Rescata

WhatsApp: 011-2297 7044. Correo electrónico historiadorjuliomelchior@gmail.com

martes, 27 de agosto de 2019

28 de agosto: aniversario del holocausto de los alemanes del Volga

El 28 de agosto de 1941 el gobierno ruso promulgó un decreto en virtud del cual toda la población alemana debía ser deportada hacia Kazajstán y Siberia. Los deportados fueron transportados lentamente en vagones para el ganado hacia Siberia, Asia Central y el alto Norte, pasando el Círculo Polar Ártico. Acusados de espías y agentes nazis, el ejército rojo inició las represiones; miles de personas fueron capturados y fusilados; toda la población fue deportada, arrancados de sus hogares; los cargaron como animales en vagones de carga, incluyendo todo habitante de ascendencia alemana aún los oficiales y soldados del ejército ruso de etnia alemana; los que no fueron fusilados, fueron condenados a trabajos forzados, muchos murieron de hambre y de frío.
Los hombres fueron obligados a realizar trabajos forzados, separados de sus familias por centenas o miles de kilómetros y sometidos a trabajos igualmente forzados. Los guardias soviéticos no se hacían problemas por la gran mortandad entre los trabajadores esclavos: los reemplazaban simplemente por otros nuevos.
Una tragedia que no debemos olvidar jamás. Mantengamos viva la memoria de todos aquellos mártires inocentes. Elevemos una plegaria en su memoria. (Autor: Julio César Melchior).

domingo, 25 de agosto de 2019

¿Por qué nuestros ancestros deciden marcharse de Alemania?

A finales del siglo XVIII Alemania (por entonces el Sacro Imperio Romano Germánico) era una organización imperial apenas sostenida por la enorme cantidad de principados menores saqueados y arruinados por las sucesivas guerras que tuvieron como escenario su territorio. Las aldeas se erigían humeantes y desoladas, las campiñas, otrora florecientes y productivas, despojadas de toda su riqueza de tanto soportar sobre sus fértiles innumerables batallas y un sinnúmero de muertes: las tierras yacían yermas y vacías como desiertos. Las ciudades se encontraban arruinadas. La población había disminuido de manera considerable. El pueblo estaba sumido en la más absoluta miseria. En resumen: Alemania era un conjunto de principados destrozados por la guerra, los conflictos religiosos, la desigualdad social, las hambrunas y las pestes. Un territorio arruinado y un pueblo hambriento.
Los habitantes de las aldeas apenas conseguían sobrevivir llevando una existencia miserable e indigna, sobreviviendo a costa de tremendos sacrificios mientras la aristocracia residía en enormes y lujosas mansiones, disfrutaba de la fastuosidad y de los adelantos técnicos y científicos que podía dispensar el siglo XVIII, Siglo de las Luces o de la Ilustración, una edad iluminada por la razón, la ciencia y el respeto por la humanidad.
En circunstancias tan tristes y nefastas un anuncio a modo de pregón recorre Europa: un Manifiesto emitido por Catalina II La Grande de Rusia, fechado el 22 de julio de 1763 en San Petersburgo, ofrece a través de leyes extraordinarias la salvación a los desheredados y menesterosos aldeanos. El Edicto prometía a los colonos que desearan emprender la aventura colonizadora de transformar tierras incultas en un territorio civilizado, prerrogativas demasiado atractivas como para ser rechazadas, como la libertad y la tan ansiada paz para construir un presente sin guerras y sin hambre. Por eso no es de extrañar que el 80% de los alrededor de 30.000 europeos que emigraron a Rusia, entre los años 1763 y 1767, fueran de origen alemán.
Es en ese momento crucial de su historia cuando se inicia la epopeya de un numeroso grupo de familias alemanas que dos emigraciones y varias generaciones después serán conocidos mundialmente como descendientes de alemanes del Volga, radicándose, algunos de ellos, en la República Argentina. (Para conocer más sobre la historia de nuestros ancestros, consultar mi libro “Historia de los alemanes del Volga”).

miércoles, 21 de agosto de 2019

Todos debemos asumir el compromiso de mantener viva la memoria de nuestros ancestros

