Rescata

WhatsApp: 011-2297 7044. Correo electrónico historiadorjuliomelchior@gmail.com

domingo, 31 de octubre de 2021

La sabiduría que nos legaron nuestras abuelas

Pintura de Alex Russell Flint
Cierro los ojos y todavía escucho a mi abuela repitiendo una y otra vez la frase "Das Haus verliert nichts", cada vez que nos sentábamos a la mesa a hacer la tarea y nos quejábamos porque no encontrábamos el lápiz, la goma de borrar o el compás. La misma frase que repetía cuando ella misma no recordaba dónde había dejado la tijera cuando se disponía, por las noches, luego de la cena, a remendar la ropa de la familia. O, cuando el abuelo, rezongando, buscaba su gorra, olvidando que la había dejado sobre mesa de luz.
Hoy, ya grande, comprendo que la abuela siempre tenía razón, porque "Das Haus verliert nichts", que literalmente significa "La casa no pierde nada".

Todos los días, sin falta, hay que ordeñar

Pies hundidos en el barro, la helada sobre nuestras espaldas, congelando el cuerpo y haciendo rechinar los dientes. La inmensidad del campo, la oscuridad de la madrugada y la fuerza del viento empujándonos. Una lámpara alumbrando lo necesario y un banquito dónde sentarse, haciendo equilibrio. Las manos heladas moviéndose sin parar, con la mayor rapidez posible, porque el trabajo es mucho y el tiempo apremia.
Todos los días, sin falta, hay que ordeñar. Sin importar las ganas o los dolores que sentimos. La familia completa debe ayudar. Aunque llueva, aunque estemos transitando el invierno más crudo, aunque sea domingo, aunque seamos chicos todavía o mamá esté embarazada. Todos los días, sin falta, hay que ordeñar (Autora: María Rosa Silva Streitenberger).

viernes, 29 de octubre de 2021

Compartimos la receta del Strudel de ricota de los alemanes del Volga

La masa lleva harina, azúcar, huevos, manteca, levadura y leche. Se deja levar, luego se estira finita, luego se le agrega la ricota mezclada con huevos y azúcar, se enrolla, se deja levar nuevamente. Va al horno en mínimo media hora (medio kilo de harina, 3 huevos, 50 gramos de levadura, 25 gramos de manteca, 5 cucharadas de azúcar, leche cantidad necesaria. El relleno 1 kilo de ricota, 3 huevos y 5 cucharadas de azúcar).

La fotografía y la receta es de Mirta Haberkon.

La anciana llora

Obra de Shania McDonagh
 Ataviada de negro,
pañuelo en la cabeza,
rosario en mano,
frente a la tumba de su marido,
la anciana llora.

Y mientras llora reza
y mientras reza llora,
murmurando plegarias,
aspergando agua bendita
sobre la tumba de su marido.

miércoles, 27 de octubre de 2021

La viuda

Pintura de: Albert Anker
La viuda, vestida toda de negro, año tras año, transcurría en soledad su existencia cotidiana. Tanto en los tórridos veranos, como en los gélidos inviernos, la anciana acudía a misa, llevando en las manos una Biblia y un rosario. La cabeza cubierta, la mirada triste, y los ojos húmedos de llanto. Se sentaba en el primer banco, frente al crucifijo, cerca del altar. Escuchaba misa abstraída. Sus manos a veces temblaban, sus labios también. Siempre sola. Nadie la visitaba en su hogar ni nadie se sentaba junto a ella en la iglesia. Sus pensamientos y sus palabras solamente estaban reservados a Dios.
Vivía sola en una casa de adobe. La casa de sus padres. La casa que compartió con su marido. La casa en la que nacieron sus tres hijos. Y también la casa donde veló a su esposo, sus dos hijos y despidió para siempre a su único hijo vivo el día en que se marchó a la Capital Federal para empezar otra vida, lejos de la tierra que lo vio nacer y crecer.
La viuda, vestida toda de negro, transcurría en soledad su existencia cotidiana, llorando a sus muertos, extrañando a su único hijo vivo.

viernes, 22 de octubre de 2021

La cultura de los alemanes del Volga está...

