La abuela Ana hojea el libro y dos lágrimas comienzan a caer por sus mejillas, se deslizan por su rostro y se pierden en la inconmensurable tierra de los recuerdos. Se ve niña, aprendiendo a cocinar, junto a su madre, en la amplia mesa de madera gastada de la cocina. Amasan Kreppel mientras sobre la cocina a leña se calienta la grasa en la sartén. Su madre estira la masa con el palo de amasar. Le da forma a los Kreppel y uno a uno los coloca dentro de la sartén. Los fríe y los saca para espolvorearlos con abundante azúcar.
La abuela Ana piensa en su madre y en las ricas comidas que le enseñó a hacer. Recuerda cuando preparó su primer Dünne Kuche, sus primeros Strudel, algunos rellenos de ricota, otros de chucrut y otros de manzana. Los Wückel Nudel con estofado de carne. Los Kleis, con cebollitas y trozos de pan rehogado en grasa, en la sartén. Los fideos caseros puestos a secar al sol, antes de cortarlos en tiras finitas para arrojarlos a la cacerola con agua hirviendo. Las largas madrugadas amasando el pan diario para hornearlo en el horno de barro. Y tantas y tantas comidas más que es imposible recordarlas a todas juntas pero que descubre en el libro.
La abuela Ana vuelve a hojearlo y una nostalgia profunda le llena el alma de sabores y aromas. El libro “La gastronomía de los alemanes del Volga”, del escritor Julio César Melchior, le trae al presente no solamente las recetas, los sabores y aromas de la colonia de antaño, sino también la imagen de su hogar, su familia, sus seres queridos que ya no están y la amada e inolvidable imagen de su madre.
La abuela llora desconsoladamente. Llora de tristeza y, a la vez, de felicidad. De tristeza, por las personas que ya no están, y de felicidad, por descubrir un libro que perpetúa en el recuerdo las recetas de su madre y de todas las madres alemanas del Volga. (Autor: Julio César Melchior).
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