Rescata

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viernes, 29 de noviembre de 2019

La Navidad en las colonias en tiempos de nuestra niñez

En tiempos de nuestra niñez las celebraciones de Navidad eran muy austeras y humildes porque la mayoría de los habitantes de la colonia eran familias de escasos ingresos económicos y también porque, por aquellos años, lo más importante no eran ni el pino lleno de adornos y menos que menos las grandes comilonas, con sus respectivas sobremesas de pan dulces y ostentosos brindis, sino la asistencia a misa, llamada "Mette", o Misa de Gallo, que comenzaba a las doce de la noche, hora en que se conmemora el natalicio de Jesús.
A esta misa asistía toda la colonia, mayores, adolescentes y niños, absolutamente todos. Salvo los que se encontraran impedidos por alguna causa física o tuvieran a su cargo una tarea laboral impostergable, contaban con el permiso para faltar.
No se admitía, bajo ningún punto de vista, no concurrir a esta misa. Además, nadie lo hubiera hecho. No se asistía por obligación sino por convicción y por fe: se creía profundamente en Dios y la fe se practicaba con el ejemplo.
Lo importante era que la familia completa estuviera presente al momento de producirse el nacimiento del Niño Dios.
Y ese nacimiento se celebraba con alegría, con los corazones alborozados de felicidad y pletóricos de esperanza.
Y un último detalle, fundamental para la Navidad y los niños de la época, después de misa, una vez que toda la familia estaba ya en casa, llegaba el Pelznickel y el Christkindie. Dos personajes que marcaron fuertemente nuestra niñez. (Autor: Julio César Melchioor).
Para más información, pueden consultar mi libro "La infancia de los alemanes del Volga", que se puede adquirir desde cualquier lugar del país. Para consultas comunicarse al siguiente correo electrónico: juliomelchior@hotmail.com.

El Stollen, es el pan dulce tradicional de Alemania


El Stollen, también llamado Christstollen, Weihnachtsstollen o Striezel (en alemán) es un pan dulce típico alemán del tiempo de adviento y de la época navideña. Por su forma debe recordar a un niño recién nacido envuelto en sus pañales, en concreto, al mismo niño Jesús. Esto explica su capa externa de azúcar glaseado.

La primera mención de este pan dulce en un documento data del año 1329 en Naumburgo a orillas del Saale, como un regalo de navidad ofrecido a un obispo. Por aquel entonces era más ligero, ideal para los ayunos de adviento.
Las tradiciones católicas no permitían la ingesta de leche y de mantequilla durante los periodos de ayuno. Por esta razón la masa de los primeros Stollen sólo podía ser elaborada con ingredientes sencillos, como agua, avena y aceite de nabos.
La forma de elaboración primitiva desagradaba a los nobles de la época debido a su sabor austero, por lo que en 1430 rogaron al príncipe Ernesto de Sajonia y a su hermano, el duque Alberto, que intercedieran ante el papa Nicolás V para que fuera posible incluir la mantequilla en la receta del Stollen. Pero el Santo Padre rechazó la petición.
El primer papa que permitió por fin incluir este alimento en el ayuno de adviento fue Inocencio VIII que en 1491 escribió una carta autorizando su uso. La misiva fue llamada: Carta de la mantequilla (Butterbrief en alemán), pero puso como condición que se sustituyera el aceite por la mantequilla.
La Butterbrief tenía aún algunas exigencias más: cada vez que se elaboraba un Stollen, debería pagarse una cantidad a la Iglesia para construir la catedral de Freiberg.
La Butterbrief establecía en sus comienzos que sólo los nobles y algunos de sus allegados podrían probar este dulce, pero pronto se extendió al pueblo este permiso. De esta forma se podría decir que Inocencio VIII fue el primer papa que escribió la receta de un “postre”.

En mi libro "La gastronomía de los alemanes del Volga, podrán encontrar varias recetas de Stollen. Se puede adquirir personalmente en los barrios de Belgrano o Palermo, en la ciudad de Buenos Aires, o en pueblo Santa María, en Coronel Suárez o recibirlo por envío postal desde cualquier lugar del país. Comunicarse al correo electrónico:juliomelchior@hotmail.com.

