Al igual que en los hogares, el espíritu festivo transformaba la aldea. La iglesia se vestía de fiesta, con grandes y vistosos arreglos florales en el altar, que se cubría con manteles más elaborados, en los púlpitos y en otros lugares destacados del templo, se encendían más velas que las habituales y se colocaban estandartes y guirnaldas.
Hilando Recuerdos
Historia, costumbres y tradiciones de los alemanes del Volga. Investiga y escribe: Julio César Melchior
Rescata
miércoles, 30 de abril de 2025
Pueblo San José celebra el fin de semana su fiesta Kerb pero… ¿Qué es una fiesta Kerb?
Al igual que en los hogares, el espíritu festivo transformaba la aldea. La iglesia se vestía de fiesta, con grandes y vistosos arreglos florales en el altar, que se cubría con manteles más elaborados, en los púlpitos y en otros lugares destacados del templo, se encendían más velas que las habituales y se colocaban estandartes y guirnaldas.
domingo, 20 de abril de 2025
Los almuerzos del domingo de Pascua en las aldeas de antaño de los alemanes del Volga
Los almuerzos de Pascua, tras haber asistido todos a misa para celebrar la resurrección de Jesús y la bendición del agua bendita, eran un momento de fiesta, de mesas largas y de alegría.
El plato típico, que se cocinaba en el horno de barro o en la cocina a leña, era el lechón al horno con papas y el tradicional Füllsen. Los que no podían acceder al lechón, lo reemplazaban por carne de cordero. Y los que tampoco tenían posibilidades para este manjar, horneaban la habitual carne roja vacuna. Y los más humildes, que siempre los hubo, cocinaban abundantes y sabrosas comidas tradicionales, elaboradas a base de harina, como los Maultasche o los Wickelnudel. Pero en ninguna casa dejaba de haber fiesta. La comida no era un problema. Las comodidades y las camas tampoco. Se dormía donde se podía y se comía lo que había. Además, todos colaboraban. Todas las visitas traían algo. Nadie llegaba con las manos vacías. Absolutamente nadie. Aun la persona más humilde aportaba algún alimento. Lo importante era estar en familia, juntos, reunidos y unidos bajo el mismo techo. Porque nadie sabía con certeza cuándo volverían a reencontrarse todos otra vez.
Después del almuerzo, a la hora de la sobremesa, surgía algún acordeón, y era momento de cantar las inmemoriales canciones traídas del Volga, y entonces, se reía, se lloraba, muchas veces se bailaba. Todos querían hablar y contar lo que habían vivido desde la última vez que se habían visto. Generalmente pasaban seis meses, un año o más, entre un encuentro y otro. Porque en aquellos tiempos no era sencillo viajar y desplazarse de una localidad a otra. Buenos Aires quedaba muy pero muy lejos, y viajar era casi un lujo inaccesible para la economía de la mayoría. Muchos ahorraban durante meses, y en algunas ocasiones, durante más de un año, para poder retornar a la colonia y volver a ver a sus padres.
Por eso el almuerzo de Pascua tenía tanta relevancia en el universo cotidiano de los alemanes del Volga. Porque era la fiesta para celebrar la resurrección de Jesús, pero también la fiesta del reencuentro familiar. Y para muchos de nosotros, todavía lo sigue siendo en la actualidad. Porque forma parte insoslayable de nuestra identidad.
Julio César Melchior lleva más de 30 años dedicados a rescatar y difundir la historia, cultura, tradiciones y costumbres de los alemanes del Volga. Autor de 11 libros (1 traducido al inglés). En estos momentos tiene a la venta tres libros: “Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga”, “La infancia de los alemanes del Volga” y “La gastronomía de los alemanes del Volga”. Para más información escribir al correo electrónico juliomelchior@
sábado, 19 de abril de 2025
Der Osterhas, el conejo de pascua de los alemanes del Volga
viernes, 18 de abril de 2025
Viernes Santo en las aldeas de los alemanes del Volga
Nadie quedaba eximido del ayuno, ni los jornaleros, ni los ancianos, ni los niños de más de doce años de edad; tan sólo para los enfermos había una excepción, que debía ser refrendada por el sacerdote. A estas penitencias añadían otras privaciones, tales como la continencia conyugal, la supresión de las bodas y fiestas.
Los fieles concurrían a la iglesia vestidos de colores oscuros o de negro. Era un día totalmente dedicado a la penitencia, el ayuno y la oración.
También se realizaban procesiones por las calles, en las que los niños iluminaban su camino llevando en las manos farolitos (Fackellier), adornados con papel crepé, entonando cánticos religiosos y orando devotamente. En muchas esquinas se instalaban pequeños altares preparados por los vecinos.
