Rescata

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jueves, 30 de marzo de 2023

Los bailes de los sábados en las colonias de antaño

 Las muchachas iban y venían a lo largo de la amplia galería de la casa. Dos arrojaban agua sobre las baldosas que sacaban de la bomba y otras dos barrían frenéticamente con la escoba, limpiando a conciencia. Conversaban y reían, felices. Hacían planes para el atardecer. Rosa soñaba en voz alta: “ojalá que venga Juan”. “Si se entera papá que estás pensando en él, te va a encerrar en el cuarto y te vas a quedar sin bailar” -opinó Luisa seriamente. “Vamos, vamos, que todavía tenemos que barrer el patio y ordenar la cocina” - las apuró Berta. Sí, vamos! Que después hay ayudarle a cocinar a mamá” -acotó María.
Y así fue. Al rato asomó doña Filomena rezongando porque ya era tarde y nadie estaba haciendo nada en la cocina. La norma en la casa era almorzar a las doce en punto del mediodía, cuando sonaban las campanas de la iglesia: momento en que todos paralizaban su actividad para rezar el Ángelus. Y las muchachas sabían que las costumbres se cumplían a rajatabla. Por eso, sin refunfuñar pero sí controlando a duras penas su ansiedad, obedecieron a su madre. Rosa comenzó a pelar papas, Berta cebollas y Luisa comenzó a reunir ingredientes para preparar una pasta, mientras María se dirigía a la quinta a buscar las verduras que faltaban para elaborar el menú.
Luego del almuerzo, la vivienda quedó en silencio. Poco importaba que fuera sábado y las muchachas tuvieran planes para esa jornada. Nada alteraba el orden habitual de los habitantes de la casa. A nadie se le hubiese ocurrido revelarse ni contradecir las normas. Por respeto a los padres y a las buenas costumbres.
Los sábados a la tarde, después de la siesta y del mate, venía el momento del baño. Se calentaba agua en la cocina a leña en cuanta pava y tarro hubiera en la casa. La tina era un enorme fuenton confeccionado de chapa en la localidad y el cuerpo y la cabeza se lavaban con jabón casero que elaboraba la abuela tras cada carneada.
Habiéndose bañado y concluida la cena, que se desarrollaba con el toque de las campanas de la iglesia, a la hora del atardecer, las muchachas, que vivían en la calle central del pueblo y eran hijas de una familia de un pasar económico holgado, sacaron la radio a la galería. La trasladaron entre Berta y María y con esfuerzo la colocaron sobre una mesita instalada en un rincón, para que no moleste, en el momento de bailar. La encendieron y subieron el volumen.
Ahora solo cabía esperar que llegaran las primas, los primos y las amigas y los amigos invitados. Y todo estaría listo para otro sábado de baile y diversión.

martes, 21 de marzo de 2023

Recuerdos que mi madre me contó en su vejez

 Mi madre me contó en su vejez que cuando ella era niña, en tiempos de Cuaresma, se mantenía un estricto ayuno y abstinencia los días miércoles y viernes, esto incluía nada de carne, absolutamente nada, y comer poco, lo necesario para alimentar el cuerpo. También eran días de profundo silencio interior que se extendía no solamente hacia todos los integrantes de la casa sino que el silencio también debía reinar en todos los rincones del hogar. Los platos que más se elaboraban durante esos días eran los Kleis y los Maultasche, los Kleis recubiertos con trocitos de pan duro rehogados en grasa y los Maultasche rellenos de ricota.
También me contó que eran días de honda comunicación con Dios, días en que se rezaba mucho y los niños debían tener mesura en sus risas y en sus juegos. Cosas que luego se profundizaban aún más el día Viernes Santo en donde la casa debía permanecer en penumbras, casi en silencio y todos los integrantes de la familia estaban de luto porque a las tres de la tarde de ese día se rememoraba la crucifixión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Aparte –dice- la Cuaresma y la Pascua eran días de asistir a misa, ningún niño escapaba a esa obligación. Y agrega que a lo largo de todo el año “si yo faltaba a misa las hermanas religiosas de la escuela me ponían una falta en el boletín. Así de estrictos eran antes nuestros padres -sostiene- y de creyentes en Dios. Ellos tenían a Dios presente a toda hora, las campanas de la torre de la iglesia anunciaban el amanecer, las doce del mediodía y el anochecer, y en cada ocasión, todos debíamos dejar lo que estábamos haciendo, persignarnos y rezar el Ángelus. Lo mismo que rezar antes de cada comida y, de noche, como sobremesa leíamos la Biblia y cantábamos canciones religiosas.
Mi madre también reflexionó con honda tristeza, que sentía mucha pena que todas estas costumbres y tradiciones se fueran perdiendo, costumbres y tradiciones que para ella y todos los alemanes del Volga forman parte de su identidad, de su forma de ser, y le daban sentido a sus vidas. Mientras me decía esto, sus ojos se llenaban de lágrimas, sus dedos, entrelazados con su rosario negro que siempre llevaba en sus manos, temblaban.

Al recordar estas palabras que mi madre un día me contó comencé a rescatar, revalorizar y escribir libros que recuperaran para siempre todos estos recuerdos y todas estas tradiciones y costumbres, porque son parte de nosotros mismos. Porque nos hacen comprender quiénes somos y porque somos como somos. Y porque debemos sentir orgullo de ser descendientes de alemanes del Volga. Esos libros son: “Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga”, “La vida privada de la mujer alemana del Volga” y “La infancia de los alemanes del Volga”. Autor: Julio César Melchior. Los libros los pueden adquirir escribiendo a juliomelchior@hotmail.com o al WhatsApp 01122977044.

sábado, 11 de marzo de 2023

El Tros Tros Trillie, una canción que nos hizo feliz

 Esta canción nos ha acompañado por generaciones. Las abuelas, madres, y las que serán madres en un futuro se divirtieron con el Tros Tros Trillie en la falda de alguna de estas mujeres que nos han cantado. Momentos inolvidables que nos llenaron y nos llenan de felicidad. Porque la felicidad es eso, no? La simpleza que nos brinda alguien que nos ama. El amor trocado en juegos, en canciones, en momentos que quedan para siempre.

