan de los alemanes del Volga

-Abuela, me hacés Füllsen? -pregunta Marisa, de veintitrés años. A vos siempre te sale tan rico! Te acordás cuando era chiquita y me quedaba a dormir con vos y me cocinabas todo lo que te pedía? Me hacías Wickel Nudel, Kreppel y Füllsen. Cómo nos peleábamos con mis hermanos para quedarnos con el último Wickel Nudel! Te acordás, abuela? Vos feliz y el abuelo mirando serio, porque no le gustaba que hiciéramos lío en la mesa, cuando comíamos. A veces, nos decía: 'chicos, chicos, estamos en la mesa. Pórtense bien. Así los educa su madre?’. Y mis hermanos y yo, nos quedábamos quietitos, porque sabíamos que con el abuelo no se jugaba.
-Pero era muy bueno con ustedes -lo disculpó la abuela. Los quería mucho. Los llevaba a la huerta para que lo ayuden a regar y…
-Y le sacábamos canas verdes -rió la nieta.
-Es que ustedes también eran muy schlim -interrumpió la abuela para decir que eran muy traviesos en su idioma cotidiano, el dialecto heredado de sus ancestros. Le pisaban los canteros de repollo, arrancaban los tomates cuando todavía estaban verdes y tu hermano Alberto, agarraba la azada y empezaba a carpir todo lo que encontraba en su camino, sin discriminar entre lo que eran plantas de yuyos y verduras.
-Pobre abuelo -suspiró la nieta, mirando la fotografía que había sobre el aparador, seguramente rememorando el día de su muerte, ocurrida un atardecer de hace cinco años.
-Bueno… basta de recuerdos! -exclamó la abuela. Preparamos el Füllsen?
-Sí! Dale! Yo te ayudo. Voy a la despensa a buscar el pan seco y empiezo a cortarlo.
La abuela fue al gallinero a buscar huevos frescos con un balde. Al regresar puso varios sobre la mesa. También buscó los ingredientes: leche, azúcar, manteca, crema y pasas de uva.
-Abuela, quién te enseñó a hacer Füllsen?
-Mi mamá -respondió la abuela. Y ella aprendió de su madre. Es una receta muy antigua que nuestra familia trajo del Volga. Te voy a mostrar algo. Enseguida vuelvo.
La abuela fue a su pieza y volvió con un libro.
-Mirá -murmuró emocionada, mientras le extendía la obra. En este libro está la receta de la familia -reveló.
-”La gastronomía de los alemanes del Volga” -leyó la nieta. Y esto? -preguntó sorprendida.
-Es un libro con todas las recetas tradicionales de nuestra gente. Lo escribió Julio César Melchior.
-Qué lindo! -suspiró la nieta. Y está tu receta?
-Sí, querida. Julio me entrevistó. Vino acá a casa con una balanza -sonrió. Sí, Marisa, con una balanza. Y sabés por qué? Porque yo le contaba la receta como la aprendí, a ojo. Un puñado de pan, unas pasas de uva y así es difícil que la gente aprenda a hacer una receta. Por eso, tuve que preparar un Füllsen para que Julio pudiera pesar todo. Después lo invité a almorzar. Me salió riquísimo!
La nieta acercó el libro a su pecho emocionada. Entre sus páginas latía un pedacito de historia familiar. Después abrazó a la abuela.
-Bueno! Bueno! Seguimos con el Füllsen? Ya son más de las diez. No vamos almorzar solamente Füllsen? Hay que preparar algo más. Ya veremos! De hambre no nos vamos a morir.
La abuela comenzó a unir, uno a uno, todos los ingredientes, mientras su nieta miraba maravillada.
-Parece tan simple -pensó Marisa. Y sin embargo, no es tan fácil como parece.

