Fuente: www.lanuevaradiosuarez.com.ar
Recuerdos de la niñez de antes, del concepto de
familia, de la conciencia de trabajo y dignidad por sobre todas las cosas.
Manuel
Valea nació en Pueblo San José. Aunque su apellido es bien gallego su abuelo se
instaló con un almacén de ramos generales en la segunda Colonia Alemana.
En aquellos
años las calles eran de tierra, el trabajo de todos era diario, las tradiciones
estaban bien presentes y el respeto de los más chicos hacia los adultos no se
discutía.
Sentado en
el living de la casa paterna, en la misma vivienda donde en una de cuyas
habitaciones nació, en los años en que la partera, Antonia Querejeta de Pisano
en su caso, concurría a los domicilios para atender los partos, recuerda los
años de su niñez.
“Nos
hacíamos las hondas no de hierro sino que buscábamos una buena horqueta de los
árboles (rama en forma de v), le pedíamos un pedazo de goma al gomero del
barrio y al zapatero un pedazo de cuero. De la misma manera en forma creativa
nos fabricábamos caballitos con los huesos de los caballos y autos con los
cajones de dulce de membrillo, a los que les hacíamos ruedas de troncos. Y no
éramos ningunos mansos: como han pasados los años y ya estoy lejos de la
posibilidad de alguna penitencia lo puedo contar. No usábamos piedras para
tirar con la honda, usábamos una especie de balín que venían como parte del
seguro en los tambores de combustible y que el abuelo Manuel descartaba a
medida que iba utilizando”, contó “Nene” Valea.
Luego nos
explicó que “debimos haber roto más de una vez algún vidrio que nos valía por
supuesto una penitencia severa en casa. La más leve era quedarse sin jugar por
unos cuántos días; pero había otras, quedarnos sin postre un mes por ejemplo, y
por supuesto que debíamos permanecer en la mesa hasta que nos daban
autorización para levantarnos, aunque se estuviera sirviendo el postre
preferido nuestro que no podíamos disfrutar por el castigo”.
En la
segunda parte de la nota, Manuel Valea habla de la admiración que siente por
este pueblo trabajador.
Indica que
“no me corresponden las generales de la ley, lo veo desde afuera, porque soy un
gallego implantado en las Colonias y en San José, que siento como mi pueblo. No
en vano cuando Nicolás Avellaneda, el Presidente más joven que tuvo nuestro
país, con una extraordinaria visión de futuro, envió a las colonias alemanas
que estaban a orillas del Río Volga a un emisario para invitarlos a venir a
trabajar la tierra sabía que estaba convocando a gente muy laboriosa. Habían
hecho de un desierto en Rusia un verdadero vergel” señaló con un tono casi
nostálgico.
Manuel
concluyó afirmando que “yo estoy convencido en el empuje y la convicción para
conseguir lo que uno se propone, lo que hace a la pujanza del Distrito lo hemos
conseguido con el espíritu que impregnaron las Colonias Alemanas, por eso
nuestro Partido se puede ver más floreciente que otros pueblos de la zona. Esto
es producto de lo que nos enseñaron los alemanes del Volga”.
Leyendo ésta historia me lleno de esperanza para que las generaciones venideras puedasn volver a vivir con éstos valores dentro de una sociedad menos materialista y mas respetuosa. Donde se trabaje en conjunto y no mirando sólamente lo de cada uno en particular.
ResponderEliminarBrillante tu reflexión, Mariposa! Coincido plenamente contigo; pero, debo reconocer que, cada día que pasa, estamos más lejos de ese mundo ideal. Ese mundo dónde tenga más trascendencia el SER que el TENER. Abrazo grande y gracias por visitar mi blog, leer y tomarte el tiempo de escribir tu opinión!!!
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