 La cultura
está en las manos de mi madre
arropando mi cuna,
canturreando una canción,
en su sonrisa pura,
su sabiduría,
el sol de sus ojos
mirando al mañana,
construyendo,
siempre construyendo
mi futuro.

La cultura
está en las manos de mi padre
trabajando la tierra,
sembrando esperanza,
cosechando sueños
(en el trigo dorado;
en la cosecha);
en su andar lento
enseñando,
siempre enseñando;
y en el cantar de su voz
de melodías alemanas.

La cultura está en el pueblo,
en la voz colectiva
de la memoria de los abuelos,
en las calles de tierra,
las casitas de adobe,
las tradiciones,
las costumbres,
el recuerdo
del pasado añorado
y de las horas que marcan
el ayer olvidado.

En la fotografía se ve al flamante matrimonio conformado por Toribio Melchior y María Jacob de pueblo Santa María.

jueves, 21 de octubre de 2021

Se agotó el libro “Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga”, del escritor Julio César Melchior

El libro que se agotó en su cuarta edición es en realidad dos obras en una. La primera lleva precisamente por título “Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga” mientras que la segunda se titula “Lo que el tiempo se llevó en imágenes: costumbres y tradiciones”. Por eso el libro es un compendio de historias cotidianas, vivencias y anécdotas, reconstruidas fielmente, teniendo en cuenta el contexto histórico en que ocurrió cada una de ellas. Mientras que en la segunda parte se rescatan usos y costumbres de la vida diaria, desde la forma de vestir, trabajar, sucesos de la escuela primaria y la niñez, el amor, la amistad y los grupos musicales, profusamente ilustrado con fotografías antiguas. Todos pilares fundamentales que hacen a la identidad de los alemanes del Volga y que, tal como dice el libro, el tiempo se llevó.
Leer las páginas del libro es desandar el largo camino del recuerdo, volver la mirada atrás a un tiempo que a veces parece muy lejano y otras, parece estar allí no más. Esto es así porque la obra está escrita con una enorme sabiduría histórica, que supo trascender los años y rescatar en sus páginas no solamente lo que los alemanes del Volga trajeron consigo desde las orillas del río Volga al fundar las colonias y aldeas a lo largo y ancho de la república Argentina sino que también supo captar la esencia primordial de historias, tradiciones y costumbres que hasta hace muy pocos años todavía estaban vigentes entre los habitantes de las comunidades fundadas por los primeros inmigrantes. Por eso, en la obra late el sentimiento de la melancolía por un tiempo que ya se fue, que ya no volverá, pero a la vez se siente la nostalgia de un tiempo que todos llegamos a vivir y a disfrutar, un tiempo que, para muchos de nosotros, se quedó ahí no más, en los umbrales de nuestra adolescencia, atrapado para siempre en nuestra infancia, en la casa materna, junto a nuestros padres y nuestros abuelos.

miércoles, 20 de octubre de 2021

Füllsen : el budín de pan de los alemanes del Volga

Para mantener viva la tradición del budín de pan de los alemanes del Volga, el tradicional Füllsen, y volver a degustarlo en familia, como se hacía en nuestra niñez, y también lo hacían nuestros ancestros consultar mi libro "La gastronomía de los alemanes del Volga", donde se publica la receta con los ingredientes para elaborarlo.
El día 7 de Noviembre se va a celebrar en Pueblo San José, Pcia. de Buenos Aires, la sexta edición de la Füllsen Fest.

martes, 19 de octubre de 2021

El camino del adiós

Guardó sus enseres de cocina en los baúles al igual que la ropa de cama. Era imposible llevarlo todo. Sobraban platos, vasos ollas, mantas, sábanas. Tantos años ahorrando y cuidando las cosas y ¿para qué? Para terminar regalándolas a las familias que no quieren, no pueden o tienen miedo a marcharse. Es muy poco lo que se puede cargar en un carro, menos lo que se puede llevar en un tren, y aún menos todavía lo que se puede subir a un barco como equipaje. Sobre todo si se viaja con el pasaje de los más humildes, de los que huyen del hambre, de las guerras, de las persecuciones, de la muerte, de los que son fáciles de engañar porque ya no le quedan opciones.
Los baúles se cargaron en el carro. La pareja se sentó en el pescante, los cinco niños donde pudieron. Todos estaban tristes. La mujer lloraba. El hombre miraba el camino. Era larga la distancia a recorrer. Duro el adiós, infinito el desarraigo y eterno el recuerdo.
Agitó las riendas, los caballos relincharon y empezaron a andar. Lentamente su historia en la aldea del Volga iba quedando atrás. Los esperaba la Argentina.

