Rescata

Para más información pueden comunicarse al WhatsApp: 2926 461373 o al Correo electrónico historiadorjuliomelchior@gmail.com

domingo, 17 de noviembre de 2024

La ceremonia del té entre los alemanes del Volga y una receta de masitas caseras

Los alemanes del Volga que arribaron a la Argentina trajeron consigo la ceremonia del té al estilo ruso que habían incorporado a sus hábitos diarios luego de más de cien años de vivir en sus aldeas fundadas en las lejanas tierras del zar.
Compartiendo una taza de té surgían conversaciones de toda índole, fiestas, reuniones, con sus tristezas y alegrías, llegando a simbolizar hospitalidad para con el huésped, historias y tradición para con los niños, y conversación para con los afectos.
La ceremonia del té se desarrollaba en torno al samovar, un utensilio típico de Rusia para hervir agua y conservarla caliente, que se colocaba en el centro de la mesa, que consiste en un recipiente de cobre u otro metal con una canilla en su parte inferior para servir el agua y una concavidad en la parte superior donde se coloca la tetera.
El agua se calentaba con carbón y maderas que ardían lentamente, para mantener la temperatura constante en un tubo ubicado en el centro. Mientras que en la parte superior del samovar se apoyaba una pequeña tetera con té en hebras muy concentrado, es decir, con bastantes hebras y poca agua, para hidratarlas.
Finalmente se tomaba la taza, se echaba un poco de té y se diluía con el agua caliente que se extraía del grifo del samovar hasta obtener la infusión deseada. La bebían sosteniendo un terrón de azúcar entre los dientes.
En la Argentina cambiaron la ceremonia del té por la del mate, conservando, sin embargo, la costumbre de diluir el terrón de azúcar en la boca.

Receta de las masitas:

Ingredientes
100 g azúcar blanca
150 g manteca
240 g harina
1 huevo
1 cucharadita polvo de hornear
1 cucharadita esencia de vainilla
Azúcar impalpable

Preparación
Batir la manteca con el azúcar, agregar el huevo y luego la vainilla, hasta que la preparación quede cremosa.
Tamizar la harina y el polvo de hornear. Agregar de a poco a la preparación anterior.
Se estira sobre la mesada enharinada. Cortamos con formas diferentes, podemos usar cortantes y algunas las podemos hacer con hueco en el centro para luego rellenar.
Hornear en placa enmantecada y enharinada Controlar que no se doren. Se retiran del horno se despegan y se dejan enfriar.
Se decoran con azúcar impalpable. A las masitas que tienen hueco le podemos poner dulce. Se rellenan si se quieren con diferentes dulces.

Todos llevamos en el alma la sonrisa de mamá al servirnos nuestra comida favorita

 Cuando era niño la cocina de mamá olía a cebolla rehogada, a ajo, a grasa y crepitaba la leña dentro de la cocina a leña, mientras preparaba Kleis, Kraut und Brei, Brotschnitze, Der Kreppel, detrás de su delantal gris y el cabello recogido en un rodete. Sus manos sabias se movían con maestría y conocimiento entre la harina y la sal conjugando mágicos ingredientes, sabores y olores para crear los platos más sabrosos que florecían en el centro de nuestra mesa familiar, cuando la familia unida se reunía a comer. Esas imágenes impregnan nuestra memoria. Son escenas que todos queremos recordar porque cada uno de nosotros las hemos vivido cuando fuimos niños. Llevamos impresa en el alma la sonrisa de mamá al servirnos nuestra comida favorita. El orgullo de papá de saber que su esposa sabía manejar la economía familiar en tiempos difíciles y la felicidad de nosotros los niños, que en aquel momento no supimos o no quisimos darnos cuenta del mundo mágico en el que vivíamos. Recién nos dimos cuenta cuando ya no lo teníamos. Cuando mamá ya no estaba. Cuando su comida era sólo un recuerdo. Cuando ella misma era un recuerdo en nuestra alma. Por todo ello es que un día empecé a reunir todas las recetas que componen la herencia ancestral de la cocina de nuestras madres en el libro “La gastronomía de los alemanes del Volga” donde rescato más de ciento cincuenta recetas tradicionales con sus aromas y sabores y también reuní en otro libro, que titulé “La vida privada de la mujer alemana del Volga”, la esencia primordial de nuestras madres, su quehacer cotidiano, su niñez, adolescencia, juventud y vejez dentro del marco de la idiosincrasia particular y patriarcal de los alemanes del Volga.

Kartoffelskreppielr o tortitas de papa

Ingredientes:
4 papas
3 huevos
1/3 taza de harina

Preparación:
Hervir las papas con cáscara, cuando estén blandas escurrir y quitarles la piel. Hacer un puré. Agregar los huevos, la harina, salpimentar a gusto y con la mano formar tortitas.
Freír en aceite bien caliente.
Para una versión más saludable utilizar una sartén apenas untada con un poco de aceite
Kartoffelskreppielr o tortitas de papa