Un libro que rescata el pasado de los alemanes del Volga es un tesoro

Un libro que contiene la historia de nuestros antepasados es la memoria viva de nuestra identidad como seres humanos individuales y como personas colectivas, es decir, es el baúl que conserva en el espacio y en el tiempo la herencia que nos legaron nuestros ancestros y es, a la vez, la evidencia clara del trabajo desarrollado por un investigador y escritor comprometido con la idea de rescatar y revalorizar nuestro pasado.
Un libro que contiene la historia de nuestros antepasados debe ser leído con atención y en profundidad, debe formar parte de nuestra biblioteca y nuestra vida cotidiana y debe ser permanente consultado. Su contenido debe integrarse a nuestra memoria, amalgamarse con nuestros propios recuerdos, para terminar de conformar nuestra identidad o terminar de tomar conciencia definitiva de que somos descendientes de alemanes del Volga.
Por eso es momento que entendamos el valor que tienen los libros de historia que rescatan y revalorizan nuestra cultura y también valoremos en su justa dimensión el trabajo que, desde hace años, los escritores e investigadores, venimos desarrollando para recuperar el material histórico cultural que está impresa en esas obras.
Aquí les presento varias de esas obras, que rescatan ampliamente, desde lo histórico, cultural y sociológico, la historia de nuestros antepasados, los alemanes del Volga: "Historia de los alemanes del Volga", "Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga", "La vida privada de la mujer alemana del Volga", "La infancia de los alemanes del Volga" y "La gastronomía de los alemanes del Volga".
Y se pueden adquirir personalmente en los barrios de Belgrano o Palermo, en la ciudad de Buenos Aires, o en pueblo Santa María, en Coronel Suárez o recibirlo por envío postal desde cualquier lugar del país.

jueves, 21 de noviembre de 2019

La tabla del 9: sucedió en una escuela de la colonia de antaño

El maestro ordenó al alumno, de ocho años, que se parara al lado del banco y recitara la tabla del nueve.
El niño, asustado, y con el rostro lleno de pánico, respondió, titubeando:
-9 por 1 es 9, 9 por 2 es 18, 9 por 3 es... 27.
- Más rápido -ordenó el maestro.
-9 por 4 es… es… es… 36! -balbuceó el alumno.
-Por fin! -gritó el maestro. Desde cuando es Ud tartamudo? No me conteste. No me conteste. Siga! Siga! No se detenga. Si seguimos así vamos a terminar a la noche.
-9 por 5 es… -continuó el niño temblando. Es… es… 35. 9 por 6 es… es… 64.
-No. No. No. Y no! Burro! -aulló el maestro descargando un golpe con el puntero sobre el banco, con tan mala suerte que se partió en dos.
-Mire lo que me ha hecho hacer. Se da cuenta? Ahora me va a tener que traer un puntero nuevo. Que su padre lo haga. No es carpintero?
El niño comenzó a llorar desconsoladamente porque sabía que si llegaba a casa con la noticia de que el maestro lo culpaba de romper el puntero, su padre lo iba a castigar con la alpargata, con suerte, o con el cinto, dependiendo de su humor y del gasto económico y la pérdida de tiempo que le iba a demandar reponerlo. Además todo alumno sabía también que a esto había que sumarle la humillación que sentían los padres cuando uno de sus hijos era reprendido en la escuela. Castigo en la escuela era sinónimo de castigo en la casa. Y los niños lo sabían. Porque la palabra del maestro no era puesta en duda jamás.
-Venga para acá! -ordenó el maestro rojo de furia. Ahora se va a parar ahí, mirando el rincón hasta la hora del recreo. Ah! Y le aviso que al recreo no va a salir! Se va a quedar en el aula repitiendo conmigo la tabla del 9 hasta que la sepa de memoria. (Autor: Julio César Melchior).

