No veía más allá de su sufrimiento. Estaba inmerso en una agonía atroz.
Que lo consumía. Lo devoraba. Por eso regresó al pueblo un mes antes de lo
establecido. Abandonó su trabajo en el distrito de Coronel Dorrego ni bien se
enteró de la noticia de boca de otro peón recién llegado de la colonia: la
muchacha a la que le declaró amor eterno se casaba con otro.
Rememoró la declaración, recordó las caricias, tímidas, tiernas...
Reflexionó en lo que, con el alma palpitando en los labios, le dijo cuando le
confesó su amor, y lo que ella, temblorosa y excitada, contestó cuando aceptó,
correspondiendo a la solicitud de ser novios.
No veía más allá de su desconsuelo. Era lo único que lo sostenía en pie.
Mascullando maldiciones revolvió el antiguo baúl. Hurgó con desesperación
hasta encontrar el revólver y las balas. Cargó las balas en el arma. La
amartilló. Y se dirigió rumbo a la iglesia. Era sábado.
“Se casa en estos momentos, a las ocho”, alcanzó a pensar desenmarañando
las palabras de las ideas y los recuerdos, en su mente atormentado.
Salió a la calle sin decir una palabra. No escuchó a su padre que lo
invitaba a beber un vaso de vino antes de cenar.
Caminó hacia la iglesia. La gente se apiñaba en la vereda aguardando el
arribo de la novia. Algunas personas cuchichearon al verlo llegar. Seguramente
se estarían riendo de él, alcanzó a deducir sin tener bien en claro lo que
pensaba.
Por fin, llegó un Ford A... se detuvo frente a la iglesia... alguien
abrió la puerta del coche negro... y descendió la novia... blanca...
radiante... joven... hermosa... Todos la miraron con admiración. Se casaba con
el hombre más rico de la colonia. Todas las miradas eran para ella. Nada más
que para ella. Hasta la envidia de algunas mujeres eran para ella.
Sonó un disparo...
La gente huyó despavorida... la novia retornó al automóvil... nadie
comprendía lo que sucedía... Hasta que las personas, al dispersarse, dejaron
ver el cuerpo de un hombre con un balazo en la sien. Un hombre que no tuvo
valor para asesinar a la novia. Porque pese a todo su dolor, pese a todo el
tormento de su alma... Pese a la traición, todavía la amaba.