domingo, 10 de noviembre de 2024

Las campanas de la iglesia llaman a misa

Las campanas de la iglesia sonaron tres veces: la primera vez media hora antes de la misa, la segunda, 15 minutos antes, y la tercera y última, justo un minuto antes de empezar la ceremonia.
En esos momentos doña Ana recordó a la Hna. Filomena, su maestra de cuarto grado, que cuando le había consultado por qué sonaban tres veces, le contó que Dios lo había dispuesto así porque cuando suena la primera hay que vestirse, en la segunda hay que salir de casa y en la tercera estar dentro de la iglesia sentada en el banco. Cosas de niños, murmuró insatisfecha con la respuesta, sesenta años después, cuando la Hna. Filomena ya no estaba en este mundo para recriminarle nada.
Vestida de negro, Biblia en mano, doña Ana asistía a misa todos los días, incluida la misa especial de los domingos. Tenía mucho para agradecer y muchos muertos por los que rezar.
Tampoco se perdía ninguna procesión ni velorio. Acompañaba a todos hasta su última morada. Su pensamiento era que todos merecemos ser despedidos como corresponde y a nadie se le niega una oración y un poco de agua bendita.
Esas parecían ser sus únicas salidas y su único pasatiempo desde que enviudó.
Vivía sola. Sus hijos se habían casado y se habían marchado de la casa. Las amigas, tan grandes como ella, también fueron falleciendo. Más que acompañar a los que se iban adelantando en el viaje, ya le quedaba muy poco que hacer en esta vida.
Además, ella lo consideraba un deber y una obligación moral. Lo mismo que llevarle agua bendita a las tumbas de los seres queridos en su visita semanal al cementerio.

jueves, 7 de noviembre de 2024

Preparando Strudel

Extendió la masa filo sobre la mesa con sumo cuidado, teniendo presente el consejo de su abuela. Debe quedar tan delgada que se transparenten las manos -le recordaba doña Ana cada vez que elaboraba un Strudel.
Una vez que hubo concluido, distribuyó encima rodajas de manzanas verdes y rojas peladas y cortadas de forma muy delgada, las bañó en azúcar y unas cucharadas de crema.
Después enrolló la masa tratando de no romperla, con cautela y paciencia, y la colocó dentro de una asadera enmantecada y enharinada, la pinceló con un poco de manteca y azúcar y la llevó al horno de la cocina a leña.
Mientras esperaba que se cocine lavó los utensilios que ensució en el proceso de preparación, que no eran pocos. Tenía que aprender a corregir eso. No ensuciar tantos recipientes e ir lavando mientras dejaba de usarlos.
Transcurrida un poco más de media hora, tomó un repasador, abrió la puerta del horno y extrajo el Strudel, que inundó el ambiente de la cocina de un aroma exquisito, que inmediatamente la retrotrajo a los años de su niñez, a la casa de sus padres y de su abuela.

Aquí encuentran la receta del Strudel de manzana
https://hilandorecuerdos.blogspot.com/.../receta-de...

viernes, 1 de noviembre de 2024

Las Rogativas, una tradición ancestral de los alemanes del Volga

 Las Rogativas se llevan a cabo todos los años, durante los primeros días de noviembre, cuando una procesión parte del frente de la iglesia, en tres días consecutivos, rumbo a tres cruces enclavadas en tres puntos cardinales diferentes, ubicadas en las afueras de las aldeas y que, en su conjunto, representan a la Santísima Trinidad.
La procesión, precedida por un sacerdote, los monaguillos y el Schulmeister (Sacristán), portando una cruz, parte del frente de la iglesia durante las tres mañanas siguientes a la conmemoración del Día de los Fieles Difuntos, para dirigirse a una de las cruces, en tres jornadas sucesivas, erigida a uno de los laterales de las calles de acceso a la localidad, para celebrar una ceremonia religiosa en Acción de Gracias por los dones recibidos durante el año fenecido y solicitar que la próxima trilla sea buena y que Dios prosiga bendiciendo a la comunidad con su gracia divina. La procesión retorna, cantando y rezando, a la iglesia, donde el sacerdote oficia una misa.
Cada procesión se lleva a cabo con profunda fe, rezando y cantando; mientras que ya en el lugar, frente a Jesús crucificado, el sacerdote, luego de expresadas las letanías, oraciones y cantos, rocía con agua bendita los campos en señal de gratitud por los dones recibidos y en solicitud de buena cosecha.
Finalizada la ceremonia, la procesión retorna a la iglesia, donde todos los fieles participan de una misa en la parroquia.

También cabe hacer una mención especial a la jornada en que se conmemora el Día de los Fieles Difuntos, que en cada aldea se vive rindiendo un sentido homenaje a los ancestros y a los habitantes fallecidos de la comunidad. Una procesión de la que participan todos se dirige al cementerio donde se lleva a cabo una sentida ceremonia.

domingo, 20 de octubre de 2024

La máquina de coser y abuela

 La abuela, desde su adolescencia, se pasó la vida sentada frente a su antigua máquina de coser, moviendo sus piernas al compás del ronroneo de su mecanismo, que hacía subir y bajar la aguja que cosía hilos de todos los colores, según la prenda.
La abuela no solamente confeccionó la ropa de sus hermanos y padres, sino que, después de casada, realizó las prendas de sus propios hijos y su marido y cuando enviudó, no le quedó más remedio que transformar ese conocimiento en el trabajo que le reportaría el sustento para ella y sus hijos.
La abuela fue la costurera del pueblo: niños, adolescentes, hombres, mujeres y ancianos, vistieron ropas que ella confeccionó en tantos años de actividad.
Sobre su mesa de trabajo siempre había una pila de tela de colores esperando ser transformadas en prendas y ropas aguardando ser remendadas, cambiados los botones o cierres.