viernes, 15 de octubre de 2021

Receta de los Maultasche o Varenick, uno de los platos más tradicionales de los alemanes del Volga

Ingredientes:
1/2 kilo de harina
Una pizca de sal
4 huevos

Preparación:
Se colocan en un bol todos los ingredientes, se mezclan bien incorporando agua hasta obtener una masa que se pueda trabajar con el palote.

Relleno de ricota:
1/2 kilo de ricota
Un huevo
Crema y azúcar a gusto

Relleno de manzana:
Cinco manzanas
Crema y azúcar a gusto.

Preparación:
Se estira la masa, se pueden cortar cuadrados o discos, según el gusto de cada uno, rellenar y cerrar haciendo un "repulgue" para evitar que se abran. Hervirlos. Una vez cocidos se los escurre y se le puede poner encima trocitos de pan dorados previamente en aceite o una cebolla dorada en aceite.
Esta receta y muchas más, se pueden encontrar en el libro "La gastronomía de los alemanes del Volga", del escritor Julio César Melchior. Para más información comunicarse al correo electrónico: bloghilandorecuerdos@gmail.com.

jueves, 14 de octubre de 2021

La gastronomía de los alemanes del Volga

 Familias humildes que vivían en dignas casas de adobe, en muchas ocasiones tenían que recurrir a ingeniosas estrategias para alimentarse que solamente sabían y conocían las madres que, con profunda sabiduría y sapiencia, aprovechaban la harina para preparar una variedad de platos, todos totalmente diferentes en aromas y sabores, que hoy sorprendería a más de un Chef Internacional. Tan es así que, por ejemplo, los almuerzos solían ser de Kleis, Wickelnudel, Truckenudel, Kraut und Brai, Kartofels Krepellier, entre otras. Y las meriendas de mate cocido o té con leche con Kreppel, Der Kreppel, Dünnekuche, Brot, Kalach, etc. Y durante las noches también las madres hacían uso de sus conocimientos, conocimientos que no extraían de ningún libro ni de ningún papel escrito, todo lo llevaban registrado en su mente y que era un conocimiento que pasaba de generación en generación, desde hacía siglos. Así es como en las noches con mucho amor, les servían a sus hijos como cena mate cocido o té con leche con riquísimos Flosch Kreppel, que elaboraban especialmente para esa hora, a la luz del farol a kerosene. Todas las recetas de las abuelas, transmitidas de generación en generación recopiladas en el libro "La gastronomía de los alemanes del Volga".

La triste historia de Julia

“Nos casamos en la colonia, un jueves y al día siguiente nos fuimos a trabajar al campo, de matrimonio. Mi marido realizaba las tareas rurales y yo tenía que cocinar para los patrones y limpiarles el chalet. Fueron muy duros conmigo. Me trataron muy mal. Me hacían trabajar todo el día. Había pisos en la casa que tenía que lavarlos con cepillo, arrodillada. Y uno no se podía quejar porque enseguida te despedían, te tiraban a la calle como a un saco de basura”- cuenta bajando la mirada. Los ojos se le llenan de lágrimas: “Los patrones tenían un hijo –agrega- que me hacía la vida imposible. Me tocaba toda. Me metía las manos por todas las partes del cuerpo cuando se acercaba en silencio y me agarraba desprevenida, lavando ropa en el lavadero. Fue muy feo. Y no lo podía contar a nadie. Ni siquiera a mi marido. Nos hubieran echado enseguida y nosotros no teníamos a dónde ir. Menos mal que el hijo de los patrones se fue a estudiar a la Universidad. Fueron tres años horribles. Me la pasaba llorando”- confiesa.
Doña Julia llora en silencio, desahogándose.
Luego de unos minutos, dice: “Ahí estuvimos quince años. Nacieron mis seis hijos. Cuando nació mi último hijo, el patrón llamó a mi marido y le dijo que ya no nos podía tener, porque éramos muchos, que él quería un matrimonio más joven, sin hijos. Y nos despidió. Juntamos nuestras pocas cosas y nos fuimos a casa de mi mamá hasta conseguir un nuevo trabajo. Mi marido hizo algunas changas y a los dos meses nos fuimos a trabajar a otro campo, lavando, planchando y cocinando, para los patrones”- remarca. “Mis hijos empezaron a trabajar desde muy chicos porque no se podían quedar con nosotros, al patrón no le gustaba. Decía que nos iba a tirar a la calle si no hacíamos algo y que él no alimentaba parásitos. Y así nos fuimos quedando solos, mi marido y yo”- revela.
“Estuvimos en el campo hasta que lo vendieron, en total treinta años. Después nos fuimos a vivir a la casa de mis padres, que ya no estaban. Mi marido sufrió mucho porque ya estábamos grandes para conseguir trabajo y así fue: hacía changuitas y nada más. Fueron años muy duros. Menos mal que teníamos algo de dinero ahorrado. Mi marido murió de tristeza. No podía estar sin trabajar. Me dejó sola”- sentencia doña Julia llorando, que hoy vive lejos de su casa, lejos de su colonia, en el hogar de su hijo, en otra ciudad, otra gente, otra cultura.