Los dos tipos de Strudel de los alemanes del Volga

-Para nosotros en la colonia, existe el Strudel y el gedehnte -explica la abuela Ana, de setenta, a su nieta, Micaela, de veinte. El Strudel se prepara con levadura y tiene una variedad infinita de rellenos: de manzana, zapallo, chucrut, dulce y varios más. Mientras que el gedehnte se hace con masa filo, una masa muy muy finita, casi transparente, que tenés que trabajar con las manos y con delicadeza, para que no se rompa. Y se rellena de manzana o de zapallo.
-Es verdad, abuela. No me acordaba de ese detalle. Hace tanto tiempo que mamá no cocina un gedehnte. De vez cuando hace algún tipo del Strudel de levadura. Pero del otro, hace añares que no hornea uno.
-Y para qué están las abuelas? Me ayudás y preparamos uno juntas para la cena? -preguntó sonriendo la abuela.
-Ahora?
-Sí! Ahora! Andá a la despensa a buscar varias manzanas y empezá a pelarlas que yo voy encendiendo la cocina a leña, para ir calentando el horno.
Así lo hicieron: abuela y nieta prepararon un gedehnte exquisito, para chuparse los dedos.

Las recetas de la abuela

María Eugenia soñó con su abuela. La soñó frente a su cocina a leña revolviendo el contenido de una olla, en su casa, en la colonia, donde la vio por última vez cuando niña, antes de que sus padres decidieran emigrar a Capital Federal, en busca de un mejor futuro para sus hijos.
La abuela no dejaba de revolver mientras un rico aroma a arroz con leche se iba esparciendo por el ambiente.
En la mesa de madera, siempre limpia, había una carpeta tejida a crochet en el centro y sobre ella, un pequeño florerito antiguo.
La rodeaban varias sillas. Un banco largo contra la pared. Un mueble pequeño, muy rudimentario, donde asomaban sus pocas pertenencias domésticas: unas ollas, una sartén, platos…
Al despertar, María Eugenia sentió una profunda melancolía. Una nostalgia que se quedó en su interior a lo largo de todo el día. Y el siguiente. Y el siguiente. Y el siguiente. Decenas de recuerdos se le venían a la mente. Su abuela lavando ropa con ayuda de una tabla de lavar en una enorme palangana. Su abuela barriendo el patio con una escoba fabricada por el abuelo con ramas de los árboles. Su abuela planchando con una enorme plancha a carbón. Su abuela cocinando. Su abuela elaborando Wickelnudel, cocinando Maultasche, friendo Kreppel. Siempre su abuela en la mente. Su querida abuela, fallecida hace ya treinta años.
Con estos recuerdos dando vueltas en su interior, con una tristeza que se iba profundizando a medida que pasaban los días, se sentó frente a la computadora a buscar sin saber exactamente qué.
Sin darse cuenta de lo que buscaba, encontró parte de sus raíces gastronómicas, su identidad y una manera de mantener vigente la memoria de su abuela.
En la pantalla leyó:
-Libro "La gastronomía de los alemanes del Volga", del escritor Julio César Melchior, rescata más de ciento cincuenta recetas tradicionales.
Una amplia sonrisa se dibujó en sus labios mientras encargaba el libro. Su alma vibró de entusiasmo.
-Voy a recuperar todas sus recetas. A aprender a cocinarlas.
María Eugenia no veía la hora de tener el libro en sus manos para preparar Kreppel, Maultasche, Kleis, Wickelnudel… Estaba decidida. Aunque tuviera que repetir la receta una y otra vez. Ella estaba dispuesta a continuar el legado de su abuela.
-El sueño fue un presagio -exclamó feliz.