jueves, 17 de octubre de 2024

La vida de un puestero y su familia alemana del Volga

Pintura de Rodolfo Ramos
Don Jorge acompañado de su familia trabajaba de puestero en una estancia. Vivía en una casa de abobe, llamada puesto, construida de manera rudimentaria en el medio de la nada, junto a un molino del que se proveían de agua, un pequeño galpón para guardar los enseres necesarios para cumplir con la tarea asignada, y uno o dos árboles completaban el panorama. Un poco más allá el Nuschnick y la huerta. Un gallinero y un chiquero donde se endorgaba un cerdo para la carneada. En ese pedazo de tierra vivía la familia, año tras año con don Jorge cumpliendo la tarea de puestero y mensual. Tenía a su cargo el cuidado del campo y la vigilancia de los animales que allí se criaban. El capataz aparecía una vez al mes para llevarle algunos pocos alimentos como fideos, arroz, yerba, azúcar y la paga mensual. Eran tiempos en que solamente al jefe de familia se le asignaba un sueldo. A la mujer y a los hijos que ya colaboraban en las tareas rurales los estancieros los consideraban pagos con la casa y la comida. Una comida que era escasa porque escaso era lo que proveía el patrón, por eso don Jorge y su familia poseían una quinta, criaban gallinas y carneaban un cerdo dos veces al año.
En esas humildes condiciones como tantos hombres de campo, trabajó don Jorge durante treinta y dos años, soportando todas las inclemencias del tiempo posibles. Desde los calores más impensados en tórridos veranos que secaban la tierra por semanas enteras, hasta gélidos inviernos en que la helada congelaba los charcos por varios días, o vientos que en varias ocasiones amenazaron con llevarse a la precaria vivienda.
Allí nacieron sus hijos, crecieron sin apenas poder ir a la escuela, porque la escuela quedaba demasiado lejos y don Jorge no contaba con un sulky ni permiso del patrón para llevarlos todos los días. Desde ese mismo lugar también, sus hijos emprendieron vuelo y uno a uno se fueron casando, iniciando su propio camino en otras estancias, desarrollando las tareas que habían aprendido de su padre.
Los únicos momentos del año en que don Jorge tenía para alejarse del lugar y visitar a sus parientes en la aldea, eran Pascua (tres días), las fiestas patronales (tres días) y unas pocas vacaciones durante el verano, generalmente en Navidad, que con mucha suerte podía ser una semana. A pesar de los años que transcurrían y de la antigüedad que don Jorge iba teniendo en el establecimiento, estas fechas y estos días libres no se modificaron nunca.

miércoles, 9 de octubre de 2024

Las cosas ricas que cocinaba mamá y no se olvidan

 Cuando cierro mis ojos y miro hacia la niñez, no solamente hacia el ayer de mi existencia sino también hacia el pasado de la aldea, me encuentro en la casa de mis padres, sentado a la mesa de madera de la cocina junto a mis hermanos, conversando en dialecto, haciendo la tarea de la escuela mientras en el ambiente reina un aroma a Kreppel, que mamá está friendo en la sartén. En la punta de la mesa lo veo sentado a papá, que charla con mamá. Por la ventana ingresa la luz del sol, el trinar de los pájaros, el arrullo de las palomas, y a lo lejos, el mugir de las vacas. También nos llegan los ruidos de la aldea, un carro que pasa, algún pregón, vecinos contándose las últimas novedades.
Siempre que miro al pasado se me aparecen estas imágenes y siempre estoy comiendo cosas ricas, sabrosas, suculentas, caseras, preparadas por mamá. Ella era una gran cocinera. ¡Sabía cocinar de todo! Comidas de todo tipo desde panes hasta sopas, desde quesos hasta dulces, desde embutidos hasta fideos caseros. Maultaschen, Wickel , Strudel y muchos cosas ricas más.

domingo, 6 de octubre de 2024

Las aldeas y colonias que fundaron los alemanes del Volga

 Las aldeas y colonias tenían calles de tierra, casas de adobe y de ladrillos, una avenida central ancha, con ramblas, una iglesia que era su orgullo, gente buena, que hablaba en dialecto alemán, poblando sus viviendas, muchos árboles aromando el ambiente, más allá el horizonte infinito, y un cielo sobre campos sembrados de trigo.
Las aldeas y colonias tenían grandes terrenos con hornos de barro, un Nuschnick en el fondo del patio, árboles frutales, una huerta, un gallinero y un chiquero con un cerdo para la carneada, un jardín con hermosas flores, y gente buena trabajando desde el amanecer hasta la noche, gente honesta, agradecida y muy creyente en Dios.
Las aldeas y colonias tenían el trinar de los pájaros, las torcazas arrullando sus crías en las copas de los árboles, los horneros construyendo sus casas de barro, los teros sobrevolando el poblado anunciando las visitas, el mugir de las vacas a lo lejos, el balar de las ovejas, el canturrear del abuelo mientras arreaba las lecheras.
Las aldeas y colonias tenían un mundo feliz, un universo cerrado sobre sí mismo, en el que reinaban los buenos sentimientos y los ejemplos de vida, una educación basada en el trabajo, las buenas acciones, el respeto y la virtud.