sábado, 16 de noviembre de 2019

No sientas vergüenza de hablar en la lengua de tus padres

No calles tu voz. Di tu opinión. No dejes morir en el corazón la sabiduría de tu palabra. Pero dila en alemán. Haz un esfuerzo. Sé que puedes hacerlo. Y que sabes hacerlo. Verás que será una manera simple y sencilla de rendirle homenaje a tus padres, a tus abuelos, a tus ancestros. Aún estás a tiempo; no dejes pasar la oportunidad. Porque algún día, cuando ya sea muy tarde de aprender la lengua de tus antepasados, te arrepentirás de no haberlo hecho.
No importa cómo pronuncies tu discurso; lo importante es que te oigan, que vean que no tienes vergüenza de decir palabras en alemán; para que otros te imiten, para que otros se atrevan; para que seamos más y nuestra lucha cotidiana valga la pena.
Atrévete. Rompe las cadenas de la vergüenza. Destruye el candado que te pusieron en la boca las personas que siempre tienen algo que decir y criticar. Asume tu rol en el que te puso la historia y sé protagonista del cambio. No permitas que los años se lleven tu herencia: no dejes que el paso de los días sepulten tus tradiciones y costumbres y que el olvido te quite la oportunidad de comunicarte en la lengua de tus ancestros.
Ten conciencia que esa lengua que casi nunca tienes en cuenta y que a veces hasta desvalorizas y desprecias, lleva en sus sílabas la voz de miles de almas que la utilizaron antes que tú. Que esa lengua lleva el sello de una estirpe de hombres y mujeres que grabaron sus nombres en la historia y que su pasado se remonta allá lejos, en los siglos lejanos, en que tuvieron lugar las grandes epopeyas que marcaron a la humanidad y la hicieron trascender y progresar en el tiempo y el espacio.
Por eso, piensa bien lo que haces. No pierdas tiempo. No dejes pasar la oportunidad y aprende la lengua de tus ancestros, hoy que todavía sobrevive en la voz de personas que aún la hablan cotidianamente en las colonias. (Autor: Julio César Melchior).
Para poder rescatar las canciones de la infancia de nuestros padres y abuelos, en el dialecto y castellano, no dejen de leer mi libro "La infancia de los alemanes del Volga ". Para adquirirlo comunicarse al correo electrónico: juliomelchior@hotmail.com.

Una antigua historia de amor

-No te vas a casar con él -gritó el padre parado frente a su hija que, sentada junto a la mesa de la cocina, lloraba desconsoladamente. Nunca! Me escuchaste? Tenés que buscarte un novio de la colonia. Tantos muchachos que hay en la colonia y justo te venís a fijar en el amigo de Pedro. Sos ciega o qué? No ves que es un vago bueno para nada. Todo el día de farra. Cuánto baile hay en el club, el señorito está presente, bailando y chupando. Vive de joda en joda. Te querés morir de hambre? Y que va a hacer de tus hijos? Pensaste en ellos? -levantó la voz el padre. Claro que no! Que vas a pensar en tus hijos. Solamente pensás en tu calentura. Nada más que en tu calentura -repitió furioso e indignado. Me das vergüenza. Nunca pensé que una hija mía me saldría tan desviada. Qué te enseñaron en las clases de religión cuando tomaste la comunión? No te enseñaron que es pecado correr detrás de los hombres como una hembra alzada? Eso lo hacen los animales, Sakerment!
Una lágrima rodó por el rostro del padre. Su indignación lo superaba. Deseaba golpear a su hija. Sacarse el cinto y meterle las ideas a golpes, como cuando era chica y no quería entender que las ciruelas del vecino no se pueden robar.
A su lado estaba la madre, llorando desconsolada, el rostro escondido entre sus manos. -Ojalá Dios la perdone, pobre hija mía -pensaba. Ojalá Dios no nos castigue por tener una hija descarriada. Qué hice mal para merecer semejante castigo?
La hija tenía la cabeza baja. Su cuerpo temblaba de miedo. Temía el castigo paterno y también el castigo divino. El padre seguramente la iba a castigar físicamente y Dios? Ella no lo sabía. Pero imaginaba que la castigaría con una maldición con la que tendría que cargar toda la vida por poner los ojos en un muchacho ajeno a la colonia. Un muchacho de apellido González. Que no era alemán. Que no era unsere leute. Que según todos, jamás sería como los demás habitantes de la localidad y que seguramente, terrible profanación, ni siquiera creía en Dios porque nadie lo había visto asistir a misa jamás. Tampoco nadie lo había visto participar de las procesiones.
-No vas a salir de la casa hasta que no haya hablado con ese degenerado. Me escuchaste? -preguntó el padre. La vas a ayudar a tu madre pero siempre dentro de la cocina. Después de que haya hablado con él, se le van a ir las ganas de andar seduciendo jovencitas. Degenerado de porquería. Eso pasa por dejar entrar a esa clase de gente a la colonia.
Luego de la escena, el padre salió. La madre se sentó junto a la mesa a llorar amargamente. La hija se retiró a la habitación.
Cuatro horas después, cuando el padre ya había regresado, con el gesto adusto y la satisfacción del deber cumplido, llegó la hora de cenar, la madre descubrió que su hija no estaba en la habitación: había huido por la ventana.
El padre, la madre, los hermanos, tíos, abuelos, todos salieron a buscar a la hija por toda la colonia. No la encontraron. Como tampoco encontraron al tal González.
-Seguro que huyeron juntos -opinó un vecino.
-Lo único que nos falta! -gritó la madre. Que los vecinos hablen de nosotros.
No volvieron a saber de su hija hasta que diez años después, cuando alguien que llegó de un largo viaje, le contó al padre que la había visto en Bahía Blanca, en una zona donde vivían varias familias alemanas y que estaba casada con González y tenía cuatro hijos.
El padre no dijo palabra. Como tampoco le contó la novedad a su esposa. Para él, su hija había muerto el día que tomó la decisión de huir. (Autor: Julio César Melchior).
Para conocer en profundidad aspectos sociales, psicológicos, religiosos y más, no dejen de leer el libro "La vida privada de la mujer alemana del Volga ". Lo reciben en su domicilio (solicitar información en el correo electrónico:juliomelchior@hotmail.com) o lo pueden adquirir personalmente en los barrios de Belgrano, Palermo, en Buenos Aires, Argentina, o en pueblo Santa María en Coronel Suárez.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