Se santificaba no solamente el templo sino también los hogares y los lugares de trabajo y diversión. El espíritu del Viernes Santo tutelaba la vida cotidiana de la sociedad coloniense.
miércoles, 16 de abril de 2025
Klapperer, una antigua tradición infantil de Pascua de los alemanes del Volga
sábado, 12 de abril de 2025
Historia de Pueblo San José en el 138 aniversario de su fundación
El 24 de septiembre de 1885 arriba al puerto de Buenos Aires el vapor "Strasburg", de la compañía F. Miller, un grupo de familias oriundas de las aldeas Dehler y Volmar de la colonización del bajo Volga, en el Imperio Ruso, para establecerse en Colonia Hinojo, Olavarria. Sin embargo, sólo pudieron permanecer allí alrededor de un año y medio, pues ya no quedaban tierras disponibles para instalarse definitivamente. Frente a esto, el párroco de Colonia Hinojo, Padre Luis Serbet, viajó 175 Km al sur de la provincia de Buenos Aires para iniciar negociaciones con el empresario Eduardo Casey, que poseía 300.000 hectáreas de campo virgen en un paraje denominado Sauce Corto, actual ciudad de Coronel Suárez.
Logrado el acuerdo, las familias parten en carros cargados de enseres personales y útiles de labranza el 15 de marzo de 1887, costeando el recientemente inaugurado riel del Ferrocarril del Sud, rumbo a la Estación Sauce Corto, donde tras algunos conflictos fundaron semanas después la nueva localidad. Los conflictos surgieron porque las autoridades que estaban a cargo de la colonización, tenían previsto que las familias se incorporen al pueblo que ya existía, pero esto no fue aceptado por los colonos, ya que deseaban fundar su propia aldea alejados de la estación del ferrocarril, que, según sus creencias, se llevaría a la juventud al mundo de la perdición y también, y por sobre todas las cosas, porque querían conservar su identidad cultural, con sus tradiciones y costumbres.
Luego de varias semanas de tensa espera y arduas negociaciones, el 13 de abril de 1887 se fundó Pueblo San José a 5 km de la estación de ferrocarril. El nombre que se le da a la localidad es Dehler. Posteriormente se le asigna el definitivo de Pueblo San José (Sankt Joseph, en alemán) aunque, popularmente, hasta la actualidad, se la conoce como Colonia Dos (en dialecto zweit Konie).
Las familias de Martín Sieben, Jacob Schwab, Stephan Heit, Jacob Schell y Konrad Schwab fueron las primeras en arribar y comenzar a limpiar la zona de malezas para edificar sus precarias viviendas en el lugar escogido para levantar el nuevo pueblo. En los días sucesivos llegaron las familias de Johann Förster, Johann Butbilopky, Johann Opholz, Nicolás Seib, Michael Schuck, Matthias Schönfeld, Johann Peter Philip, Adam Dannderfer, Gottlieb Diel y Heinrich Heim.
Las 5 familias citadas en primer término se instalaron definitivamente en la nueva localidad, mientras que las diez restantes, con el transcurrir de los años, fueron emigrando hacia otras regiones, no solo del país sino del exterior, desilusionadas por el fracaso de varias cosechas sucesivas, a consecuencia de las heladas y por el desconocimiento que tenían los colonos del clima y la mala elección en la variedad de la semilla al momento de la siembra.
El trazado urbano consistió en una sola calle de 30 metros de ancho por 800 metros de largo. Los solares se enfrentaban con 28 metros de frente por 110 de fondo y cada terreno tenía asignado 2 hectáreas de campo en el fondo, destinado para quintas.
En el centro quedaba un terreno de 50 por 130 metros destinado y reservado con carácter gratuito para la futura iglesia y escuela.
En 1888, es decir, apenas un año después de su fundación, se construye la primera capilla, totalmente de madera, siendo que la religión y la fe en Dios siempre fue una prioridad para los alemanes del Volga, junto con la conservación de su cultura, sus costumbres y tradiciones, en suma su identidad, la que llevaron consigo al emigrar desde el Sacro Imperio Romano Germánico a finales del siglo XVIII y mantuvieron durante sus más de 100 años de radicación en la región del río Volga, en el Imperio Ruso.
La población fue creciendo con la llegada de nuevos contingentes de inmigrantes, por lo que en 1895 se instala la Congregación del Verbo Divino con sus sacerdotes, que a lo largo de la historia de la comunidad fueron fundamentales en todos los aspectos, tanto religiosos, sociales y culturales, de la misma manera que la Congregación Siervas del Espíritu Santo, cuyas primeras hermanas religiosas arriban en 1909 fundando una escuela y que a lo largo del tiempo desarrollaron una labor educativa trascendente como docentes, haciendo también un aporte invaluable para la conservación del idioma alemán.