martes, 17 de septiembre de 2024

Refranes y proverbios de los alemanes del Volga

Los alemanes del Volga recurrían de manera frecuente a los proverbios para transmitir un conocimiento o brindar una enseñanza con una intención moral, didáctica o filosófica. Estos proverbios conformaban una enciclopedia de experiencias acumuladas a lo largo de siglos y transmitida de generación en generación mediante la oralidad.
Por eso, es importante hacer todo lo posible para conservar este patrimonio cultural, de la misma manera que debemos conservar el dialecto de esta colectividad.
Los invito a ingresar a ver este video donde encontrar varios refranes en el dialecto de los alemanes del Volga: Refranes de los alemanes del Volga

lunes, 9 de septiembre de 2024

En Sulky rumbo a la escuela

 Los cuatro hermanitos, el mayor de once y el menor de seis, salen todas las mañanas de su casa a las seis y media rumbo a la escuela en sulky. Bien abrigados, las piernas cubiertas con una gruesa manta, guantes y un gorro de lana en la cabeza. Recorren los irregulares caminos de tierra entre potreros sembrados de trigo y pastura, mientras las vacas y las ovejas los ven pasear en el amanecer de invierno, el pasto blanco por la helada y un frío que los niños ya están acostumbrados a sobrellevar.
Van al trotecito, entre risas, dos niños y dos niñas, jugando a las adivinanzas, al trabalenguas, contando las travesuras que realizaron el día anterior, los trabajos que efectuaron para colaborar en las tareas hogareñas, tanto de mamá como de papá y conjeturando con que nueva lección los recibirá el maestro. Nunca fue fácil asistir a clases y menos terminar de cursar la primaria para los hijos de los peones rurales.

sábado, 31 de agosto de 2024

Receta de torta 80 golpes (Achtzig Schlag)

 Los 80 golpes o Achtzig Schlag, como se los llama en nuestro dialecto, forman parte de nuestra infancia, cuando mamá los preparaba en la cocina a leña o, yendo más atrás en el tiempo, la abuela los horneaba en el horno de barro. Aquí les presento la receta que también, junto a 150 recetas tradicionales más, pueden encontrar en mi libro "La gastronomía de los alemanes del Volga".

Ingredientes:
500 gramos de harina
30 gramos de levadura
3 cucharadas de azúcar
3 cucharadas de aceite
1 huevo
Esencia de vainilla
Cantidad necesaria de leche

Para el relleno:
200 gramos de manteca
20 cucharadas de azúcar

Preparación:
Colocar la harina en un bol y hacer un hueco en el centro, donde se incorpora el huevo, la levadura desgranada, el azúcar, el aceite y la esencia de vainilla; se comienza a unir con la harina de los bordes y se va agregando leche tibia hasta formar una masa blanda pero que no se pegue en las manos.
Volcar la masa en la mesa y una vez que esté bien unida, darle 80 golpes arrojando la masa sobre la mesa. Tomar el palote y estirar la masa lo más fina posible.
Untar la masa con la manteca que debe estar a temperatura ambiente y mezclada con azúcar.
Enrollar la masa bastante ajustadamente, cortar en trozos de 5 cm. (depende del alto del molde), colocarlos parados y a cierta distancia entre sí en un molde de 30 cm. de diámetro enmantecado.
Dejar levar hasta que se hayan unido todos los rollitos, llevar a horno moderado durante 35´ a 40´.
Desmoldar enseguida que se retira del horno.

Esta receta junto con 150 recetas tradicionales más, se pueden encontrar en mi libro "La gastronomía de los alemanes del Volga". Para mayores detalles pueden comunicarse por mensaje al WhatsApp 2926 461373 o al correo electrónico historiadorjuliomelchior@gmail.com.

jueves, 22 de agosto de 2024

La rueca de la abuela

 En las largas y frías tares de invierno, abuela hilaba lana en la rueca, sentada junto a la ventana, mientras fuera caía una lluvia suave y monótona. Hilando recordaba su aldea natal, ese terruño junto al Volga, la casa donde había nacido, el patio donde transcurrió su infancia, los amigos de la escuela, sus hermanos y sus padres, que la vieron marchar, agitando los pañuelos, los ojos llenos de lágrimas.
El viaje en barco, la travesía cruzando el océano junto a su marido, recién casados, solitos, rodeados de extraños, de personas que conversaban en un idioma que no comprendían. Mirando la inmensidad del mar, el horizonte infinito, tan inmenso e infinito como sus miedos y sus ilusiones, su esperanza en un mañana mejor, allá, en la Argentina, en una aldea recién fundada, con todo por hacer.
El desembarco en el puerto de Buenos Aires, la ciudad cosmopolita, familias que llegaban de todas las regiones del mundo, migrantes que hablaban desde italiano, español, polaco, ruso, turco y decenas de idiomas más, todos convergiendo aquí, en esta tierra que los recibía con los brazos abiertos.
Llegar a la aldea, la alegría de los que ya estaban arraigados aquí, pero aun esperando novedades de los que habían quedado allá, en la remota aldea, cerca al lejano Volga.
Descargar del carro los baúles, los enseres y la rueca, la mítica rueca que los acompañó en el desarraigo, que enjugó el llanto que en solitario lloró abuela durante los primeros meses, mientras hilaba en silencio, confeccionando lana para tejer pulóveres, guantes y bufandas.
Esa misma rueca que la acompaña ahora, en su vejez, hilando lana para tejer prendas para sus nietos, esos nietos que le iluminaban los días, cuando llena de nostalgia y melancolía, recordaba su aldea natal, esa que un día de hace mucho tiempo, se vio obligada a abandonar para buscar un futuro mejor para sus hijos.

domingo, 11 de agosto de 2024

Füllsen, el budín tradicional de los alemanes del Volga

 Un clásico de la mesa familiar, de las grandes reuniones en las que se servía el lechón al horno con papas, se conversaba en la lengua de nuestros ancestros, había música de acordeones, alegría y se era feliz celebrando en familia.
Una comida nacida de la necesidad de aprovechar el pan duro, transformada en una delicia culinaria merced al conocimiento de nuestras abuelas.
Un alimento que acompaña a los descendientes de alemanes del Volga desde tiempos remotos y que se continúa preparando en las aldeas, de la misma manera que ayer, que hoy y que mañana.
Para los que deseen aprender a cocinar este sabroso Füllsen encontrarán la receta aquí, ingresando en este enlace https://hilandorecuerdos.blogspot.com/.../receta-del...
Y para los que quieran aprender y cocinar más comidas de los alemanes del Volga, les recomiendo el libro “La gastronomía de los alemanes del Volga”, que rescata más de 150 tradicionales que se cocinaban en las aldeas de antaño.
Las que preparaban la abuela y mamá cuando éramos niños, con esos sabores y aromas a hogar y a felicidad.

