Rescata

WhatsApp: 011-2297 7044. Correo electrónico historiadorjuliomelchior@gmail.com

martes, 31 de julio de 2018

Así eran las colonias de nuestros abuelos

Los pájaros trinan en el amanecer, surcando el cielo de la colonia
rubia. Se escucha el pregón del lechero, carnicero, panadero… Las voces de las amas de casa que salen a la vereda a realizar su compra diaria. La algarabía de los niños conversando en alemán. Los ruidos melodiosos que salen de la herrería, carpintería… El silencioso parlotear de la tijera del sastre y el habla cansino del martillo del zapatero. El sacristán echa a volar las campanas de la torre de la iglesia llamando a misa. El sacerdote se apresta en la sacristía. Los monaguillos preparan sus enseres. Las velas del altar arden. Doña Agueda reza el rosario sentada en el primer banco, junto a Doña Ana, ataviadas de negro, las cabezas cubiertas con un pañuelo del mismo color, y las miradas fijas en Jesucristo. En el campo, los hombres labran la tierra bajo un cielo estrellado de gaviotas. Abren surcos en la tierra virgen para sembrar trigo. El trigo que florecerá en espigas de harina, pan y hostias. Y en la inmensidad, los ojos de Dios velando a su pueblo: inmigrantes peregrinos que llegaron de allende el Volga para hacer fructificar el suelo argentino.

viernes, 13 de julio de 2018

Los sábados había que bañarse

Los sábados eran una preparación para el domingo: se ordenaban
los patios, se los barría prolijamente con la escoba confeccionada con ramas de algún árbol, se limpiaba la casa a fondo, y se adobaba la carne para el almuerzo en familia del día siguiente.
Los sábados también era los días del baño y la higiene personal: nadie se salvaba de bañarse en las enormes palanganas llenas de agua calentada en pavas, cacerolas y tarros, en las cocinas a leña alimentadas por Blater (bostas de vaca).
Los domingos se lucían las mejores ropas para asistir a misa. Ropas que enseguida teníamos que quitarnos al regresar a casa, porque solamente poseíamos una muda nueva, que llamábamos “la ropa del domingo”.
(Texto extraído de mi libro “La infancia de los alemanes del Volga”).

Existe un lugar

Existe un lugar
no físico,
sin espacio,
sin tiempo,
donde el alma es libre,
donde no existe el ayer,
ni el mañana,
ni el futuro,
ni el mal,
ni el bien,
ni el sufrimiento,
ni la felicidad.

Existe un lugar,
en el centro del pecho,
donde el alma
se une al universo,
donde nada existe,
pero existe todo,
donde somos lo que somos,
sin límites,
sin ataduras carnales,
sin pecados existenciales,
sin miedos humanos,
sin pánico.

Existe un lugar,
donde habitan los muertos,
los que están,
los que se fueron,
los que no volverán,
los que nos olvidaron,
los que nos esperan,
los que lloran nuestro olvido,
los que ansían nuestro recuerdo,
un lugar solamente nuestro,
donde el alma habla
y el cuerpo escucha.

Existe un lugar
al cual hemos de regresar
para existir.

martes, 10 de julio de 2018

Emigrar a América fue un hermoso y bello sueño

Nunca olvidó la mañana aquella, en que apesadumbrado y triste,
besó a su madre en la frente, estrechó a su padre en un fuerte abrazo, y uno a uno les dijo adiós a sus hermanos, un adiós eterno como los días y como las horas que pasan y no vuelven, como el olvido que sepulta en el pasado hasta el recuerdo más querido y añorado.
Nunca olvidó la mañana aquella en que junto a otros emigrantes trepó al carro y al trote lento de los caballos abandonó la aldea. Mientras en el aire flotaba el ahogado silencio del llanto contenido de las madres, novias, hermanas... y de algunos que, mirando el suelo, no querían despedirse, porque sabían, porque intuían, porque comprendían, que nunca regresarían. Jamás lo lograrían. Nunca volverían a pisar el amado suelo, ni abrazar a los seres queridos que permanecían en el portal de la casa despidiéndolos.
Nunca olvidó la mañana aquella en que se alejó del Volga para siempre. Nunca. A pesar de que los años en la Argentina fueron dulces y prósperos. A pesar de levantar cosecha tras cosecha, de sembrar sueño tras sueño, ideal tras ideal, de construir un hogar, de tener hijos argentinos, nietos... Nada cambió. ¿O sí? Claro que cambió. Cambió su hogar, su terruño, su patria, que ahora se llama Argentina, la tierra de sus hijos, el país de sus descendientes... Todo cambió. Pero no cambiaron sus recuerdos ni su antigua angustia, esa angustia lejana que en madrugadas de insomnio le hace rememorar a sus padres y hermanos, que permanecieron allá lejos, allende el mar, en el Volga, esperando su regreso. Un regreso que esperaron en vano como en vano él esperó poder retornar un día para contarles que su sacrificio valió la pena, que “ir a América” no fue una locura, sino un hermoso y bello sueño.

