“Los niños
de las colonias esperábamos la llegada de la Navidad, en especial la
Nochebuena, en un clima que nos mantenía inmersos entre la congoja y la felicidad.
La congoja porque todos, sin excepción, sabíamos que desde alguna remota región
arribaría el Pelznickel y que entraría a nuestro hogar golpeando sus cadenas
y lanzando al aire sus guturales y
estentóreos gritos: vestido con un sobretodo oscuro, desaliñado, barba
enmarañada, para recriminarnos las travesuras cometidas durante el año y
revisarnos las uñas. Y felicidad, porque también aguardábamos la llegada del
Chriskindle que, por el contrario, nos bendecía con su remanso de felicidad:
era como un hada buena representando al Niño Jesús que nos trataba con cariño y
nos llenaba las manos de golosinas.
En Nochebuena asistíamos a la Misa de Gallo, donde
cantábamos el Stille Nacht y el Grosser Gott,
y a su regreso toda la familia se sentaba alrededor de la mesa,
rezábamos el Padrenuestro y cenábamos. Finalizada la cena bailábamos valses y
polcas y el 25 al mediodía se reunía la gran familia, padres, abuelos, nueras,
yernos, nietos, un mundo de gente, para degustar cosas navideñas preparadas en
el hogar. Era una fiesta muy hermosa”. (De los historiadores Popp – Denig –
Seitz – Brebdel)
La celebración de la Navidad en
las aldeas del Volga, en Rusia
La celebración
de la Navidad en las aldeas Volguenses –cuentan los historiadores Popp y Denig-
fue siempre la recordación festiva más importante y más esperada del año; ya
sea por su significado y motivación o por coincidir con una fecha en que la
gente estaba más desocupada de las obligaciones del campo. Por ocurrir en pleno
invierno, toda la población se mantenía en su hogares y todos tomaban parte
activa de la celebración; las representaciones alusivas al nacimiento del Niño
Dios en las iglesias se revestían del máximo esplendor. Los niños tenían una
especial intervención y recibían un regalo peculiar; era también motivo para
lucir vestimentas nuevas.
Previamente a
dicha fecha se limpiaban a fondo y pintaban todas las piezas de la casa y el
grupo familiar reunido realizaba su propia instalación del “Nacimiento de
Jesús”, de acuerdo a las costumbres y tradiciones; la Navidad en el Volga tenía
la virtud de reunir lo más excelso del espíritu cristiano –el nacimiento del
Salvador- con lo temporal , expuesto en la fiesta misma, en los regalos para
premiar el comportamiento de los niños, la exhibición de los mejor de la casa y
el lucimiento de la vestimenta, zapatos, sombreros, etc. Navidad significaba la
fecha cumbre y divisoria del año, antes y después de Navidad.
La celebración
de la Navidad en los pueblos alemanes de antaño, en Argentina
La fiesta comenzaba
a medianoche con la Misa de Gallo (Mette, en dialecto), por supuesto, sin la
clásica comilona moderna, ya que por ese tiempo la Iglesia era mucho más
rigurosa y señalaba la víspera de Navidad con ayuno y abstinencia, que era
cumplida rigurosamente por todos los habitantes de las colonias –recuerda el
Padre Brendel.
En la
oscuridad aparecía la iglesia rodeada de farolitos chinescos encendidos, que
llenaba el ambiente de alegría, y allí, en la media luz de las velas y lámparas
de kerosén, se cantaban los cánticos consagrados y comulgaba toda la población.
El tiempo
anterior a la misa nocturna tenía su complemento propio –prosigue en sus
memorias el Padre Brendel. Llegaba el Chriskindle
(el Niño Dios), simbolizado por alguna muchacha vestida de hada y sacudiendo a
falta de campanillas un cencerro campero y penetrando en los ya prevenidos
hogares. La dulce figura impresionaba hondamente a los pequeños; pero la cosas
cambiaban cuando repentinamente irrumpía en la habitación el Pelznickel
(Nicolás el velludo), representación del demonio –al decir del Padre Brendel-
molesto por el advenimiento del Salvador, quien envuelto en pieles y
arrastrando una cadena de las de tiro, acusaba de faltas previamente conocidas,
a los pequeños, los que eran defendidos por el hada navideña y arrojado el
Pelznickel, quien se iba entre rugidos y golpes de cadena. La escena terminaba
con reparto de golosinas que consolaban a los infantes del rato del Pelznickel.
Y así, por las calles de las colonias,
llegaba el Christkindle, acompañado por un farol a kerosén, y a una media
cuadra detrás, escandalizando a toda la comunidad con sus rebuznos golpes de cadena, venía el Pelznickel…
sudando bajo un sobretodo del tiempo de la arada, lleno de lana y peletería.