Con la llegada de la Congregación del Verbo Divino y sus sacerdotes, se construye una nueva iglesia, la que se amplía en 1907.
Como la población continuaba creciendo el padre José Weyer pensó en construir un nuevo templo, mucho más grande. Pero falleció sin poder llevar a cabo la obra. En noviembre de 1924 asume la responsabilidad el sacerdote Juan Scharle y el 16 de mayo de 1927 anuncia la obra que, después de varios años de intenso trabajo, se plasma en una iglesia majestuosa, consagrada a San José Obrero, diseñada por el sacerdote y arquitecto Juan Becker. Una iglesia que es un “un monumento a la fe”, una belleza arquitectónica levantada íntegramente con materiales de excelencia, muchos de ellos traídos de Europa, como los vitrales, y el trabajo de artistas, también de Europa, por sólo citar dos ejemplos, todo con el aporte económico de la comunidad, con personas que donaron verdaderas fortunas.
Cuando los primeros colonos arribaron a la zona de Coronel Suárez para fundar Pueblo San José, tuvieron que colonizar tierras vírgenes, llenas de pajonales y animales silvestres y adaptarse a un nuevo entorno, construir viviendas desde cero y trabajar la tierra requirió esfuerzo, sacrificio y fuerza de voluntad. Por eso, la comunidad se apoyó mutuamente, manteniendo sus tradiciones y valores como la familia, el trabajo duro y la fe religiosa.
La agricultura fue la base del desarrollo económico. Los colonos demostraron ser trabajadores diligentes y lograron hacer prosperar sus campos. Con el tiempo, se desarrollaron otras actividades complementarias.
A medida que la colonia crecía, se fueron estableciendo instituciones importantes como la escuela (fundamental para preservar su lengua y cultura) y la iglesia, que se convirtió en el centro espiritual y social de la comunidad. Al igual que fueron surgiendo entidades relevantes en el orden social, cultural y deportivo.
A lo largo del siglo XX, Pueblo San José, al igual que otras colonias alemanas del Volga en la región, experimentó un proceso de integración con la sociedad argentina. Sin embargo, la comunidad siempre se esforzó por mantener vivas sus tradiciones, su lengua (el dialecto alemán del Volga), sus costumbres culinarias y sus celebraciones. Porque tiene una fuerte conciencia de su origen y de la historia de sus antepasados. Este orgullo por su herencia impulsa los esfuerzos por mantenerla viva.
Hoy en día, aunque las generaciones más jóvenes no hablan el dialecto con la misma fluidez que sus abuelos, existe un interés creciente por aprender sobre sus orígenes y participar en las festividades y tradiciones. El turismo cultural también juega un papel en la valorización y preservación de esta identidad única.
En definitiva, el esfuerzo inicial de los fundadores por establecerse y construir una nueva vida en Argentina fue acompañado de un esfuerzo continuo por mantener viva su identidad cultural, y Pueblo San José es un claro ejemplo de este legado perseverante.
Julio César Melchior
Lleva más de 30 años dedicados a rescatar, revalorizar y difundir la historia y cultura de los alemanes del Volga. En la actualidad tiene disponibles tres títulos sobre los alemanes del Volga: “Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga”, en el que rescata la historia y las antiguas tradiciones y costumbres de los pueblos alemanes, “La infancia de los alemanes del Volga”, en el que reconstruye cómo era la niñez en las colonias, y “La gastronomía de los alemanes del Volga”, en el que rescata más de 150 recetas tradicionales. Para adquirir los libros pueden comunicarse a juliomelchior@hotmail.com o al WhatsApp 2926 461373.
miércoles, 9 de abril de 2025
La inolvidable cocina a leña
lunes, 31 de marzo de 2025
1 de abril: día de bromas en las colonias de antaño
domingo, 30 de marzo de 2025
Los inolvidables carros de los alemanes del Volga
domingo, 9 de marzo de 2025
Masitas de amoniaco de la abuela
250 g de azúcar
4 huevos
2 cucharadas de amoniaco
300 g de grasa
1 taza de leche
Colocar la harina en un recipiente en el centro agregar los huevos, azúcar, y la grasa derretida
Aparte entibiar la leche y agregarle las 2 cucharadas de amoniaco, revolver e incorporarla a la preparación anterior.
Amasar hasta formar una masa suave, pero con cuerpo.
lunes, 3 de marzo de 2025
Ni la lluvia pudo frenar la 10° edición de la Strudel Fest
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