Los Wickelnudel de la abuela

-Llegaste justito Camila para ayudarme a cocinar Wickelnudel. ¿Me vas a ayudar? -preguntó la abuela a su nieta, que acababa de llegar con la mochila con la que se movía habitualmente de acá para allá, arrastrando libros de estudio.
-Sí! -respondió la nieta entusiasmada. Así aprendo a cocinarlos. Mamá nunca me deja entrar a la cocina cuando está cocinando porque dice que mi función en la casa es estudiar y recibirme.
-¡Y tiene razón! -agrega la abuela. Tenés que estudiar para ser una buena médica.
-Pero las médicas también cocinan -opinó la nieta. O caso las médicas no comen, abuela?
-Sí, Camila, comen; pero tienen empleadas que les preparan la comida.
-Pero yo quiero aprender las recetas alemanas. En las grandes ciudades nadie las sabe cocinar. Y en las colonias, a veces también pasa, porque nuestras madres no nos enseñan a cocinar desde chicas como hicieron ustedes, abuela, con ellas.
-Era otra época, Camila. Tenían que aprender obligadas porque tenían que salir a trabajar desde muy pequeñas. Tu mamá empezó a trabajar a los doce años. Probrecita! Con tu abuelo tuvimos trece hijos y dos fallecidos. Había que alimentar a tanta gente. Hoy las cosas cambiaron: todos tienen solamente uno o dos hijos, entonces todo se vuelve más sencillo. Los pueden mandar a estudiar. Algo imposible para tu madre. Ninguno de tus tíos pudo terminar la primaria. Todos tuvieron que salir a trabajar al campo. Tu abuelo murió muy joven y eso lo hizo todo aún más difícil. Pero dejemos eso, es historia pasada -se interrumpió abuela. Vamos a cocinar Wickelnudel? Sí? Bueno, vos andá preparando unos ricos mates, así no te aburrís mientras mirás.
La nieta obedeció. Fue a la alacena, sacó la yerba, el mate y todo lo necesario para prepararlo.
La abuela limpió la mesa de madera y sobre una tabla de madera empezó a cortar un pequeño corte de carne en trozos, después pico una cebolla, dos zanahorias y tres papas.
-Esto, y algunas cositas más, es para el estofado donde se van a cocinar los Wickelnudel. Ah! También hay que salar y condimentar bien para que la salsita salga rica. Todo esto lo ponemos a rehogar en una olla con unos chorros de aceite, sobre la cocina a leña. Y lo dejamos ahí, revolviendo de vez en cuando.
-Pero, abuela, no estás diciendo las proporciones.¿ Cuánto de carne?¿Cuántas zanahorias?
-Más o menos, medio kilo de carne. Si tenés menos no importa. Hay que saber arreglárselas como lo hacían nuestros antepasados, que siempre les faltaba de todo. Mi madre, a veces, cocinaba Wickelnudel sin carne. Le agregás dos o tres zanahorias. Una o dos cebollas, de acuerdo al tamaño. Eso lo vas a ver a medida que las vas cortando. Algunas papas. Unas pizcas de condimentos. De los que más te gusten, para que tome rico sabor.
-Uh! Pero así es muy difícil, abuela -se quejó la nieta. Cómo voy a saber cuál es la cantidad necesaria de cada cosa, si nunca preparé una salsa en mi vida.
-Ya vas a aprender -Camila. Ya vas a aprender. Paciencia.
Camila no estaba tan convencida. La abuela se desenvolvía con tanta seguridad.
-Ahora a preparar la masa -exclamó la abuela.
-Sí! -los Wickelnudel!
La abuela limpió bien la mesa, primero con un trapo húmedo y luego seco. Espolvoreó un poco de harina y mientras elaboraba la masa, explicaba:
-Arrojás un montoncito de harina bastante generoso. Le agregás levadura. Una pizca de sal. Uno o dos huevos. Un poco de leche. Unís todo y amasás. Una vez que tenés una masa homogénea la ponés sobre la mesa y la aplanás con el palo de amasar. La enrollás. La untás con aceite. Y la cortas en rollitos de unos cinco centímetros, más o menos. Y finalmente, la dejás reposar durante un rato.
-Me quedó reclara -comentó la nieta con una sonrisa de joven para nada conforme con la explicación. Es imposible que yo haga eso. Uno o dos huevos, tres o cuatro cebollas, más o menos un kilo de harina y no sé qué más!
-No! Un kilo no! -corrigió la abuela. Es demasiado.
-Y después? -preguntó la nieta.
-Paciencia, Camila. En la cocina todo se hace con mucha paciencia y tiempo, para que las cosas salgan ricas. Pero te cuento: después de que hayan pasado unos minutos, colocamos los Wickelnudel sobre la salsa de carne y verduras que preparamos en la olla, que no tiene que ser muy líquido porque la masa se tiene que cocinar al vapor. Si es muy líquido tenés que retirarle un poco de jugo. Colocás los Wickelnudel y los tapás. Se cocina sin quitar la tapa de la cacerola a fuego muy bajo.
-Parece tan fácil cuando te miro mientras los preparás y, sin embargo, es tan difícil. No a todo el mundo le salen los Wickelnudel tan ricos como a vos. Quedé mareada con todo lo que hiciste. Es un lío las cantidades y las proporciones.
-No te preocupes -la consoló la abuela y fue a la pieza a buscar un regalito envuelto en papel de librería.
Qué raro! -pensó la nieta. La abuela yendo a una librería. Justamente ella, que solamente leía la Biblia y, de vez en cuando, algún diario local que le prestaba la vecina. Ella prefería la radio como soporte informativo. Allí también se enteraba quién fallecía en el pueblo.
-Es para vos -dijo sonriente la abuela.
-Para mí? -preguntó desconcertada la nieta.
-Sí, Camila. Abrilo. Hay que romper el papel porque trae suerte. No te olvides.
Así lo hizo la nieta. Y descubrió el libro "La gastronomía de los alemanes del Volga", del escritor Julio César Melchior.
La nieta lo ojeó. Sus ojos se iluminaron. Abrazó a su abuela fuerte, muy fuerte, estampando un beso sonoro en la mejilla.
-Es para que aprendas a cocinar nuestras recetas. Hay más de ciento cincuenta. Explicadas paso a paso. Es un muy buen libro, que rescata nuestras comidas. Te va a encantar.
-Gracias! Gracias! Gracias! Sos un amor, abuela! Estás en todos los detalles.
La abuela emocionada empezó a limpiar la mesa, para que su nieta no se diera cuenta que estaba a punto de llorar de alegría.

