¿Se acuerda, abuelo,
lo felices
que éramos?
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Por Julio Dornel
En el cofre de los recuerdos nos
encontramos con algunas páginas que marcaron a fuego la época dorada de los
abuelos, donde terminaban todas las reprimendas de los padres y cuya protección
determinaba el término de “malcriados”. Cuántos rezongos paternales finalizaban
entre los brazos de los abuelos cuando no se hacían los deberes o volvíamos de
la calle con la ropa sucia después del “picado”. Abuelos que siempre estuvieron
para cuidarnos, para protegernos y también para enseñarnos, mientras
comenzábamos a formar nuestra adolescencia y construir los primeros sueños.
La imagen de los abuelos nos
remite al pasado cuando fueron protagonistas y se pasaban la noche esperando el
regreso de algún nieto trasnochado para que los padres no se enteraran. Hoy a
la distancia y con el paso de los años, los vemos más frágiles y sensibles, con
los recuerdos de un pasado lejano salpicado de charlas, anécdotas y travesuras.
Fueron los abuelos quienes construyeron los primeros juguetes o la cuna de
madera que luego pintaban de cualquier color sin tener en cuenta, porque no lo
sabían, que el plomo era perjudicial para la salud. Ni soñábamos con el
Nintendo, Playstation o juegos de video. Allí estaban los caballos de madera y
los autos artesanales que fabricaba el abuelo sin tener en cuenta el cinturón
de seguridad, pero con la seguridad de que eran portadores de la máxima
felicidad a que se podía aspirar en aquellos años y que bastaba para espantar el
aburrimiento.
Mientras los recuerdos fluyen
van desfilando situaciones y costumbres que integraron el mundo mágico del
siglo que se fue. Es posible que muchos recuerden con un dejo de nostalgia el
auge que habían experimentado las tarjetas en las primeras décadas del siglo
XX. ¿Se acuerda, abuelo? Era realmente un placer recibir aquellas tarjetas de Navidad,
Año Nuevo, felicitaciones o alguna invitación con sabor familiar. El principal
detalle de estas tarjetas y que determinaba las preferencias del público estaba
relacionado con las combinaciones multicolores que adornaban su entorno y donde
se estampaban las invitaciones y buenos deseos de sus remitentes. El “ boom” de
las tarjetas se mantuvo hasta la década del 80, cuando las circunstancias
económicas fueron mellando los afectos y los buenos deseos de los remitentes.
Como olvidar al abuelo campesino
casi analfabeto que venía desde La
Pampa para llevarnos a las vacaciones rurales. Durante la
mañana recorría el campo en un caballo sin elegancia que había domesticado
lentamente y sin apuro durante 5 años. En esa recorrida con una ternura de
chiquilín iba recogiendo huevos de tero que escondía cerca del galpón para que
pudiéramos encontrarlos sin mayores dificultades al caer la tarde. ¿Se acuerda,
abuelo?
Que fácil era encontrar en los
baúles, viejas cartas de amor que atestiguaban alguna relación sentimental no
siempre cristalizada con el matrimonio. El sobre forrado con un costo superior,
tenía otra presentación y como se dice ahora, otorgaba más “status” al
remitente. En la actualidad resulta muy difícil recibir correspondencia, salvo
alguna factura de las tarjetas de crédito. Lo primero que mirábamos al recibir
el sobre era el nombre del remitente y luego el sello del correo con destacadas
figuras de la historia, que comenzábamos a coleccionar por poco tiempo.
Era fácil encontrar viejas
revistas entre las que podemos destacar ejemplares de Caras y Caretas,
Patoruzú, el Gráfico, Billiken, la revista El Hogar con notables colaboraciones
de Horacio Quiroga, tarjetas postales, fotografías de Gardel y jugadores de
fútbol del cuadro preferido. ¿Se acuerda, abuelo?
Cómo no mencionar a los circos o
parques de diversiones destartalados pero siempre bienvenidos, que se
establecían en los baldíos con su magia de trotamundos. Eran la máxima
diversión para los niños de la época
Por aquellos años se nacía, se
moría y lo velaban en su propia casa. Hoy todo ha cambiado. Los que pueden
nacen y mueren en el sanatorio, los otros nacen en los hospitales y mueren en
algún hogar de ancianos, solos y olvidados... aunque el almanaque nos diga que un
día, de un mes del año se conmemora el Día del Abuelo.