Todos tenemos que asumir el compromiso de trabajar juntos en el rescate y la conservación del legado histórico y cultural que dejaron nuestros ancestros. En este tema en particular, no son aceptables las excusas ni los pretextos, por más bienintencionados que sean. Porque los años pasan y cada vez nos vamos alejando más de aquel tiempo heroico en que nuestros abuelos llevaron a cabo la epopeya inmigratoria. Y cuanto más nos alejamos en el tiempo, más difícil se nos hace no solamente para conservar nombres de aldeas y personas, fechas de las emigraciones y de las fundaciones de las aldeas y colonias primigenias, tanto las que se erigieron en las márgenes del río Volga, como las que se levantaron aquí, en la Argentina, sino también para reconstruir el estilo de vida de aquellas familias y sociedades, su idiosincrasia, su forma de ser y comportarse, tanto en el ámbito privado, como en el ámbito público.
Conscientes que en este compromiso se basa nuestro presente y nuestro futuro, y la preservación de nuestra identidad como pueblo de descendientes de alemanes del Volga, es que asumimos y mantenemos nuestras convicciones firmes e inalienables a lo largo de más de dos décadas de incansable trabajo de investigación y publicación de un amplio número de obras literarias, en las que sobrevive el alma y el corazón de nuestros antepasados, con su historia, cultura, tradiciones y todo el amplio espectro de sus vidas, tanto públicas como privadas.
Nos enorgullecemos de presentar nuestras obras y los invitamos a tenerlas en sus bibliotecas, para mantener viva la memoria de nuestros ancestros y no olvidarnos jamás del inmenso legado histórico y cultural que nos dejaron.
No perdamos tiempo. Nuestros ancestros lo entregaron todo por nosotros en su momento, ahora nos toca a nosotros entregarlo todo para conservar vivo su recuerdo y su legado.
Los títulos de las obras a las que hacemos mención son: "Historia de los alemanes del Volga", "Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga", "La vida privada de la mujer alemana del Volga", "La infancia de los alemanes del Volga", "La gastronomía de los alemanes del Volga". 
Y se pueden adquirir en el barrio de Belgrano, en pueblo Santa María partido de Coronel Suárez o a través de Correo Argentino.

sábado, 17 de agosto de 2019

Ya falta menos para el gran día

Sí! Ya falta menos para el lanzamiento de una nueva edición del libro que cambió para siempre el paradigma de investigar, rescatar y visibilizar la historia de las mujeres del pueblo de los alemanes del Volga. Para el lanzamiento del libro que le confirió visibilidad e identidad propia al universo femenino, rescatándolo del olvido a que lo tenía confinado el sistema patriarcal, que en su relato solamente colocaba a las mujeres en el papel de hijas, esposas y madres, soslayando no solamente su papel protagónico en la epopeya inmigratoria sino también su posterior participación en la fundación de las aldeas y colonias y su comprometida actividad laboral desarrollada a la par del hombre, como trabajadora rural, arando, sembrando y cosechando, sin dejar de lado jamás su protagonismo en la unión y el sostenimiento del hogar, pariendo y criando casi siempre más de diez.
Por eso el libro “La vida privada de la mujer alemana del Volga”, del escritor Julio César Melchior, marcó un hito en la manera de ver y valorar a nuestras madres y abuelas, y se convirtió rápidamente en un éxito literario, cultural y social. 
Y por eso también es que, dentro de muy pocos días, se lanzará la cuarta edición del mismo, con varias decenas de ejemplares reservados.
No se pierda su ejemplar, porque esta nueva edición, al igual que las anteriores, se agotará muy rápido.