Pan casero con levadura

Fotografía: www.recetips.com
Se puede cortar en rebanadas y congelarlo y al momento de querer consumirlo colocarlo en la tostadora, y así se puede tener pan fresco a mano siempre.

Ingredientes:
Harina 000, 6 tazas (aproximadamente 700 grs. ) más un poco para espolvorear la mesada
1 cucharada de levadura instantánea
1 cucharada de azúcar
2 cucharaditas de sal
500 ml e agua tibia

Preparación:
Mezclar en un bowl amplio los ingredientes secos.
Ir agregando el agua tibia de a poco y mezclar con cuchara de madera. Lograr una masa que se una pero que le quede un poco de harina seca alrededor.
Colocar la masa sobre la mesada enharinada y amasar hasta lograr una textura homogénea, elástica y que no se pegue a las manos.
Aceitar apenas el bowl donde hicimos la mezcla y dejar reposar la masa dentro por media hora en un ambiente templado.
Pasado el tiempo desgasificar la masa pasando la masa a la mesada enharinada y amasarla un poco.
Dejar descansar nuevamente el bollo dentro del bowl hasta que duplique su tamaño.
Precalentar el horno
Acomodar el bollo de masa sobe una asadera ligeramente aceitada y espolvorearla con harina de maíz.
Cocinar hasta que esté apenas dorado.

lunes, 11 de octubre de 2021

Los remedios caseros de antaño

Foto de https://www.novasan.com/
En nuestra infancia eran pocas las veces que nos llevaban al doctor, a menos que fuera algo muy grave. Para todo lo demás existían los remedios caseros y toda la sabiduría de mamá, que heredó de abuela y que ésta, a su vez, heredó de su madre, y así por generaciones.

