
“Fueron tantos los momentos bellos que pasamos juntos” –continúa evocando Esteban Denk, que ahora vive lejos de las colonias y regresa cada tanto a reencontrarse con sus antiguos recuerdos y visitar la redacción del Periódico-. “Él siempre procurando que yo estuviera bien. Otra anécdota que nunca olvidaré fue un día jueves que iba yo de camino al colegio de las monjas con mi brillante guardapolvo blanco y que pasa un carro y me salpica de lodo y agua. Casi me da un ataque porque no podía llegar así al colegio. Me regresé corriendo y llorando a mi casa y mi abuelo me calmó y me dio un té para que me entretuviera (de mi abuelo viene mi adicción al té) mientras me lavaba y planchaba el guardapolvo. Lo hizo en tiempo récord y me llevó al colegio a explicarle a la directora el porque de mi retraso. Mi abuelo era así, se dedicó a mi desde que nací y me dejó un vacío enorme el día que se fue.“Ese día era el día después de mi cumpleaños y el día anterior habíamos comido torta de chocolate y la habíamos pasado muy bien. Al día siguiente, cuando regresé del colegio, lo iba a ir a saludar y mi mamá me llevó a mi cuarto a explicarme que mi adorado abuelo ya no estaba. Fue el día más triste de mi vida. Desde entonces lo llevo dentro de mi corazón y siempre el día después de mi cumpleaños es un tanto triste al recordar que ese día perdí a mi ángel. A 27 años de su fallecimiento lo recuerdo con amor, tristeza, cariño y alegría…una combinación de sentimientos que me causa esta fecha”.
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