jueves, 5 de julio de 2018

Se apagó la vida del fotógrafo Armando Schwab

Murió el fotógrafo por excelencia de las colonias, con más de
Fuente: lanuevaradiosuarez.con.ar
cincuenta años de trayectoria. Un profesional y una persona de profundos valores humanos. Honesto. Sincero. Noble. Generoso. Amigo de los amigos. Todos lo vamos a extrañar mucho. Gracias por tu ejemplo de vida, Armando. Gracias por el inmenso legado fotográfico que nos dejaste. Todos lloramos tu partida. Jamás te vamos a olvidar.


Quedarán en el recuerdo de directivos e instituciones del Pueblo San José las proezas deportivas y las miles de fotografías que a lo largo de sus 57 años de trayectoria profesional cosechó Armando Antonio Schwab, el fotógrafo de Pueblo San José, quien falleció hoy a los 76 años de edad.
Su vida detrás de la pelota tuvo al Club Atlético Independiente como bandera pero si hablamos de fotografía, Armando plasmó en imágenes bailes, cumpleaños, bautismos, casamientos, aniversarios y eventos sociales de los tres Pueblos Alemanes, Coronel Suárez, Huanguelén, Pasman, Cura Malal, Colina y La Madrid, entre otros.
El pasado mes de mayo, en oportunidad de la Kerb de Pueblo San José, Armando y su familia tomaron la iniciativa de montar una galería permanente de fotografías históricas como así también exhibir la colección de cámaras de fotografía y video del querido fotógrafo.
La muestra de cámaras fotográficas se montó en la magnífica casona de la Avenida Fundador Eduardo Casey 373, en la que reside la hija del fotógrafo.
Al respecto, en una entrevista con La Nueva Radio Suárez, Armando contó que “Debe haber como 50 cámaras antiguas; las fotos también antiguas. Las cámaras las tenía metidas en una caja, que nunca nadie las pudo ver, ahora las estaré exhibiendo. Quiero que la gente se distraiga un poco con otras cosas diferentes, y publicar un poco lo que tenía guardado y que nunca nadie pudo ver. Van a estar exhibidas cámaras que posiblemente no haya en la Argentina. Entre ellas una de 3D, de más o menos 1890. Cámaras españolas con disco, que aquí no se revelaban y había que mandarlas a otro país para revelar. Van a ver cosas muy lindas que voy a estar explicando a la gente, a medida que llegue”.
Explica Armando Schwab que “el visor en 3D me costó caro conseguirlo, pero igual lo compré. No entiendo cómo se las ingeniaban en esa época para realizar estos inventos. Además, verán cámaras que pocas veces se han visto”.
Cuenta que empezó en la fotografía, “trabajando de ayudante con un fotógrafo que había venido de Miramar. Así empecé a sacar fotos, me daba la cámara y me entusiasmaba con eso. Con el tiempo él se fue, yo me quedé trabajando con esa camarita. Me conseguí una cámara, que había comprado en Casa Marcos, y ahí empecé, en la calle, un poco. Después, a los 20 años, me compré todos los equipos y empecé por mi cuenta. Tenía mucho trabajo, porque no había muchos fotógrafos. He hecho los sábados dos casamientos por noche, ni tiempo para cenar había. Son 57 años. Este año dejé porque se me hacían muy largas las fiestas; empezaba a las 8 de la tarde hasta las 6 de la mañana, y con la edad que tengo, 76 encima. No dejé la fotografía, sino que estoy como un aficionado ahora”, dice Armando, que hace un poco tiempo atrás recorrió los Pueblos Alemanes fotografiando a las casas más antiguas y continúa trabajando en su casa, bajando fotos de celulares, haciendo foto carné y otros trabajos.
Por supuesto, en tantos años de trabajo, sacó fotos en los casamientos de los padres y de los hijos. También en los aniversarios, de bodas de plata y de oro, de quienes los había fotografiado en el momento de su casamiento.
Armando Schwab, que, en los primeros años de trabajo, llegaba con su motito a todos lados, incluido Pasman, Cura Malal y otros lugares, hasta que por fin pudo comprarse una camioneta para llevar decenas de rollos, cámaras y todo el equipamiento, que antes de la digitalización era mucho, para la realización de su labor como fotógrafo.
Descansa en paz, querido Armando. Jamás olvidaremos tu ejemplo. de vida.