Durante el invierno eran comunes los resfríos, gripe, tos y fiebre. Y para curarnos nuestros ángeles guardianes volcaban todos sus conocimientos de medicina natural sin demora.
Lo primero era constatar la temperatura corporal. Quienes poseían termómetro de mercurio tomaban la fiebre colocándolo en la axila. Quienes no lo poseían utilizaban la mano o los labios y colocándolos sobre la frente podían acercarse a un diagnóstico certero. Si el diagnóstico era afirmativo nos ponían sobre la frente un trapo mojado en agua fría para ayudar a que descienda la fiebre.
Un té con mucho limón y miel y a la cama bien tapados con la Schteptek y a sudar. Y de cena una buena sopa caliente con todas las verduras de la quinta.
Otras dolencias también se curaban de forma natural. Por ejemplo: el empacho tirando el cuerito, el mal de ojos, el asma con una olla de agua hirviendo con hojas de eucalipto para que aspiremos el vapor, para el catarro las ventosas de vidrio que también servían para aliviar dolores de espalda y otras dolencias. Para los parásitos intestinales las semillas de zapallo en ayunas o el Chucrut. Para el dolor de garganta buches de agua tibia con sal o bicarbonato.
Y la lista puede continuar tan extensa como nos imaginemos porque las madres y abuelas eran una enciclopedia viviente de conocimientos y expertas en resolver todo tipo de contratiempos siempre recurriendo a la ayuda de la naturaleza y todo lo que ella ofrecía.
Durante el invierno eran comunes los resfríos, gripe, tos y fiebre. Y para curarnos nuestros ángeles guardianes volcaban todos sus conocimientos de medicina natural sin demora.
Lo primero era constatar la temperatura corporal. Quienes poseían termómetro de mercurio tomaban la fiebre colocándolo en la axila. Quienes no lo poseían utilizaban la mano o los labios y colocándolos sobre la frente podían acercarse a un diagnóstico certero. Si el diagnóstico era afirmativo nos ponían sobre la frente un trapo mojado en agua fría para ayudar a que descienda la fiebre.
Un té con mucho limón y miel y a la cama bien tapados con la Schteptek y a sudar. Y de cena una buena sopa caliente con todas las verduras de la quinta.
Otras dolencias también se curaban de forma natural. Por ejemplo: el empacho tirando el cuerito, el mal de ojos, el asma con una olla de agua hirviendo con hojas de eucalipto para que aspiremos el vapor, para el catarro las ventosas de vidrio que también servían para aliviar dolores de espalda y otras dolencias. Para los parásitos intestinales las semillas de zapallo en ayunas o el Chucrut. Para el dolor de garganta buches de agua tibia con sal o bicarbonato.
Y la lista puede continuar tan extensa como nos imaginemos porque las madres y abuelas eran una enciclopedia viviente de conocimientos y expertas en resolver todo tipo de contratiempos siempre recurriendo a la ayuda de la naturaleza y todo lo que ella ofrecía.

domingo, 10 de octubre de 2021

Mi abuelo llegó a la Argentina a los ocho años

Mi abuelo partió de la aldea Kamenka, a los ocho años, junto a su madre y varios hermanos, para arribar a la Argentina y reencontrarse con su padre, que había llegado unos años antes para trabajar, edificar una vivienda y luego mandar a buscarlos a ellos y cumplir con la promesa que había realizado al dejar las orillas del río, para escapar de las hostilidades rusas y el prejuicio, el sufrimiento, la miseria, las muertes por el hambre de seres queridos y amigos.
Aquí se instalaron en Pueblo Santa María, en la que en aquel entonces se conocía como la Matschgasse (Calle de barro), con la idea de continuar desarrollando la profesión de zapatero, que venía llevando a cabo desde hacía muchos años. Para eso había traído consigo sus materiales de trabajo y las maquinarias necesarias para cortar cuero y fabricar zapatos. Y así lo hizo. Sus hijos crecieron. Mi abuelo comenzó a llevar a cabo actividades relacionadas con la iglesia, colaborando con el sacerdote y sus menesteres eclesiásticos. Andando el tiempo se casó y formó su propia familia. Arrendó campo y logró cierta holgura económica. La que se le escurrió de las manos cuando llegó la modernización y los tractores de combustible comenzaron a reemplazar a los caballos. Esto acaeció en su etapa de madurez, por lo que ya no pudo comenzar de nuevo. Fue allí que retomó la profesión de su padre: zapatero. Y por años fue el zapatero de la localidad. Lo fue hasta el día que murió, en el año 1972.

sábado, 9 de octubre de 2021

Una costumbre ancestral de los alemanes del Volga

Después de la trilla de trigo, cuando el campo lucía sus rastrojos, se llevaba a cabo una tarea que hoy ha caído en total desuso, una tarea que se realizaba en diferentes etapas y utilizando distintos implementos agrícolas tirados todos por caballos.