Teníamos solamente dos mudas de ropa

Obra de Julien Dupre
 La ropa era escasa. Había muda para trabajar, es decir, para usar durante la semana, y otra para vestir los domingos, para asistir a misa. Cada prenda se cuidaba mucho. Si se rompía se remendaba. Y pasaba de hermano en hermano. Lo mismo pasaba con el calzado. Para los días de semana, estaban las alpargatas, la mayoría de las veces agujereadas, de tan gastadas que estaban. Mientras que para asistir a misa se utilizaban zapatos, si es que se tenía la suerte de tener un par.

domingo, 28 de julio de 2024

La familia y la aldea alemana del Volga de antaño

Pueblo Santa María, Partido de Coronel Suárez,
Provincia de Buenos Aires, Argentina
 La familia era nuestro universo. La casa paterna, el lugar que nos otorgaba identidad y sentido
de pertenencia. Y la aldea, la comunidad que nos albergaba, un mundo propio, con su cultura, sus costumbres y tradiciones.
Mamá y papá nos educaban, nos enseñaban valores con el ejemplo, nos preparaban para la vida y para ser personas de bien, honestas, trabajadoras y respetuosas de nuestros mayores.
La educación continuaba en la aldea, porque todos teníamos un cúmulo de hermanos, primos y una multitud de parientes, que se visitaban a diario, se preocupaban y ocupaban unos de otros, solidarios entre sí y que en todo momento estaban dispuestos a ayudarse unos a otros.
Y todos, a su vez, integrábamos otra gran familia, que era la comunidad, la aldea en su conjunto, con sus vecinos y amigos, los de al lado, los de la otra cuadra, los de toda la localidad, porque todos nos conocíamos, nos saludábamos de manera cotidiana y compartíamos la vida bajo el cielo de una misma cultura, que nos hermanaba en esta patria argentina.

lunes, 22 de julio de 2024

A 261 años recordamos el comienzo de la historia de los alemanes del Volga

 El 22 de julio de 1763, cuando Catalina II de Rusia firma un Manifiesto invitando a colonizar tierras en las cercanías del curso inferior del Río Volga, empieza a escribirse la historia de los alemanes del Volga, un pueblo que emigró dos veces, del Sacro Imperio Romano Germánico al Imperio Ruso y de allí a América, que mantuvo su identidad cultural, su forma de vida, sus valores y creencias, sus tradiciones y costumbres, su idioma y su fuerte sentido de pertenencia a la comunidad.

La historia de los alemanes del Volga empieza el 22 de julio de 1763 cuando la zarina Catalina II de Rusia firma el Manifiesto invitando a colonos europeos a colonizar un extenso territorio en las cercanías del curso inferior del Río Volga, en el Imperio Ruso, ofreciendo parcelas de tierra libre de impuestos, libertad de practicar su oficio o profesión, exención del servicio civil y militar, autogobierno y el control local de las escuelas, conservación de su idioma y cultura, libertad religiosa, entre otros puntos no menos relevantes.
Un numeroso contingente de emigrantes, principalmente de los territorios que en la actualidad conforman los estados alemanes de Hesse, Renania-Palatinado, Baden-Wurtemberg y Baviera, responden a la convocatoria, embarcando en el puerto de Lübeck, para navegar por el Mar Báltico, rumbo a la ciudad de Oranienbaum, Rusia, para finalmente dirigirse a San Petersburgo, y de allí rumbo al lugar prometido por Catalina II, donde el 29 de junio de 1764 fundan la aldea Dobrinka, tras un largo andar de un año. Atrás quedaba el Sacro Imperio Romano Germánico y delante el futuro, en un territorio en el que todo estaba por hacer.
Los colonos aceptaron emigrar cansados de soportar los frecuentes conflictos políticos, sociales y religiosos, en los que se veían envueltos a causa de la dinámica de las decisiones que tomaban los príncipes y reyes imperiales, a los que estaban obligados a servirles. También buscaron un nuevo horizonte después de las guerras de los Cien Años (que en realidad se prolongó durante 116 años, entre 1337-1453), la guerra de los Treinta Años (1618-1648) y la guerra de los Siete Años (1756-1763), que habían devastado los territorios por el permanente paso de las tropas, que arrasaban con todo, cosechas y alimentos, y dejaban el campo sembrado de muertes, hambrunas, enfermedades, pestes, y sin gente joven para comenzar de nuevo.
En los primeros diez años partieron de la actual Alemania unas 30.000 personas sobreviviendo apenas unas 23.000, como consecuencia de las peripecias que tuvieron que afrontar durante el viaje y lo difícil que fueron los comienzos en tierras rusas, para colonizar los campos inhóspitos, desolados y lejos de las grandes urbes, rodeados de siervos analfabetos, y utilizados como barrera de contención para mantener controlados a las tribus nómades y salvajes que asolaban la región, a pura violación y matanzas, tanto que durante los primeras décadas destruyeron varias aldeas, tomando prisioneros y asesinado a sus habitantes. Un detalle que se omitió mencionar en el Manifiesto de Colonización firmado por Catalina II.
Sin embargo, los colonos supieron sobreponerse a todo ello, y con sacrificio, esfuerzo y trabajo, más un hondo sentido del deber y una profunda fe en Dios y en sus valores culturales, consiguieron salir adelante. Labraron la tierra y en cien años transformaron la zona en una región productora de trigo, una extensión que alcanzó una amplitud mayor a la Suiza actual. Continuaron fundando aldeas y colonias que aportaron mayor progreso y crecimiento, extendiendo las actividades hacia otros sistemas productivos además del agropecuario.
Pero un día su situación cambió radicalmente cuando en 1871 el gobierno ruso les informó que el Manifiesto quedaba anulado, que todo lo que se estipulaba en él quedaba revocado, y empeoró aún más cuando en 1874 se obligó a todos los jóvenes de 20 años a servir en el ejército a lo largo de seis años. Lo que en pocas palabras significaba perder, además de las concesiones que otorgaba el Manifiesto, la identidad cultural. Algo que ellos no deseaban. Por eso, surgió la idea de iniciar la búsqueda de una nueva tierra prometida. Esta vez en América. Dando inicio así, a su segunda y definitiva migración, arribando muchos de ellos a la Argentina, donde fundaron aldeas y colonias en varias provincias, y en la actualidad, 261 años después de aquel lejano 22 de julio de 1763, sus descendientes aún conservan su identidad cultural, sus valores, convicciones y creencias, tradiciones y costumbres, su idioma, y su fuerte sentido de pertenencia a la comunidad. (Autor: Julio César Melchior ).