martes, 13 de agosto de 2019

Las labores femeninas en un hogar alemán del Volga de antaño

Charles Edward Wilson (1854-1941)
Al atardecer, mamá y sus hijas, luego de bajar la ropa de los tendales, comenzaban las largas horas de planchar la ropa con las planchas a carbón y a almidonar los cuellos de las camisas, zurcir las medias y remendar las prendas con parches de tela, sin importar el tamaño y cuánto se notara. Eran otros tiempos, en que las camisas y los pantalones remendados, se lucían con orgullo, porque eran símbolos de trabajo. 
Mamá, mientras las hijas continuaban planchando, empezaba a preparar la cena. Amasaba y freía los Kreppel en una sartén con abundante grasa, que comíamos espolvoreados con mucha azúcar, acompañados de un té con leche y chorizo seco que, generalmente los vecinos nos regalaban en tiempos de carneada.
Cenábamos en la cocina, sentados alrededor de una larga mesa de madera gastada, iluminados por una pequeña lámpara a kerosén, que colgaba del techo de madera, pintado de verde, al igual que las puertas y las ventanas. Las paredes de la casa, eran de adobe, pintadas con cal blanca, y el piso de tierra. En invierno nos daba calor una cocina a leña alimentada con bosta de vaca, que llamábamos Blatter, o los deshechos de la cosecha de maíz y girasol, como las cañas y los marlos de maíz.
Después de cenar, generalmente, mamá se sentaba a tejer pullovers, medias y bufandas, con lana de oveja, que hilaba la abuela en la rueca, mientras sus hijas, desde muy niñas, aprendían a bordar sus ajuares soñando con formar su propia familia. Y papá, tras leer un párrafo de la Biblia en voz alta, para que lo escucháramos todos, jugaba a los naipes con los hijos varones de la casa. (Autor: Julio César Melchior).

Historia de los niños tamberos

Julien Dupré (1851-1910)
El reloj sonó a las cuatro de la mañana. Se levantó, se vistió y despertó a sus hijos, Juan, de 14, Luis, de 12, y María, de 11 años. Los niños abrieron sus ojos, estiraron sus brazos, invadidos por una necesidad inconmensurable de continuar durmiendo. Sabían que era pleno invierno y que ni bien sacaran su cuerpo de las gruesas cobijas, un frío helado les envolvería el cuerpo. A esa hora de la madrugada la cocina a leña todavía se encontraba apagada y aunque estuviera encendida, estaba en la cocina. 
Lentamente comenzaron a vestirse, sin embargo. Los tres eran conscientes que no tenían manera de escapar a la rutina diaria: las vacas lecheras debían ser ordeñadas. Había que vender la leche. Del dinero de esa venta dependía el sustento de la familia. Una familia que cayó en desgracia, hace dos meses, cuando su padre murió aplastado por un carro, mientras era reparado sin extremar demasiado las medidas de seguridad. El exceso de confianza generalmente se paga muy caro en el campo.
Una vez vestidos y abrigados con gruesos pulóveres tejidos con lana de oveja hilada en la rueca por la abuela, salieron detrás de la madre rumbo al tambo.
Llovía una lluvia mansa pero persistente. El frío parecía cortar la piel. Los niños tiritaban.
Los cuatro, la madre y sus tres hijos, comenzaron a ordeñar bajo la lluvia, chapoteando en el lodo hecho de barro, excremento y orina que los animales iban dejando tras de si mientras eran ordeñados. El rostro y las manos coloradas por el frío. Entumecidas. La lluvia los empapaba, les nublaba la vista. María, la más pequeña, lloraba en silencio. No se quejaba porque sabía que era inútil. Su madre no se compadecería. No se podía dar el lujo de perder a un trabajador: las vacas tenían que estar ordeñadas y la leche en los tarros, puestos en la tranquera, para las ocho, hora en que pasaba el camión de la fábrica de productos lácteos.
Un relámpago cruzó el cielo. Luego otro. Y otro más. Hasta que un diluvio comenzó a caer. Pero nadie interrumpió su labor. La consigna era trabajar con normalidad, ignorando el clima. La supervivencia de la familia dependía de ello y la madre y los tres hijos lo sabían. Y por eso, también sabían, que no les quedaba elección. (Autor: Julio César Melchior).