Durante el verano en las colonias y aldeas se llevaba a cabo una tarea que hoy ha caído totalmente en desuso. La tarea a la que estamos haciendo referencia es la de cambiar la paja de los techos de las casas de adobe. Para ese menester se recurría a personas que se dedicaban exclusivamente a ello. De tan requeridos que eran había que solicitarlos con mucho tiempo de anticipación, dada la cantidad de casas de adobe que había en las aldeas y colonias de aquel entonces. Estos personajes en cuestión llevaban a cabo su actividad luego de que los campos fueran trillados y no quedaba otra cosa que los rastrojos. Primero rastrillaban la paja con un enorme rastrillo tirado por varios caballos reuniéndola en montones a lo largo y a lo ancho de los potreros. Seguidamente venían con un carro especialmente acondicionado también tirado por caballos en el que cargaban la paja con la horquilla hasta una altura inimaginable. Una vez lista esta labor se sentaban sobre ella y emprendían el regreso a la colonia o aldea para colocarla sobre el techo de la casa de adobe. Donde para que el viento no se la llevara la terminaban afirmando con grandes piedras, postes o palos.
Obviamente que previo a todo lo antes mencionado los dueños de casa retiraban la paja vieja, la reunían en la parte trasera del patio y la quemaban. De más está decir que todo esto generaba no solamente un penetrante humo negro sino que, una suciedad bastante importante, sobre todo si había un poco de viento, teniendo en cuenta que la paja de trigo es sumamente liviana.
Otros tiempos, otras costumbres, otros estilos de vida.

Todas las recetas de nuestras abuelas. El sabor y el aroma de las cocinas alemanas del Volga

 "Arde el fuego en la cocina a leña. La sopa exhala su vaho de vapor. El ambiente huele a caldo. Abuela cocina. Su casa es un hogar donde se comen las comidas más ricas. Ella sabe recetas que heredó de su madre y ésta, a su vez, de la suya, generación tras generación, durante centurias. Las llevaron de Alemania al Volga y del Volga las trajeron a la Argentina. ¿Dónde? En la memoria. Jamás estuvieron escritas en papel alguno. Simplemente las legaban. Las transmitían demostrando cómo se hacían. Así sobrevivieron. Y así continuarán sobreviviendo, sostiene abuela. ¡Y tiene razón! "-escribe Manuel Schamberger.
Y agrega que "hasta que un día el escritor Julio César Melchior realizó un paciente trabajo de investigación de varios años y rescató todas las recetas en un libro, para que permanezcan en la memoria para siempre.
"Una obra que debe estar en todos los hogares donde resida un alemán del Volga, porque todas estas recetas forman parte de nuestra identidad, no solamente personal, sino como pueblo" -sostiene Manuel Schamberger.

La reconstrucción de la vida de nuestras abuelas. Una vida llena de trabajo, sacrificios, entrega a su familia y ejemplos cotidianos

La fotografía fue tomada dentro de La Casa del Fundador
Colonia Santa María
El libro desarrolla un tema inédito en la literatura y el rescate histórico del pasado de los alemanes del Volga, como lo es la vida privada de la mujer. El mismo nos permite conocer todos los aspectos de este ítem trascendente, desde el nacimiento de nuestras abuelas hasta su desaparición física. Abarcando lo privado y lo público, lo social y lo religioso, lo que le estaba permitido y lo que le estaba vedado a la mujer de antaño.
El Prof. Desiderio Walter sostiene en el prólogo que oficia de presentación del libro que “Esta obra que está a punto de comenzar a leer coloca a la mujer alemana del Volga en el centro de la historia y reconstruye, mediante una exhaustiva investigación, los pasos que ha debido transitar para conformar la identidad personal y de género que la identifica, permitiendo comprender el por qué de sus comportamientos, actitudes y formas de ver y encarar la vida que tuvo no solamente en el pasado sino también en la actualidad y, por qué no decirlo, nos permitirá comprender mejor la idiosincrasia de las sociedades alemanas del Volga.
“Reconstruye su pasado haciendo una descripción de cómo se desarrolló y conformó su yo privado. Lo presenta en detalle. Indaga en los espacios, a veces muy restringidos, de su vida, y en la responsabilidad, o no, que tuvo, en sus actos, en un universo social basado en el poder del patriarca, en donde el hombre tiene el control de todo y es el centro alrededor de cuyo eje giran las premisas de la ética y la moral, las costumbres y las tradiciones, y las mujeres son consideradas meras actrices secundarias, sin ideas, sin sentimientos, y sin deseos propios. Permanentemente condenadas a interpretar el papel de hijas, esposas, madres y abuelas y en cada caso, ser ejemplo de virtud. Siempre inmaculadas y puras. Siempre amenazadas con el escarnio familiar y público y a ser condenadas al aislamiento social.
“El autor nos presenta en este libro un profundo estudio, un análisis psicológico, pero esencialmente filosófico, sociológico e histórico, del rol que le tocó desarrollar a la mujer en la historia y cultura del pueblo de los alemanes del Volga con una lucidez increíble. La describe sin tabúes. Con valentía. Para mostrar cuánto sufrieron las mujeres a lo largo de la historia y cuánto pero cuánto tiempo nos hemos olvidado de ellas, precisamente ellas, que nos dieron la vida y nos lo entregaron todo, sin pedir nada a cambio jamás. Por suerte, esta obra repara ese olvido y lo repara con creces.
“Por eso, amigo lector, te invito a leer este libro. Para saber, entender y comprender no solamente la historia de las mujeres alemanas del Volga sino para saber, entender y comprender, por qué algunas cosas fueron y son todavía en la actualidad, como son.
“Y también te invito a leerlo porque es una gran obra literaria, maravillosamente redactada. Una obra que, una vez leída, nos hace un poco más sabios” -afirma el prof. Desiderio Walter.