viernes, 19 de julio de 2024

Probando los inolvidables Kreppel de la abuela

 Aquí está mi hermana degustando sabrosos Kreppel (ver video), de la misma manera que cuando era una niña y se sentaba junto a la abuela y su cocina a leña. Con el mismo aroma y el mismo sabor y también el mismo placer.
Kreppel que elaboró siguiendo el paso a paso de la receta que está publicada en el libro “La gastronomía de los alemanes del Volga”, junto con 150 recetas de comidas tradicionales y fotografías a color.
Para tener el libro en sus manos y cocinar todas esas ricas comidas, pueden enviar un mensaje al WhatsApp 2926461373 o escribir un mensaje al correo electrónico historiadorjuliomelchior@gmail.com

domingo, 7 de julio de 2024

“Es una satisfacción personal por el éxito del libro, pero a la vez también es un suceso comunitario porque nos pertenece a todos”

El escritor Julio César Melchior anunció que ya está disponible una nueva edición del libro “La gastronomía de los alemanes del Volga”, en este caso la 17º.
El escritor de Pueblo Santa María se refirió a esta novedad en una entrevista y dijo que “hace alrededor de 20 años que publiqué la primera edición y la verdad a medida que va pasando el tiempo va tomando más vigor. No solo es una satisfacción para mí, que fui quien investigó y rescató las recetas originales, recuperando varias comidas que ya no se hacían, sino porque marcó el puntapié inicial para que se popularizaran muchas elaboraciones y para que otros escritores a lo largo del país se animaran e hicieran sus propios ejemplares de gastronomía”.
Además, sirvió para que instituciones tengan en cuenta estas comidas típicas cuando organizan eventos, incluidos chefs que consultan e indagan al momento de recibirse en su carrera.
Con el correr del tiempo y de las reediciones se fueron incorporando recetas, “también fotografías y la idea es que este nuevo libro se mantenga fiel, pero algunas cosas nuevas tiene, siendo un preámbulo para quizás a fin de año, o para el 2025, sumarles la historia de cada comida tradicional alemana. Estoy trabajando hace dos o tres años con esto, porque cuesta recuperarlas. Hay que tener en cuenta que han transcurrido más de dos siglos, llegando incluso hasta más allá de la Edad Media”.
“La gastronomía de los alemanes del Volga” contiene más de 150 recetas y abarca un amplio espectro entre comidas, tortas, quesos, cervezas, dulces, encurtidos, entre otras.
“Es una satisfacción personal por el éxito del libro, pero a la vez también es un suceso comunitario porque nos pertenece a todos, ya que se sumaron muchas personas aportando su conocimiento y creando un legado, porque es lo que va a quedar permanente. Sobreviven las recetas y las voces de abuelas y abuelos que ya no están, pero que perduran en este libro, siendo un hecho cultural muy importante” indicó Julio César Melchior.
Todo un camino recorrido desde la primera edición, donde el escritor de Pueblo Santa María construyó amistades y compartió afectos, cosechando elogios y buenos momentos a raíz de esta recopilación de recetas y comidas típicas de nuestros alemanes del Volga.