sábado, 3 de agosto de 2019

Mamá era una mujer muy trabajadora

Mamá se levantaba a las cuatro de la mañana para amasar y hornear pan casero en el horno de barro que papá había construido en el fondo del patio de casa. Elaboraba el pan diario de cada jornada bajo la luz de un farol a kerosén. Lo hacía cantando. Con alegría. Contenta de la vida que llevaba.
Mientras hacía esto, encendía la cocina a leña, donde comenzaba a preparar la sopa que ingeríamos todos los días como entrada al plato principal del almuerzo. Era obligación que la sopa hirviera durante horas, con cuanta verdura se cosechara en la quinta: trozos de zanahorias, zapallos, zapallitos, papas, repollo, perejil, ajo… y por supuesto, abundante carne.
Después de terminar de hacer el pan, mamá lavaba la ropa de toda la familia en un enorme fuentón de chapa, refregando con sus manos en la tabla de lavar las prendas sucias de tierra y grasa de los hombres que trabajaban el campo. Las colgaba a secar al aire libre, a merced del viento, en largos hilos de alambre, tensados a lo ancho de la parte trasera del patio.
Era una tarea ardua y prolongada en la que colaboraban todas las mujeres del hogar, sin distinción de edad, así tuvieran veinte, quince o nueve años: era obligación so pena de castigo, sacar de la bomba el agua, acarrearla en grandes baldes, para que mamá pudiera realizar su labor.
Terminado ese menester, mamá comenzaba a preparar el plato principal del almuerzo: Kleis mit Sauerkraut, Wickelnudel… o algún otro manjar tradicional que andando el tiempo y la vida nunca nadie volvió a saborear con el mismo placer.
A las doce, cuando sonaban las campanas de la iglesia para rezar el Ángelus, toda la familia se sentaba alrededor de la larga mesa de madera de la cocina. Papá rezaba agradeciendo a Dios el alimento y el bienestar en que desarrollábamos nuestra existencia. ¡Y a comer! Mamá, papá, los abuelos, los tíos… Las personas mayores conversaban con gestos adustos y serios sobre temas que no incumben a los niños, que debían permanecer en silencio. Nada de hablar en la mesa y de tener que hacerlo, a las personas adultas se las trataba de usted.
A la tarde, mamá y los hijos, concurrían al campo a ayudar a papá, a arar, sembrar, cosechar… Dar vuelta la quinta con la pala, carpir… Juntar bosta de vaca para quemar en la cocina a leña… Alimentar los cerdos, las gallinas, patos, gansos, pavos… Las vacas lecheras… Las ovejas para consumo…
El trabajo parecía no terminar nunca.
Al atardecer, mamá y sus hijas, luego de bajar la ropa de los tendales, comenzaban las largas horas de planchar la ropa con las planchas a carbón. Almidonar los cuellos de las camisas… Zurcir las medias y remendar las prendas con parches de tela, sin importar el tamaño y cuanto se notara. Eran otros tiempos, en que las camisas y los pantalones remendados, se lucían con orgullo, porque eran símbolos de trabajo, muestras evidentes de que quien las vestía trabajaba de verdad.
Después mamá empezaba a preparar la cena a la par que amasaba y freía Kreppel en una sartén con abundante grasa, que comíamos espolvoreados con mucha azúcar, y acompañados de unos ricos mates.
Llegada la hora de la cena, papá volvía a rezar. Se repetía la misma escena del almuerzo: las personas mayores conversaban y los niños permanecían sentados en silencio, saboreando la última comida del día.
Concluida la cena, y lavados los platos, se leía algún pasaje de la Biblia, se rezaba y se cantaba en alemán. El abuelo buscaba la verdulera para tocar canciones llenas de nostalgia que rememoraban viejos amores, seres queridos que se quedaron para siempre esperando allá en las aldeas del Volga, en Rusia…
Mamá, ajena a todo, sentada en un rincón, cerca de la lámpara a kerosén, tejía con cinco agujas, guantes y medias, pensando en vaya uno a saber qué cosa. (Autor: Julio César Melchior).

jueves, 1 de agosto de 2019

Julio César Melchior, el escritor del Pueblo Santa María, incansable difusor de la cultura de los alemanes del Volga

 Incansable en la difusión de la cultura de los alemanes del Volga, Julio César Melchior, el escritor de los Pueblos Alemanes que tiene una increíble difusión en ámbitos académicos y en el público en general, anunció que se agotó uno de sus libros más buscados, junto con el que se ocupa de la gastronomía alemana, por lo que ha ingresado a la imprenta una nueva impresión del libro “La vida privada de la mujer alemana del Volga”.