jueves, 7 de octubre de 2021

Los años felices en las colonias

 

Obra de Simon Glücklich

El aroma a tiza, el cuaderno único, los lápices de colores, los antiguos pupitres de madera, y todo un universo de reminiscencias poblando las aulas de las antiguas escuelas de las colonias, que surgen en la memoria de los alumnos de aquellos lejanos años. La presencia de la Hermanas Siervas del Espíritu Santo, a veces tiernas y dulces, otras, severas y excesivamente rectas en la enseñanza y la educación. El libro de lectura. El libro de catecismo. La Biblia. El estudiar de memoria. Las lecciones. Las cuentas; los números; la aritmética; la gramática; el lenguaje... Los recreos jugando a la payana o a decenas de divertimientos que el tiempo se llevó al olvido y solamente perduran en el ayer de alguna remembranza. Los grupos de amigas y amigos tramando travesuras. Y una inocencia increíble. Niñas y niños que creían en la pureza de la vida, en las hadas, en los ángeles, en los reyes magos, y en un mundo de fantasía que la misma existencia se encargó en trocar en cruda realidad.
Eran otros tiempos, otro estilo de vida, más simples, más sencillos, quizás más felices, porque se compartía lo que se tenía, porque los sueños se podían realizar, porque nada parecía imposible y porque en la niñez no existen las palabras “no se puede”.
Sin embargo, la vida y el tiempo transcurrieron. Las niñas y los niños de aquellos lejanos años crecieron. Se hicieron mujeres y hombres de bien. La mayoría se casaron. Formaron un hogar. Tuvieron hijos. Y en la actualidad seguramente Dios los habrá bendecido con nietos. Todos supieron, de alguna u otra manera, luchar por su felicidad y hacer de sus existencias una vida honesta y digna.

