Por Jorge Alberto Gareis Lechmann
En el campo era
común que cada familia tuviera cría de cerdos, cuya carne en el transcurso del
año era convenientemente utilizada.
La tarea diaria
de alimentarlos y darles de beber arrojaba sus frutos posteriormente ya que
siempre se empezaba por los más chiquitos: los lechones.
Los lechones
siempre tenían que estar a punto ya sea para consumo propio, alguna visita
inesperada de algún pariente o por la llegada de compradores de la ladea o de
la ciudad.
Se elegía a un
par de ellos, que se suponía podían tener un desarrollo mejor que los otros,
pensando en un futura faenada, por lo cual eran bien alimentados y se debía
dejar pasar el tiempo nada más.
Debía esperarse
días fríos para la carneada y previo a ello se habían adquirido ya las tripas,
la madeja de piola y los ingredientes para condimentar la carne.
El día señalado
comenzaba la labor bien temprano, calentando cantidad de agua, que era
utilizada para limpiar (pelar) el cerdo recién faenado, llevando este trabajo
un par de horas, a pesar de los cuchillos filosos que rasuraban toda la piel y
quitaban por completo los pelos.
Cuando se
ultimaba al chancho, se guardaba la sangre para la elaboración de las
morcillas; al eviscerarse al animal se aprovechaba su corazón, hígado y
estómago.
En el trabajo de
la carneada participaban varias personas, hombres y mujeres, que realizaban
distintas tareas durante el día. Unos trozaban y molían la carne vacuna, otros
cortaban y trozaban el cerdo, para su posterior molida; otros a cocinas o
preparar el rico asado.
La carne picada
era colocada en bateas de madera, donde se mezclaba la vacuna con la porcina,
condimentándose todo para dejar estacionar.
Posteriormente y
utilizando la picadora de carne manual, se comenzaba con el embutido de los
chorizos, que eran elaborados para su secado en largas cañas adheridas al
techo.
Para embutir se
destacaba la habilidad de algunas personas. Quiero resaltar el caso de mi madre
Catalina Lechmann de Gareis, por la dedicación y esmero en la tarea. Los
chorizos salían compactos y de muy buen gusto. Se veía además la rapidez para
atar los embutidos.
Los chorizos
blancos y las morcillas tenían idéntica ubicación, no así el famoso queso de
chancho y las paletas.
Una de las
delicias que guardo en mi mente, es la panceta o tocino, que se consumía crudo
con pan o simplemente frito en la sartén, tanto a la mañana como a la noche,
muchas veces acompañado de un buen café negro (Schwartz kafee) para quitarnos
el frío.
La
jornada era agotadora, pero no se perdía tiempo, pues todos saben que en
invierno los días son cortos y debía aprovecharse la luz natural. Aún así
siempre quedaban tareas que se finalizaban al día siguiente en que se veía el
resultado: los chorizos en las cañas.
Mi apellido es Naab, que significa? hay un Río con ese nombre?
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