“Estoy muy contento, porque se volvió a agotar el libro, y ya está en imprenta la 4ta edición y en estos últimos años es como que ese libro fue ‘redescubierto’. Lo publiqué creo que hace unos ocho o diez años, y como que, de golpe, en estos últimos años, lleva dos reimpresiones, una detrás de otra. En la anterior le había sumado más material de investigaciones que había hecho para sumarle más contenido, y ahora, en dos años, se agotó una nueva edición en forma muy rápida”.
¿Por qué tanto interés y en qué ámbitos? Indica el autor que, si bien “tiene una importante cantidad de lectores en todos los ámbitos, tiene un interés muy grande en todo lo que tiene que ver con estudiantes de orden terciario y de universidades. Lo utilizan mucho para estudiar, no sólo la idiosincrasia y la vida privada de la mujer alemana del Volga, sino que se puede transpolar a otras culturas, épocas, etnias. Despierta mucho interés por todo lo que vivió la mujer”.
El libro “engloba toda la vida de la mujer, desde la intimidad hasta su trabajo cotidiano, doméstico, junto al hombre. La educación, su formación. Yo creo que despierta mucho interés en cuanto a todo lo que tiene que ver ámbitos académicos. Aparte, porque el libro está también escrito de esa manera. Más que un libro de historia es como un ensayo”.
El libro tiene un gran valor por el carácter de la investigación, ya que el autor logró confesiones muy íntimas de los sentimientos y vivencias de las mujeres alemanas del Volga. 
“La totalidad de las entrevistas fueron hechas en el dialecto que se habla en las Colonias. Era la única manera de poder acercarme a las personas mayores. Y después, con cada persona fueron más de una entrevista. Hubo que hacerlas con mucha paciencia, escucharlas, demostrarles que las entrevistas y lo que se iba a hacer era con mucho respeto. Siempre tratando que no hubiera otras personas presentes, para que la entrevistada se abriera y contara. Y con el tiempo el trabajo iba avanzando y la experiencia que iba adquiriendo todo fluyó de manera sencilla. Porque aparte, las abuelas que vivieron todo ese tiempo era como derribar un muro, abrir un dique. Surgía toda una expresión de palabras, experiencias, de llantos, necesidad de hablar, ser escuchadas, sentirse contenidas”. 
Se lograron confesiones, “basadas en la confianza, logrando una empatía, cercanía con las entrevistadas; y la confianza que crea el compartir la misma lengua”.
Es imposible calcular cuántos libros se han vendido. Y en esta reimpresión se harán 1.500 libros, los que estarán listos en dos o tres semanas. 
Pero atención: porque muchos ya están encargados. Por lo que es importante hacer la reserva. 
“Esto es algo muy particular, porque hasta ahora las reservas solo venían sucediendo con el libro de la Gastronomía, pero ahora ocurre también con este libro, que despierta mucho interés, por lo que hay ejemplares reservados, y bastantes”, dice Julio César Melchior.

Ingresó a imprenta la cuarta edición del libro "La vida privada de la mujer alemana del Volga", del escritor Julio César Melchior

"Un trabajo de investigación de excelencia".

Agotado en su tercera edición, y tras trascender las fronteras del país, transformándose en un éxito, ingresa a imprenta la cuarta edición del libro "La vida privada de la mujer alemana del Volga", una de las nueve obras del escritor Julio César Melchior, utilizada en el ámbito académico por estudiosos de la historia y las ciencias sociales, y por estudiantes terciarios y universitarios para preparar sus tesis finales. 
El éxito del libro se sustenta en un profundo trabajo de investigación, que se basa en la premisa de revelar y reivindicar la vida privada de la mujer alemana del Volga. Relatando, mediante la voz valiente de sus protagonistas, la historia jamás contada y, muchas veces, totalmente ignorada por la sociedad patriarcal. 
La obra recorre toda la vida de la mujer, desde lo más conocido y evidente, desde su vida social y religiosa, desde lo familiar y doméstico, hasta lo personal y lo más privado, íntimo y secreto. 
"Un trabajo de investigación de excelencia" lo presentó un académico.
La cuarta edición se lanzará en las próximas semanas, con decenas de ejemplares ya reservados.