lunes, 13 de septiembre de 2021

El verdadero valor de las cosas está en lo cotidiano

El verdadero valor de las cosas está en lo cotidiano, en los hechos simples de la vida diaria. En los gestos que se tributan a los hijos, la ternura que se entrega a los padres; en el brillo de una mirada arrullando nuestra tristeza; la sonrisa de un alma compartiendo nuestra alegría; y tantas pero tantas vivencias sencillas que de tan sencillas y cotidianas olvidamos que son lo más importante de la existencia y que serán lo único que harán trascender nuestra vida. Porque cuando ya no estemos en este universo caótico nadie recordará el grosor de nuestra billetera como tampoco recordará las posesiones materiales que pudimos haber poseído alguna vez; pero sí, todos, absolutamente todos a los que amamos, tendrán presente eternamente el amor que habremos sido capaces de entregar sin pedir ni exigir nada a cambio. Ese amor puro, franco, que se da con el corazón, sin palabras ni ostentación, nada más que con una entrega silenciosa y solidaria, con una profunda convicción y sentimientos desinteresados.
Sólo el amor, sólo la familia, nos mantendrán vivos permanentemente y nos educarán en la fe en Dios. Y sólo así sabremos que hemos vivido plenamente. Tan plenamente como nuestros ancestros, nuestros abuelos, nuestros padres... que siempre, minuto a minuto, cotidianamente, nos demostraron con el ejemplo lo que significa ser mujeres y hombres de bien. Respetables y honestos.
Sigamos su ejemplo de vida y llegaremos, al igual que ellos lo hicieron, a la felicidad suprema de saber que no hemos vivido en vano.

Para todos los descendientes de alemanes del Volga

En mis libros sobrevive toda la
historia, cultura, costumbres y tradiciones
 de los  alemanes del Volga.