"Abuela es una genia"

Puso a hervir agua en una cacerola le agregó sal gruesa. En la sartén, también sobre la cocina a leña, puso a freír trocitos de pan. Regresó a la mesa. Acomodó la masa. Espolvoreó harina. Descolgó el palo de amasar de la pared. Doña Elvira cocinó un plato tradicional. Lo preparó como elaboraba su madre, que lo heredó de sus ancestros. Con mucho amor. Para la familia. Para sus hijos. Para sus nietos.
Pañuelo en la cabeza. Una canción alemana en los labios. Un brillo especial en los ojos. Satisfacción y orgullo. "Cocina mejor que cuando era joven", opinan sus hijos. "Abuela es una genia", sostienen los nietos. (Autor: Julio César Melchior).

Todos debemos asumir el compromiso de mantener viva la memoria de nuestros ancestros

Todos tenemos que asumir el compromiso de trabajar juntos en el rescate y la conservación del legado histórico y cultural que dejaron nuestros ancestros. En este tema en particular, no son aceptables las excusas ni los pretextos, por más bienintencionados que sean. Porque los años pasan y cada vez nos vamos alejando más de aquel tiempo heroico en que nuestros abuelos llevaron a cabo la epopeya inmigratoria. Y cuanto más nos alejamos en el tiempo, más difícil se nos hace no solamente para conservar nombres de aldeas y personas, fechas de las emigraciones y de las fundaciones de las aldeas y colonias primigenias, tanto las que se erigieron en las márgenes del río Volga, como las que se levantaron aquí, en la Argentina, sino también para reconstruir el estilo de vida de aquellas familias y sociedades, su idiosincrasia, su forma de ser y comportarse, tanto en el ámbito privado, como en el ámbito público.
Conscientes que en este compromiso se basa nuestro presente y nuestro futuro, y la preservación de nuestra identidad como pueblo de descendientes de alemanes del Volga, es que asumimos y mantenemos nuestras convicciones firmes e inalienables a lo largo de más de dos décadas de incansable trabajo de investigación y publicación de un amplio número de obras literarias, en las que sobrevive el alma y el corazón de nuestros antepasados, con su historia, cultura, tradiciones y todo el amplio espectro de sus vidas, tanto públicas como privadas.
Nos enorgullecemos de presentar nuestras obras y los invitamos a tenerlas en sus bibliotecas, para mantener viva la memoria de nuestros ancestros y no olvidarnos jamás del inmenso legado histórico y cultural que nos dejaron.
No perdamos tiempo. Nuestros ancestros lo entregaron todo por nosotros en su momento, ahora nos toca a nosotros entregarlo todo para conservar vivo su recuerdo y su legado.
Los títulos de las obras a las que hacemos mención son: Historia de los alemanes del Volga, Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga, La vida privada de la mujer alemana del Volga, La infancia de los alemanes del Volga, La gastronomía de los alemanes del Volga.
Y se pueden adquirir en Capital en los barrios de Belgrano o Palermo, en pueblo Santa María partido de Coronel Suárez o recibirlos a domicilio mediante un envío postal. Para mayor información comunicarse a juliomelchior@hotmail.com. No dejen pasar la oportunidad de tenerlos!