Entrevista realizada por La Nueva Radio Suarez y publicada en su portal digital.

sábado, 6 de julio de 2024

Las mejores recetas de los alemanes del Volga

Esos sabores y aromas de la infancia que nos quedaron impregnados, para siempre, en algún lugar oculto del alma, allí donde guardamos los más bellos recuerdos de nuestra vida, allí está mamá preparando las sabrosas comidas que comíamos en familia, esas comidas que preparaba sobre la cocina a leña, amasaba sobre la antigua mesa de madera mientras canturreaba una canción traída del Volga por su abuela.
Esos sabores y aromas los podemos recuperar volviendo a cocinar las mismas recetas de mamá, con los mismos ingredientes y la misma manera de prepararlos. Porque ahora se encuentras recopiladas en el libro "La gastronomía de los alemanes del Volga", que reúne mas de 150 recetas tradicionales.
El libro se encuentra impreso en formato papel con fotografías a color de la elaboración paso a paso de las comidas tradicionales. Lo pueden adquirir por este medio ya que no se vende en librerías ni en páginas virtuales. No se pierdan la 17° edición del libro que ya vendió miles de ejemplares. Lo pueden adquirir escribiendo por mensaje privado, por email a historiadorjuliomelchior@gmail.com o por WhatsApp al 2926 461373

viernes, 5 de julio de 2024

Now in English! The gastronomy book of the Volga Germans that rescues more than 150 traditional recipes. The book is about to out of print its seventeenth edition in Spanish. Five years of research by the writer Julio César Melchior

 The book is divided into ten chapters and rescues more than one hundred and fifty traditional recipes of the Volga Germans, compiled by the writer over several years of research.
It contains the recipes and the secret to elaborate traditional menus: typical meals, soups, cakes, breads, jams, cheeses, preserves, beers, wines, liquors and dozens and dozens of other recipes, to elaborate any of the traditional dishes that make up the traditional gastronomy. With images of the most popular dishes.
A book to give as a gift and to be given yourself, to keep and treasure, a book that should not be missing in any kitchen. A work that revalues, rescues, disseminates and keeps alive the gastronomic identity of the Volga Germans.
More information, write by mail: writerjuliocesarmelchior@gmail.com

martes, 2 de julio de 2024

Ya está disponible la 17ma. edición del libro “La gastronomía de los alemanes del Volga “, del escritor Julio César Melchior

 Este libro que hoy se lanza en su 17ma. edición fue el primer trabajo de investigación serio que se publicó sobre la gastronomía de los alemanes del Volga, abriendo el camino para el rescate, la revalorización, la conservación y la difusión de las comidas ancestrales, que con el transcurso de los años generó que muchas recetas no solamente se recuperaran, sino que volvieran a cocinarse y que también muchas instituciones y jóvenes se interesaran en el tema. Siendo que la primera edición vio la luz hace casi veinte años, cuando todavía todo estaba por hacerse y no existía ningún material bibliográfico publicado al respecto en el país. 
Para concretar esta obra, Melchior debió llevar a cabo una investigación que le llevó alrededor de cinco años, en los que tuvo que visitar decenas de hogares para entrevistar personas de edad que todavía conservaban en la memoria las antiguas recetas ancestrales que se cocinaban antaño, en los tiempos fundacionales de las colonias y aldeas. Por eso, este libro no solamente tiene un alto valor histórico y cultural por las recetas que rescata, conservando al pie de la letra cada ingrediente original, sino también porque en sus páginas sobreviven las voces de muchas abuelas y abuelos que en la actualidad ya no están entre nosotros.
El libro está dividido en diez capítulos y rescata más de ciento cincuenta recetas tradicionales: comidas típicas, sopas, tortas, panes, dulces, quesos, conservas, cervezas, vinos, licores y decenas y decenas de recetas más, para elaborar cualquiera de los platos tradicionales que componen la gastronomía de los alemanes del Volga.
Es una obra para regalar y regalarse, para guardar y atesorar, que no debe faltar en ninguna cocina. Que contiene imágenes a color de las comidas más populares.
Un libro que rescata, revaloriza y mantiene viva la identidad culinaria de los alemanes del Volga.

sábado, 29 de junio de 2024

Hoy, 29 de junio, se conmemoran 260 años de la fundación de la primera aldea alemana en la región del Volga

 Para comprender en toda su magnitud el acontecimiento que conmemoran hoy los descendientes de alemanes del Volga hay que situarse en una época signada por las interminables guerras que asolaban de manera cotidiana a los campesinos y aldeanos de Europa, sobre todo a los del Sacro Imperio Romano Germánico, la Guerra de los cien años (1337 - 1453), la Guerra de los 30 Años (1618 – 1648) y la Guerra de los 7 Años (1756 - 1763), que dejaron los territorios devastados por la miseria, la pobreza, el sufrimiento y la muerte, sin esperanza en un futuro mejor, sin hombres jóvenes para sembrar los campos, levantar las cosechas y realizar los trabajos agrícolas para volver a empezar. Además, el Sacro Imperio Romano Germánico se encontraba en crisis, con graves problemas sociales y económicos, como asimismo en un estado de inestabilidad política. Esto llevó a que centenares de familias migraran al Imperio Ruso enfrentando la dificultad de tener que recorrer enormes distancias en precarios buques, carros tirados por caballos y a pié, enfrentando climas hostiles, de nieve y fríos extremos, sin posibilidad alguna de poder regresar al hogar ni arrepentirse una vez iniciada la marcha. Es en ese contexto que un grupo de migrantes fundaron el 29 de junio de 1764, la primera aldea en cercanías del río Volga, en una extensa y desolada estepa en la que todo estaba por hacerse, en el vasto Imperio Ruso, dando inicio a una colonización que no sólo dejó su huella en el tiempo sino que modificó para siempre el destino de varias generaciones de familias, que fundaron aldeas, construyeron iglesias, levantaron escuelas, forjando una sociedad y una cultura, haciendo surgir un vergel donde solamente había estepa y desolación. Una historia que luego, más de cien años después, continuaron sus descendientes en la República Argentina.

