Por
Alejandra Biurrarena
Siempre hay que saber cuándo una
etapa llega a su fin. Completar ciclos, cerrar puertas, terminar capítulos, son
elecciones, a veces propias, a veces ajenas.
Lo cierto es que cuando la elección es propia todo es más fácil, uno olvida las otras alternativas. Difícil cuando las elecciones se nos imponen y destierran así todo aquello que se deseaba. Quitar uno a uno los rastros de esos sueños muertos, enraizados en nuestro alma infantil y un tanto inocente que es obligado a crecer de golpe y ver una realidad donde nadie es fiel a sus sueños, a sus intuiciones, donde el miedo a los cambios supera a los deseos, donde el miedo pisotea todo deseo de confiar en el otro. Una realidad donde parece más importante el pasado y sus dolores, que apostar a un futuro lleno de nuevas esperanzas y caminos por recorrer.
Lo cierto es que cuando la elección es propia todo es más fácil, uno olvida las otras alternativas. Difícil cuando las elecciones se nos imponen y destierran así todo aquello que se deseaba. Quitar uno a uno los rastros de esos sueños muertos, enraizados en nuestro alma infantil y un tanto inocente que es obligado a crecer de golpe y ver una realidad donde nadie es fiel a sus sueños, a sus intuiciones, donde el miedo a los cambios supera a los deseos, donde el miedo pisotea todo deseo de confiar en el otro. Una realidad donde parece más importante el pasado y sus dolores, que apostar a un futuro lleno de nuevas esperanzas y caminos por recorrer.
Esa fuerza obligada a tener que
rehacer el camino, tratar de dejar atrás el equipaje innecesario aunque eso
signifique dejar parte de su alma a un lado del camino, descubrir el
sufrimiento de las ilusiones perdidas y la angustia de esperar largo tiempo
acontecimientos importantes.
He leído que hay cosas que han
sido colocadas en nuestras vidas para reconducirnos al verdadero camino de
nuestra Leyenda Personal. Otras surgen para que podamos aplicar todo aquello
que aprendimos. Algunas, finalmente, llegan para enseñarnos.
Hoy hago el esfuerzo por llenar
de nuevo mi vida, por reconstruir la confianza en mis virtudes, valorar
aquellos momentos y personas que recorren a mi lado este camino llamado vida.
Hoy elijo unirme a los que
cantan, a los que cuentan historias, a los que disfrutan de la vida y tienen
alegría en los ojos. Porque la alegría es contagiosa e impide que las personas
se dejen paralizar por la depresión, por la soledad y por las dificultades.
No sé cuánto es el tiempo que
deberá pasar para concluir mi sueño, pero decido vivir cada momento como si
fuese el último. Apuesto a regalar siempre una sonrisa a todo aquel que se
cruce en mi camino, todos ellos formaran parte de mi historia. Al fin y al cabo
uno nunca sabe quién puede enamorarse de nuestra sonrisa!
“La
vida es un juego fuerte y alucinante.
La vida es lanzarse en
paracaídas,
es arriesgarse,
caer y volver a levantarse.
Es alpinismo:
es querer subir a lo alto de uno
mismo
y sentirse angustiado e insatisfecho.
cuando no se lo consigue.
Si confío en que Dios guía esa
montaña rusa
entonces no se trata de una
pesadilla
sino de un juego excitante, pero
seguro y confiable
que llegará hasta el final.
Mientras dure, yo mirare el
paisaje a mi alrededor
y viviré con intensidad mis
emociones”
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