miércoles, 4 de julio de 2018

La mañana que le dije adiós a mi aldea

Aquella mañana que me marché de la aldea, abracé a mi madre, que
lloraba desolada, le dije adiós, sabiendo que jamás volvería a verla. Intuí que la Argentina, esa tierra llena de promesas, quedaba demasiado lejos para prometer un regreso.
Le extendí la mano a mi padre, que la tendió temblorosa, mientras una lágrima rodaba, furtiva, por su mejilla.
Mis hermanitos observaban sin entender. Eran demasiado niños todavía para comprender palabras tales como adiós, exilio y desarraigo. Lloraban porque veían llorar y porque sus padres lloraban desconsolados como nunca los habían visto llorar jamás. Percibían la angustia que flotaba en el aire y que se ahondó aún más cuando puse en marcha el carro cargado con mis baúles y los caballos comenzaron a caminar, lentamente, rumbo al Volga, camino del adiós.
Volví la cabeza y mi mirada, por última vez, vio la figura de mi padre y las manos de mi madre agitando su pañuelo mojado de llanto; y a mis hermanitos corriendo detrás de mí, despidiéndome. Los vi parados, sumidos en el dolor, empequeñecidos, derrotados por el destino, hasta que el carro se perdió en la distancia y su imagen se trocó en horizonte vacío, en ayer, un ayer a cada trote más lejano, melancólico y añorado.

martes, 3 de julio de 2018

¡Honor y gloria a nuestros abuelos!

Pantalón remendado. Alpargatas con agujeros. Sucio de tierra. El
hombre va detrás del arado mancera. Es mi abuelo, tu abuelo, nuestro abuelo, el abuelo de todos los alemanes del Volga. Las manos llenas de callos. El rostro curtido. El cuerpo cansado. Pero la mirada es cristalina como el cielo azul en una tarde de verano. Sus ojos irradian esperanza. Transmiten sueños. Miran al futuro. Apuestan al progreso. Creen en el mañana. Tanto como él, que trabaja pensando en un mañana mejor, en ese mañana que, gracias a su sacrificio y entrega, sus descendientes hoy podemos disfrutar. Por eso: ¡Honor y gloria a nuestros abuelos! ¡Honor y gloria a nuestros ancestros!

Dedicado a todos los inmigrantes que arribaron al país a finales del siglo XIX buscando prosperidad personal y terminaron construyendo la Argentina moderna que habitamos.

lunes, 2 de julio de 2018

Gracias por ayudarme a mantener viva nuestra inolvidable niñez

Cada libro editado es una semilla que germina en algún lugar del
planeta. Cada libro, en manos de un lector, es un mundo de enseñanzas que nace. Cada libro es la vida de nuestros antepasados, vida que no muere, porque sigue latiendo en las páginas, en los ojos que leen, en los recuerdos que afloran y en lo que construimos en base a lo que nos enseñaron. Cada libro es la palabra nacida del alma, que como reguero de pólvora enciende la curiosidad, los anhelos, sorpresas, alegrías y orgullo. Cada libro que escribí partió de mi vida con el afán de perpetuar la historia de mis ancestros y gracias a ustedes, queridos lectores, nuestra colectividad es nuestro orgullo. Ese orgullo que nos empuja a saber cada día un poco más, a profundizar nuestra admiración a las generaciones pasadas y a incorporar a nuestra vida el legado que nos han dejado. Gracias a todo esto se agotó mi libro La infancia de los alemanes del Volga. Un libro que rescata la etapa más maravillosa de los que la hemos vivido en las calles de nuestra colonia, en los patios de la escuela y en cada rincón del que nos adueñábamos para soñar el mañana, así como alguna vez lo soñaron nuestros ancestros. Por todo esto, les agradezco una vez más, la difusión de mi libro y por haberlo transformado en un éxito. Y por poder comunicarles, con profunda alegría, que se ha AGOTADO. Gracias. De corazón

domingo, 1 de julio de 2018

Se acuerdan cuando abuela nos tostaba semillas de girasol?

Cuando íbamos de visita a la casa de abuela, ella se tomaba tiempo
para tostar semillas de girasol. Llenaba hasta desbordarla una enorme fuente y la introducía al horno de la cocina a leña. Luego de unos minutos la casa se impregnaba del olor característico del tostado de las semillas. De vez en cuando sacaba la fuente, revolvía su contenido, probaba alguna que otra semilla para comprobar si estaban crocantes y listas para ser comidas.
Una vez tostadas, abuela se sentaba a la mesa, junto a nosotros, sus nietos, que éramos aún muy pequeños para abrir las semillas de girasol con los dientes como hacían las personas mayores, y las pelaba una a una, con suma paciencia, sacando la pepita con los dedos.
Nosotros la mirábamos “trabajar” con ternura, esperando con ansias que el montón de pepitas creciera y abuela dijera: “Bueno… ¡Ahora se las pueden comer!” ¡Y vaya si las comíamos! ¡¡¡Las espolvoreábamos con mucha azúcar, revolvíamos el montón y a comer!!!