Para más información comunicarse al correo electrónico: bloghilandorecuerdos@gmail.com.
Soy descendiente de alemanes del Volga en segunda generación. Mi abuelo arribó al país en 1905, proveniente de Kamenka, una aldea ubicada a orillas del río Volga, en Rusia. Nací y viví mi infancia, adolescencia y la mayor parte de mi mayoría de edad, en Pueblo Santa María, una localidad fundada y habitada por alemanes del Volga. De mi abuelo y de mi padre aprendí a hablar y a cantar en alemán, a conservar antiguas costumbres y tradiciones familiares y sociales, a degustar y a preparar exquisitas comidas típicas, a asistir los domingos a misa y a celebrar las fiestas eclesiásticas con devoción y alegría, a respetar al prójimo y a los mayores, fuente de sabiduría y conocimiento, aprendí que el trabajo es algo digno, que solamente trabajando se logra progresar en la vida, que el respeto se gana con educación y buenas acciones, que la familia es el bien supremo al que debe aspirar todo ser humano.
Soy todo eso, y todo lo que también aprendí de mis familiares, de mis amigos, de mis vecinos, de cada habitante de esta colonia, un lugar dónde todos nos conocemos, dónde siempre hay una mano amiga a la que recurrir en los momentos difíciles, dónde no existe la soledad, dónde las personas duermen con las puertas abiertas y siempre hay un plato de comida esperando para el hijo pródigo que desee regresar o para el amigo que nos desee visitar.
Todo esto que aprendí, más lo que investigué en largos años de entrevistas, de hurgar en el pasado de todas esas personas que forjaron nuestra historia e identidad, esos abuelos y abuelas que trajeron sus baúles y sus almas llenos de vivencias, de anécdotas, de sufridos sacrificios, de empezar de nuevo en la tierra de este país generoso y pródigo, que los recibió con los brazos abiertos, como una madre que recibe a sus hijos, luego de una larga e interminable espera, todo eso, lo escribí en mis libros. Lo rescaté para la posteridad. Lo escribí para que mi abuelo, mi padre, nuestros abuelos, nuestros padres, vivan eternamente en la memoria de la historia de nuestro pueblo, el pueblo de los descendientes de los alemanes del Volga.

sábado, 11 de septiembre de 2021

Agradezco mi herencia

Fotografía de Fernando Berón
Agradezco la lengua que me legaron,
las palabras alemanas,
las canciones de cuna,
el Tros Tros Trillie,
las rítmicas polkas,
en los alegres casamientos.

Agradezco el ejemplo que me legaron,
en las largas horas de trabajo,
haber aprendido que el pan se gana
con el sudor de la frente,
con esfuerzo y sacrificio,
y férreas convicciones.

Agradezco las tradiciones que me legaron,
la fiesta Kerb con sus procesiones,
la Pascua con su Conejito
y sus huevos de colores,
la Navidad en familia
con el Christkindie y el Pelznickel.

Agradezco ser nieto de inmigrantes
que llegaron de allá lejos, el Volga,
con sus baúles llenos de sueños,
fundando aldeas en la pampa desolada,
sembrando de trigo los campos vírgenes
y poblando de hijos argentinos el país.
las palabras alemanas,
las canciones de cuna,
el Tros Tros Trillie,
las rítmicas polkas,
en los alegres casamientos.

Agradezco el ejemplo que me legaron,
en las largas horas de trabajo,
haber aprendido que el pan se gana
con el sudor de la frente,
con esfuerzo y sacrificio,
y férreas convicciones.

Agradezco las tradiciones que me legaron,
la fiesta Kerb con sus procesiones,
la Pascua con su Conejito
y sus huevos de colores,
la Navidad en familia
con el Christkindie y el Pelznickel.

Agradezco ser nieto de inmigrantes
que llegaron de allá lejos, el Volga,
con sus baúles llenos de sueños,
fundando aldeas en la pampa desolada,
sembrando de trigo los campos vírgenes
y poblando de hijos argentinos el país.