domingo, 10 de noviembre de 2019

Se viene con todo la cuarta edición de la Füllsen Fest en Pueblo San José

La Füllsen Fest es una gran fiesta popular de los alemanes del Volga, con grandes y multitudinarios eventos gastronómicos y culturales. Se llevará a cabo el fin de semana del 16 y 17 de noviembre, en Pueblo San José, ubicado en el Partido de Coronel Suárez, en la Provincia de Buenos Aires.

Ya llega la cuarta edición de esta fiesta, cuyos organizadores la sienten como la primera, y como “una de las mejores que vamos a tener, por la logística que se ha implementado, donde sumamos a la calle Pringles como un paseo peatonal, con dos estacionamientos, uno en La Soñada y otro en el Club Germano, en Equino Terapia, para descomprimir la circulación de autos en la Colonia. Con una intensidad de espectáculos alemanes, ballet, cantantes locales de Pueblo San José incluso”, dijo Diego Dome, Presidente de la comisión organizadora de la Füllsen Fest.
“Hay un montón de espectáculos para vivir los dos días. Estamos a full para vivir la organización. La Füllsen Fest va a tener su stand con merchandising, ventas de jarras, se van a vender comidas. El Club Germano va a hacer un almuerzo como hace todos los años, va a estar el Rotary de Las Colonias, las escuelas. Todo organizado entre las instituciones y la Asociación Füllsen Fest”.
La gente tendrá la oportunidad de ampliar su paseo con el acceso peatonal por la calle Pringles, “donde los distintos comercios que están ahí, los kioscos, van a poner mesas afuera. También puede haber algún artesano en la Plaza Sergio Denis. Nos pareció lindo que hubiera este paseo peatonal antes de entrar al predio de la Füllsen, donde van a estar todos los patios de comida, artesanos, reventas, instituciones”.
A los lugares de organización de la fiesta, en Pueblo San José, se podrá ingresar por las calles Mariano Moreno, French, Berutti o San José.
También por la Avenida Alemanes del Volga.
En la calle San José estarán instalados alrededor de 15 baños químicos.
En cuanto al patio de comida, “van a estar las instituciones vendiendo distintos productos gastronómicos. Por supuesto, mucho Füllsen y todo lo que comprenda la gastronomía a los alemanes del Volga”.
El sábado 16, a partir de las 17 horas, comienza la fiesta, con el patio de cerveza artesanal, en su segunda edición. Los espectáculos de ese día cerrarán con el Grupo Universitario.
Y el domingo Los Rancheros, alrededor de las 20 horas, y luego el sorteo de la rifa del cuarto de millón de pesos, que se vendió en el marco de esta cuarta edición.

sábado, 9 de noviembre de 2019

La sabiduría que nos legaron nuestras abuelas

Cierro los ojos y todavía escucho a mi abuela repitiendo una y otra vez la frase "Das Haus verliert nichts", cada vez que nos sentábamos a la mesa a hacer la tarea y nos quejábamos porque no encontrábamos el lápiz, la goma de borrar o el compás. La misma frase que repetía cuando ella misma no recordaba dónde había dejado la tijera cuando se disponía, por las noches, luego de la cena, a remendar la ropa de la familia. O, cuando el abuelo, rezongando, buscaba su gorra, olvidando que la había dejado sobre mesa de luz.
Hoy, ya grande, comprendo que la abuela siempre tenía razón, porque "Das Haus verliert nichts", que literalmente significa "La casa no pierde nada".  (Autor: Julio César Melchior).