lunes, 4 de octubre de 2021

El ingenio culinario de nuestras madres

Las familias humildes que vivían en casas de adobe, generalmente, de alrededor de diez o más hijos, de los cuales unos pocos asistían a la escuela y la mayoría trabajaba para ayudar a sustentar la economía familiar, realizando trabajos en las herrerías, carpinterías o en los campos cercanos de la colonia o aldea, tenía que recurrir a mil y un ingenios para mantener a tantas personas. No era fácil sobrevivir en una época en que si bien había muchos puestos de trabajo disponibles, lo que se pagaba era muy poco o casi nada. Las mujeres muchas veces eran contratadas como sirvientas, desde muy pequeñas, solamente por la comida, sin recibir ninguna paga a cambio por el trabajo que tenían que realizar, que generalmente, era el de una ama de casa, desde lavar y planchar hasta cocinar y cuidar niños. Lo mismo sucedía con las mujeres si acompañaban a sus maridos cuando eran contratados para trabajar en el campo: el marido recibía un sueldo mensual pero la mujer no recibía nada, por más que tuviera que trabajar a la par de él o hacer de cocinera para alimentar alrededor de ocho peones. Lo mismo sucedía, muchas veces, con los niños que se contrataban para trabajar desde muy pequeños, la mayoría de las veces, desde los nueve años. Y vaya! Si los patrones los aprovechaban y les hacían hacer duros trabajos, de personas mayores, haciéndolos trabajar con la pala y arrastrar grandes baldes de agua para regar las huertas.
Esas mismas familias humildes que vivían en dignas casas de adobe, en muchas ocasiones tenían que recurrir a ingeniosas estrategias para alimentarse que solamente sabían y conocían las madres que, con profunda sabiduría y sapiencia, aprovechaban la harina para preparar una variedad de platos, todos totalmente diferentes en aromas y sabores, que hoy sorprendería a más de un Chef Internacional. Tan es así que, por ejemplo, los almuerzos solían ser de Kleis, Wickelnudel, Truckenudel, Kraut und Prai, Kartofels Krepellier, entre otras. Y las meriendas de mate cocido o té con leche con Kreppel, Der Kreppel, Dünnekuche, Brott, Kalach, etc. Y durante las noches también las madres hacían uso de sus conocimientos, conocimientos que no extraían de ningún libro ni de ningún papel escrito, todo lo llevaban registrado en su mente y que era un conocimiento que pasaba de generación en generación, desde hacía siglos. Así es como en las noches con mucho amor, les servían a sus hijos como cena mate cocido o té con leche con riquísimos Flosch Kreppel, que elaboraban especialmente para esa hora, a la luz del farol a kerosene.
Todas las comidas mencionadas se rescatan en el libro "La gastronomía de los alemanes del Volga" junto a mas de 150 recetas típicas tradicionales. Para más información comunicarse al correo electrónico: bloghilandorecuerdos@gmail.com.

domingo, 3 de octubre de 2021

La cultura e idiosincrasia de los alemanes del Volga llegó a la pantalla grande

 
Durante el viernes y sábado últimos se llevó a cabo el Primer Festival de Cine "Sauce Corto(s)" en Coronel Suárez, organizado por Marcelo Castorina Director de Cultura y Ceremonial de la Municipalidad de Coronel Suárez, en el que participaron quince cortos preseleccionados, de los cuales hubo dos ganadores. Uno seleccionado por el jurado y otro por el público.
El corto ganador elegido por el público presente en la sala fue "Fritz", dirigido y producido por Fernando Berón, ganador de varios premios y distinciones en los distintos concursos de los que participó.
El guión de "Fritz" es de Fernando Berón y Claudio Quiñones quien, también, le da vida al protagonista, la voz en off es de Alicia Schneider, la dirección y grabación de sonido de Matías Carenza, la dirección musical de Rodrigo Loos y Matías Carenza, la música en contrabajo por Rodrigo Loos, acordeón Gonzalo Berger y Juan Pablo Lodos en percusión. Dirección de fotografía y cámara Fernando Berón, idioma y traducción Julio César Melchior. Dirección de arte Karina Schwerdt y Vestuario y maquillaje Viviana Osinaga.
Fritz muestra a un típico habitante de una colonia alemana del Volga y su vida de hombre solo atormentado por sus fantasmas, en una casa de adobe, manteniendo un diálogo en el dialecto alemán, diálogo que fue traducido del español al dialecto por el escritor Julio César Melchior.
Es un orgullo que las nuevas generaciones apuesten a dar a conocer la cultura y la idiosincrasia que sigue viva en los pueblos alemanes junto a su dialecto.
Felicitaciones a Fernando Berón y todo el equipo por el trabajo y el arte de ver a través de una lente los rasgos característicos de un pueblo de descendientes de alemanes del Volga y apostar a su lengua madre.
(Por: María Rosa Silva Streitenberger)

sábado, 2 de octubre de 2021

Los invitamos a participar de las tradicionales fiestas patronales de Pueblo Santa Trinidad

 Los invitamos a participar de las tradicionales fiestas patronales de Pueblo Santa Trinidad, las fiestas que, para quienes somos descendientes de alemanes del Volga, conocemos por fiesta Kerb. Uno de los eventos más típicos y populares del calendario anual de fiestas de las aldeas y colonias.
Aquí les presentamos todos los eventos programados para celebrar esta gran fiesta que, seguramente, como todos los años, contará con una enorme participación popular.
Recordemos que pueblo Santa Trinidad está ubicado al sudoeste de la provincia de Buenos Aires, dentro del partido de Coronel Suárez.