La señorita María y los apellidos de sus alumnos

Mi apellido es Melchior. Y el mío Dreser. Y el mío Jacob. Y el mío Gottfriedt. Y el mío Schwerdt. Y el mío Streitenberger. Y el mío Fischer. Y el mío Schmidt -revelan uno a uno los alumnos de la maestra que llegó de la ciudad para impartir clases en la escuela de la colonia.
Y el mío Schwab. Y el mío Graff. Y el mío Schneider. Y el mío Reser. Y el mío Rohwein. Y el mío Suppes. Y el mío Desch -continúan contando los niños mientras la docente los mira desconcertada.
-De dónde provenían estos apellidos tan raros y difíciles de pronunciar? -se pregunta.
Y el mío Sieben. Y el mío Mellinger. Y el mío Strevensky. Y el mío Rau. Y el mío Sauer. Y el mío Walter. Y el mío Heim. Y el mío Kloster.
-Ningún apellido que conozco -reflexiona la maestra.
Además de los apellidos y de su pronunciación, también le llamaba la atención el escaso conocimiento del castellano que tenían los alumnos.
Y el mío Fritz. Y el mío Holzmann -prosiguen los niños.
-Ni un González o Sánchez -piensa la docente. Apellidos que estaba acostumbrada a escuchar en la ciudad de la que venía.
De esta manera se conocieron la señorita María y los cuarenta y dos alumnos de tercer grado de la colonia. Alumnos que, en la actualidad, más de setenta años después, la rememoran con profundo respeto y cariño. Para ellos, ella siempre fue, hasta el día que murió, la señorita María. La que les enseñó a manejar correctamente en castellano. La que les enseñó, con paciencia y mucho amor, a leer y a escribir. También a sumar, restar y multiplicar.
La señorita María dejó un recuerdo imborrable en el corazón y el alma de sus alumnos.
(Para los que quieran saber mas sobre la niñez de nuestros abuelos, consultar mi libro “La infancia de los alemanes del Volga”). Para más información comunicarse al correo electrónico: bloghilandorecuerdos@gmail.com.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

Mi infancia

 Mi infancia es mi madre con su paciencia infinita,
la mano protectora de mi padre,
mi abuela cantando el Tros-Tros-Trillie.

Mi infancia son los Krepel,
las bolitas de los Dünekuchen,
las rueditas de los Wicknudel,
el relleno de los Strudel.

Mi infancia es la escuela,
la pizarra negra,
la tiza, el borrador,
la dura regla del maestro.

Mi infancia es el trabajo.
Ayudar a mi madre.
Colaborar con mi padre.
Ser niño y hombre a la vez.

Mi infancia es la nostalgia
de descubrir lo que perdí,
aquella tarde de primavera
cuando de mi casa me fui.

Rememorar la infancia, el idioma, las costumbres y tradiciones es honrar a nuestros ancestros. Todo sobrevive en las páginas del libro "La infancia de los alemanes del Volga". Para más información comunicarse al correo electrónico: bloghilandorecuerdos@gmail.com.


martes, 7 de septiembre de 2021

Mis obras presentes en la provincia de Buenos Aires, a través de Bibliomóvil

Con sumo orgullo y satisfacción hice entrega de mis obras literarias sobre los alemanes del Volga al Director de Cultura y Ceremonial de la Municipalidad de Coronel Suárez Marcelo Castorina, para que sean parte del material bibliográfico que contiene Bibliomóvil, una biblioteca rodante que recorre los 135 distritos de la provincia de Buenos Aires, que forma parte del programa "Buenos Aires lectora". Apoyemos la lectura y difusión del trabajo literario de los escritores locales, la conservación y revalorización de nuestra historia y cultura y sobre todo reforcemos el hábito de leer.