Si desean revivir esos momentos, recordar a esas personas y volver a sonreír aunque mas no sea por un ratito, no dejen de consultar el libro "La infancia de los alemanes del Volga" que está escrito en dialecto y en español. Para recordar nuestra lengua materna y la etapa en que fuimos amados por quienes nos dieron la vida. Lo pueden adquirir escribiendo al WhatsApp 01122977044 o al correo electrónico juliomelchior@hotmail.com.

¿Quién se acuerda de los fideos caseros (Trucke Nudel)?

 La abuela elaboraba, generalmente los domingos, unos Trucke Nudel riquísimos. Era una receta simple y sencilla de hacer. La había heredado de sus ancestros. Mi memoria de niño recuerda que solamente utilizaba harina, dos o tres huevos y algún que otro ingrediente más. Amasaba dos o tres bollos sobre la larga mesa de madera de la cocina, los estiraba con el palo de amasar espolvoreándolos con abundante harina hasta lograr una masa casi redonda de unos pocos milímetros de altura y después los colocaba sobre el respaldo de una silla, que sacaba al patio para que la masa se seque. Una vez transcurrido el tiempo que ella calculaba con exactitud, sin contar con reloj ni ningún asesoramiento tecnológico, introducía la silla, tomaba cada masa estirada, la enrollaba y cortaba los fideos para ponerlos a hervir en una olla.
Mientras tanto en una sartén colocaba uno poco de grasa para freír trocitos de pan o cebolla picada, que volcaba sobre los fideos una vez que estaban cocinados y servidos en una fuente, listos para llevar a la mesa.

Las comidas y los recuerdos son nuestra identidad. Nuestras raíces. Nuestra cultura. Conocer la gastronomía de un pueblo es conocer una parte de su historia. Es por eso que el libro "La gastronomía de los alemanes del Volga" rescata mas de 150 recetas tradicionales de la cocina de los alemanes del Volga. No sólo para atesorar nuestros sabores de la infancia sino también para conocer nuestra cultura, nuestra historia y nuestras raíces. Esta receta original, la pueden encontrar completa, junto con 150 más en mi libro “La gastronomía de los alemanes del Volga” que pueden recibir a domicilio a través de Correo Argentino escribiendo a juliomelchior@hotmail.com o al WhatsApp 01122977044.

miércoles, 8 de marzo de 2023

Dedicado a las mujeres alemanas del Volga

Mi homenaje a las mujeres que engrandecieron mi vida, la llenaron de silenciosa ternura, de un profundo respeto a los demás, de cuidados en las eternas noches de campo haciendo de madre y padre, de amor en los pequeños gestos volviéndolos infinitos, de olor a hogar y calor maternal. A las mujeres de mi vida que amaré por siempre y de las que siento profundo orgullo porque ellas me educaron en la infancia, en la niñez, en la adolescencia y me transmitieron todos sus conocimientos en la adultez. Para que el mundo entero las conozca y las valore como lo que son: el gran tesoro de nuestra cultura, es que quise volcar en este libro todo lo que encierra la mujer alemana del Volga. Es mucho más que un libro, es el alma misma de las mujeres de las cuales desciendo y por las que hoy soy quien soy.
El libro "La vida privada de la mujer alemana del Volga" lo pueden recibir a domicilio por Correo Argentino. Para poder adquirirlo se pueden comunicar al correo electrónico juliomelchior@hotmail.com o por WhatsApp 01122977044.

martes, 7 de marzo de 2023

Los niños del tambo

 El padre, la madre y sus cinco hijos salen de la casa rumbo al tambo iluminados por la precaria luz del farol. Llovizna. Hace frío. Es invierno. Las vacas mugen esperando ser ordeñadas. La familia se acerca a ellas chapoteando lodo, que es una mezcla de barro, bosta y orina de vaca, hundiendo los pies casi hasta las rodillas. El reloj marca las cuatro de la mañana. Como todas las mañanas. Como a lo largo de todo el año. Hay que terminar de ordeñar antes de las ocho de la mañana, para tener la leche en los tarros puestos en la tranquera que da a la calle para que el carro los pueda recoger y llevar a la quesería, fabrica que está emplazada a unos diez kilómetros de allí.
El niño más pequeño tiene ocho años y siente que sus manitas aterridas de frío, a veces tiembla, a veces llora, a veces quisiera regresar a la cama, meterse entre el acolchado de lana que le confeccionó especialmente la abuela. Pero no se puede. No se debe. La familia necesita cada peso que ingresa para sobrevivir. No sobra nada. No falta nada pero tampoco sobra nada. Para eso todos, absolutamente todos tiene que trabajar en el tambo. Y el tambo tiene que producir a pleno.

Gracias a los lectores que me hacen llegar fotografías del momento en que reciben mis libros. Gracias por tanto respeto, cariño y admiración

Muchos lectores, de todas partes de Argentina, recibiendo sus libros para leer, recordar y conocer sobre la historia, cultura y tradiciones de los alemanes del Volga. Una forma de difundir, legar y atesorar nuestras raíces. Muchas gracias por confiar en mis trabajos literarios desde hace tantos años.