Llovía. Las calles de la colonia
eran un fangal. Los carros se desplazaban arrastrados por los caballos como si
fueran de plomo, el barro los detenía a cada paso. Los hombres, sentados en el
pescante, con las riendas sujetas en las manos congeladas, titiritaban de frío.
Era invierno. Anochecía. Los colonos regresaban a sus hogares. No era tarea
sencilla labrar la tierra virgen y fundar un pueblo. Era necesario saber de
todo. Y todo escaseaba. Era una vida dura y
difícil; pero no por ello dejaba de ser una vida feliz.
Los
colonos trabajaban cantando… Se enfrentaban a los problemas rezando… Siempre
lograban salir adelante. Pese a todo y contra todo. Nunca bajaban los brazos ni
se daban por derrotados. Sembraban y el trigo nacía. Edificaban y las viviendas
se levantaban por doquiera. Se formaban nuevas parejas; nacías nuevos hijos; el
pueblo crecía; y el campo florecía dando frutos. Nada les resultaba imposible.
Absolutamente nada.
Hoy,
sus descendientes, sabemos que tuvieron razón en no claudicar, en no darse por
vencidos. Las tres colonias, Pueblo Santa Trinidad, San José y Santa María, así
lo demuestran. Las tres comunidades son su legado más grande y hermoso. ¡Loados
sean nuestros ancestros! Autor: Julio César Melchior.
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