sábado, 4 de septiembre de 2021

La cocina a leña de mamá

Fotografía de www.ovejeronoticias.cl
www.ovejeronoticias.cl/2020/01/el-misterio-de-las-estufas-magallanicas/
En mi memoria de niño recuerdo a mi madre amasando y horneando en la cocina a leña. La recuerdo utilizando grandes recipientes donde unía con las manos una enorme cantidad de harina, huevos, leche, azúcar y otros ingredientes caseros como crema, manteca, etc. La recuerdo volcando esa enorme cantidad de masa sobre la larga mesa de la cocina para después trabajarla con el palote, dale que va, yendo y viniendo con el palote espolvoreando harina hasta que la masa se iba extendiendo por la mesa, muchas veces hasta casi desaparecer, como cuando elaboraba el Strudel o más conocido entre los alemanes del Volga como Gedehnde, que es el Strudel de masa filo, la recuerdo cortando esa masa para darle forma rectangular a los Kreppel. La recuerdo amasando Der Kreppel, la recuerdo amasando Wickelnudel, mojando la masa con aceite y enrollándola, para luego cortarla. La recuerdo cortando rectángulos de masa y rellenándolos con ricota preparada con huevo, crema, pasas de uva. La recuerdo elaborando tantas pero tantas cosas a base de harina. Su conocimiento y sabiduría para realizar preparados en base a harina parecían interminables. Los ingredientes, a mis ojos de niños, eran los mismos. Sin embargo, el resultado era siempre pero siempre diferente. Comidas más y más ricas. Una variedad gastronómica que hubiese sido la envidia de cualquier pastelero o chef de la actualidad. Y todos esos productos los cocinaba o horneaba en su inseparable amiga y compañera de toda la vida, la tradicional cocina a leña. Por eso en mi memoria de niño tengo la imagen presente de mi abuela junto a la cocina a leña, durante su juventud cocinando, amasando, realizando todo tipo de horneados y frituras, y durante su vejez, vestida de negro, sentada junto a ella rezando en silencio su rosario.
Todas estas recetas, muchas de ellas casi olvidadas, las rescaté y las publiqué en mi libro " La gastronomía de los alemanes del Volga", para perpetuar no solamente la memoria de mi abuela sino la memoria de todas las abuelas alemanas del Volga. Para más información comunicarse al correo electrónico: bloghilandorecuerdos@gmail.com.

Homenaje a nuestras abuelas

Cada casa antigua está llena de detalles que nos hacen ver la presencia de la abuela, con su vestido negro, su delantal gris y su manera jovial y alegre de caminar y estar al servicio de toda la familia. La vemos viejecita, con su rostro lleno de arrugas, sus ojos celestes irradiando ternura, parada frente a la cocina a leña friendo Kreppel. O arropando a un nieto recién nacido. O contando historias de aldeas lejanas y de un río llamado Volga. Siempre presente. Siempre con un consejo. Una persona que legó pergaminos de sabiduría en actos y palabras cotidianas y simples pero profundas e inteligentes. Que nos llenó el alma de voces alemanas, de canciones que aún resuenan en nuestros oídos, abrigando noches de nostalgia, amparando atardeceres de soledad.
Abuela construyó un monumento de sí misma. Fue un ser inmenso, con un corazón grande y un espíritu inquebrantable. Nada la pudo doblegar. Nada la pudo vencer. Era capaz de hacer cualquier tipo de trabajo y de resolver cualquier clase de problemas. Aún hablando solamente en alemán. Ella siempre salía adelante. Nada la detenía. Ni aquí en las colonias, ni allá en Coronel Suárez. El idioma no importaba. Valían los gestos, las actitudes, las acciones, la fe en sí misma.
Todos la recordamos. Todos la tenemos presente. Y en ella conservamos la memoria de todas las abuelas alemanas del Volga.
Para conocer el mundo que habitaban, del que nadie habló nunca, ni siquiera las misma mujeres, no dejen de leer el libro "La vida privada de la mujer alemana del Volga". Para más información comunicarse al correo electrónico: bloghilandorecuerdos@gmail.com.