Un poco de historia

La historia de los alemanes del Volga comienza en 1763, cuando un grupo de familias, respondiendo al Manifiesto lanzado por Catalina II La Grande, parten, principalmente de los territorios que en la actualidad conforman los estados alemanes de Hesse, Renania-Palatinado, Baden-Wurtemberg y Baviera, a colonizar tierras del bajo Volga, embarcando en el puerto de Lübeck, para navegar por el Mar Báltico, rumbo a la ciudad de Oranienbaum, Rusia, para finalmente dirigirse a San Petersburgo. Donde se encontraron con la primera violación del Manifiesto, al enterarse que todos debían dedicarse a la agricultura, sin importar su profesión de origen (había farmacéuticos, médicos, abogados, ingenieros, maestros, zapateros, herreros, panaderos) y que debían rendir fidelidad a la Corona. Desde donde se dirigieron al bajo Volga.
La comitiva buscaba un nuevo horizonte escapando de los conflictos religiosos y las sucesivas guerras, la de los Cien Años (que en realidad se prolongó durante 116 años, entre 1337-1453), la guerra de los Treinta Años (1618-1648) y la guerra de los Siete Años (1756-1763), que habían dejado los territorios devastados por el permanente paso de las tropas, que arrasaban con todo, cosechas y alimentos, y dejaban el campo sembrado de muertes, hambrunas, enfermedades, pestes, y sin gente joven para comenzar de nuevo.
En los primeros diez años partieron de la actual Alemania unas 30.000 personas y como consecuencia de las inhumanas peripecias que tuvieron que afrontar durante el viaje, solamente consiguieron llegar a destino unas 23.000. El resto quedó al margen del camino, bajo una tumba cubierta de nieve y una cruz de madera señalando su ubicación final. Una muerte dolorosa, de frío, hambre y enfermedades.
Tardaron aproximadamente un año en realizar todo el recorrido, desde su tierra natal, en el Sacro Imperio Romano Germánico, hasta llegar a la tierra prometida, en la región del bajo Volga.
Allí los esperaba una desagradable sorpresa: Catalina II no solo los había escogido para colonizar los campos inhóspitos, desolados y lejos de las grandes urbes, rodeados de siervos analfabetos, sino también como barrera humana de contención para mantener controlados a las tribus nómades y salvajes que asolaban la región, a pura violación y matanzas.
El 29 de junio de 1764 fundaron la primera aldea, que llamaron Dobrinka, (en alemán, Moninger) acontecimiento que se conmemora hoy.
Una historia que luego, más de cien años después, continuaron nuestros abuelos en la Argentina.

lunes, 10 de junio de 2024

La antigua bomba de agua

 Con la bomba se sacaba desde el fondo de la tierra el agua que precisaba la familia para llevar a cabo todas sus labores. Instalada al frente de la casa era la proveedora del agua que se utilizaba tanto en los quehaceres domésticos, vinculados al normal funcionamiento interno de la vivienda, como así también a las labores externas, que estaban asociadas a tareas que tenían que ver con el trabajo de la tierra.
El agua se extraía bombeando con ímpetu, llenando grandes baldes que luego resultaban pesados para trasladarlos al lugar donde se necesitaba. Porque esta tarea de bombear y trasladar los baldes no solamente la desarrollaban mamá y papá sino también los niños. Como es sabido, antiguamente toda la familia debía aportar su esfuerzo y trabajo para sostener la economía familiar.
Yo tenía nueve años cuando tuve que comenzar a ayudar a regar la quinta. Tenía que llenar baldes de casi veinte litros bombeando con fuerza y después llevar el agua a más de cincuenta metros donde estaba instalada la huerta. Mis hermanos y yo íbamos y veníamos una decena de veces hasta concluir la tarea, que había que desarrollar a la mañana temprano y al atardecer, recuerda don Federico.
Sin embargo, eso no era todo. También tenía que acarrear agua cuando mamá los lunes a la mañana lavaba la ropa de toda la familia, que era muchísima. Lavaba mamá y una de mis hermanas. Con la tabla de lavar y jabón casero. Se necesitaba muchísima agua. Primero para lavar la ropa y luego para enjuagar. Los brazos le quedaban entumecidos de tanto bombear y de llevar y traer los grandes baldes llenos de agua, continúa recordando don Federico.
Dentro de la casa también se tenía que llevar muchísima agua porque en aquel tiempo nadie tenía agua corriente ni canilla ni nada de eso. Imagínense ustedes acarrear toda el agua que se utiliza en la cocina: lavar las verduras, llenar las ollas para la cocción de las mismas, lavar los platos, lavar el piso, limpiar la cocina a leña; más toda el agua que se utiliza durante el día para preparar el desayuno, el mate, la merienda, y muchas otras rutinas que hacen al normal funcionamiento del hogar. Y ni que hablar los sábados cuando todos se bañaban y había que llenar esos enormes fuentones que utilizábamos como bañeras, acota don Federico.
Hechos cotidianos que nos muestran a las claras que la vida no era sencilla.
La vida cotidiana en las aldeas, las costumbres y tradiciones que identificaron a sus habitantes, lo que mantuvieron inalterable por siglos a pesar de las vicisitudes, de los problemas y pruebas que debieron afrontar, lo que conservamos hoy en día y nos identifica como descendientes de los alemanes del Volga lo relato en mi libro "Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga", un libro que consta de dos partes: la primera parte recopila lo antes mencionado y la segunda parte contiene fotografías de época que retratan la primera parte en imágenes. No se vende en librerías. Lo envío a domicilio por correo. Mas información se pueden comunicar por email a historiadorjuliomelchior@gmail.com.