martes, 5 de noviembre de 2019

Una familia bajo la intemperie

Abuela Mercedes tejía medias de lana con cinco agujas mientras su hijo leía la Biblia en voz alta y su nuera zurcía diferentes prendas de la familia, sentados alrededor de la mesa familiar. Los niños escuchaban atentos a su padre. La lámpara a kerosén iluminaba el lugar y la cocina a leña le daba calor.
Una casa de adobe en el campo. Bajo un cielo estrellado de invierno. Una familia alemana del Volga colonizando la tierra, labrando el suelo, sembrando sueños.
Y a lo lejos acechando una tormenta. Truenos. Relámpagos. Un fantasma negro en el horizonte. Que se acerca lentamente devorando de a una las estrellas. De la misma manera que devorará la vivienda. (Autor: Julio César Melchior).

viernes, 1 de noviembre de 2019

¿Se acuerdan qué se celebraba en las colonias de antaño, luego de conmemorarse sucesivamente el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos?

Los invito a leer y a revivir una antiquísima tradición que aún sobrevive en algunas colonias de alemanes del Volga: Las rogativas.

“Durante las Rogativas se visitaba las tres cruces erigidas en los aledaños de la colonia, los niños marchaban adelante en formación y tomados de la mano, en dos bandas, varones y niñas. En medio caminaba Don Juan, todo lleno de devoción. Trasmitiendo por repetición hacia la grey infantil las Letanías de todos los Santos, para su contestación.
Los muchachos rezaban distraídamente, mientras sus ojos vagaban por los campos vecinos, llevándose a cada rato algún pozo por delante. Entonces Don Juan intercalaba sabias advertencias entre las advocaciones: ¡San Matías... ruega por nosotros!... ¡San Pedro. . . chicos más hacia la alambrada! . . . ruega por nosotros ¡Santa Cecilia... vean por donde caminan!... ruega por nosotros! ¡San Andrés. . . mira infeliz qué has pisado!. . . ruega por nosotros!” –escribió alguna vez el Padre José Brendel.

Greuz gehen

Las Rogativas se definen como la visita en procesión para celebrar una ceremonia litúrgica frente a tres cruces enclavadas en tres puntos cardinales en las afueras de la colonia y que, en su conjunto, representan a la Santísima Trinidad. La procesión, precedida por un sacerdote, los monaguillos y el Schulmeister, portando una cruz, parte de la iglesia durante las tres mañanas siguientes a la conmemoración del Día de los Fieles Difuntos, o sea, el 2 de noviembre, para dirigirse a una de las cruces, en tres jornadas sucesivas, erigida a uno de los laterales de las calles de acceso a la localidad, para celebrar una ceremonia religiosa en Acción de Gracias por los dones recibidos durante el año fenecido y solicitar que la próxima trilla sea buena y que Dios prosiga bendiciendo a la comunidad con su gracia divina. La procesión retorna, cantando y rezando, a la iglesia, donde el sacerdote oficia una misa.
Un antiguo cuadernillo rememora que “los colonos se dirigen en procesión a las cruces, imbuidos de un profundo misticismo, y acompañados de las letanías de los santos; mientras que ya en el lugar, frente a Jesús crucificado, el sacerdote, luego de expresadas las letanías, oraciones y cantos, rocía con agua bendita los campos en señal de gratitud por los dones recibidos y en solicitud de buena cosecha. Y al término de la procesión oficia una misa en la parroquia.
La tradición proviene de antaño –continúa revelando el texto-, cuando San Gregorio Magno en el 590, las fijó para otorgarle mayor trascendencia a los festejos de la conmemoración de la entrada de San Pedro a Roma. Otros relatos, sin embargo, sostienen que el Papa lo hizo para sustituir las celebraciones paganas llamadas “Robigalia” (en honor al dios “Robigus”) que antiguamente efectuaban los labradores romanos, con procesión por los campos, para interesar la deidad a favor de los sembrados”. (Autor: Julio César Melchior).