“A
fines del siglo XVIII las aldeas de Alemania se erigían humeantes y desoladas,
las campiñas, otrora florecientes y productivas, despojadas de toda su riqueza
de tanto soportar sobre sus fértiles campos innumerables batallas y un
sinnúmero de muertes: las tierras yacían yermas y vacías como desiertos.
Vastedades inmensas sin vestigio de vida humana, animal o vegetal. Las ciudades
se encontraban arruinadas. La población había disminuido de manera considerable
e increíble. El pueblo estaba sumido en la más absoluta miseria... Y como
bendición de Dios, llegó la salvación
a tanta desolación: Catalina II La Grande de Rusia lanzó un Manifiesto para
colonizar tierras rusas a cambio de todo lo que nos hacía falta y más, mucho
más”, palabras redactadas en alemán
al margen de un antiguo devocionario.
Catalina nació con el nombre de Sophie Fredericke Auguste von
Anhalt-Zerbst, en Stettin (actual ciudad de Szczecin, en Polonia) el 2 de mayo
de 1729, hija de un príncipe alemán. En 1745, se casó con el gran duque Pedro
de Holstein, heredero al trono ruso. El matrimonio no fue feliz, pero la
inteligente y ambiciosa Catalina no tardó en rodearse de un grupo de seguidores
en San Petersburgo. En 1754 dio a luz un hijo, el futuro emperador Pablo. El
marido de Catalina accedió al trono como Pedro III en 1762. Excéntrico,
inestable y despectivo con sus súbditos, pronto se vio alejado de varios grupos
importantes de la sociedad rusa. El 9 de julio de 1762, siguiendo una práctica
habitual en la Rusia del siglo XVIII, la Guardia Imperial le derrocó y colocó
en su lugar a Catalina en el trono. Pocos días después Pedro fue asesinado.
Catalina conocía bien la literatura de la Ilustración francesa, la cual
ejerció una gran influencia sobre su propio pensamiento político. Mantuvo un
estrecho contacto con Voltaire y Denis Diderot, prestó apoyo financiero a
algunos escritores franceses, y Diderot fue huésped de su corte en 1773. Aunque
con estas actividades simplemente pretendía crearse una imagen favorable en
Europa Occidental, probablemente fue sincera en su interés y en su esperanza de
poder aplicar algunas de las ideas ilustradas a la racionalización y reforma de
la administración del Imperio ruso. A pesar de su interés en la reforma legal,
la comisión que nombró para llevar a cabo esta tarea en 1767 no pudo cumplir
sus objetivos. Entre los logros de Catalina se pueden destacar: la creación de
las primeras escuelas para chicas y la de un colegio médico para el cuidado de
sus súbditos.
En los primeros años de su reinado, Catalina trató de ganarse el apoyo de
la clase acomodada rusa, y, en concreto, de un pequeño grupo de nobles.
Confirmó la decisión de Pedro III de librar a la clase acomodada del servicio
militar obligatorio, les concedió otros muchos privilegios y colmó a sus
seguidores con títulos, cargos, tierras y siervos para trabajar en sus campos.
A pesar de su declarado aborrecimiento de la servidumbre, hizo mucho por
extender esta institución, cediendo siervos del Estado a propietarios privados,
llevando la servidumbre a los territorios de reciente adquisición e
incrementando el control legal de la clase acomodada sobre sus siervos.
El malestar de los campesinos culminó en una gran rebelión (1773-1775),
encabezada por el cosaco Yemelián Pugachov, que hizo estragos en la mayor parte
de la cuenca del río Volga y en los montes Urales, antes de ser definitivamente
aplastada por las fuerzas militares. La rebelión marcó un giro hacia una
política interna más reaccionaria. El ejército cosaco fue disuelto, y se
concedieron privilegios especiales a otros cosacos, tratando de convertirlos en
leales seguidores de la autocracia. En 1775 se llevó a cabo una importante
reforma de la administración provincial, con el fin de conseguir un mejor
control del Imperio. También se realizó una gran reforma de la administración
urbana. La Revolución Francesa incrementó la hostilidad de Catalina hacia las
ideas liberales. Varios críticos de la institución de la servidumbre fueron
encarcelados, y parece ser que Catalina estaba planeando formar parte de una
coalición europea contra Francia cuando murió el 17 de noviembre de 1796, en
San Petersburgo.
Durante el reinado de Catalina, el territorio del Imperio ruso se extendió
enormemente. Gracias a dos guerras contra el Imperio otomano (1768-1774 y
1787-1791) y a la anexión de Crimea (1783), Rusia logró controlar la costa
norte del mar Negro. El control ruso sobre Polonia y Lituania también aumentó
en gran medida, culminando con la anexión de grandes extensiones de territorio
en los tres repartos de Polonia (1772, 1793, 1795).
Una de las características del reinado de Catalina fue el importante papel
que desempeñaron sus amantes o favoritos. Diez hombres ocuparon este cargo
semioficial, y al menos dos de ellos, Grigori Orlov y Grígori Alexándrovich
Potemkín, tuvieron especial importancia a la hora de formular la política
exterior e interior del país. Aunque la valoración de la figura de Catalina
puede variar, es indudable que desempeñó un papel clave en el desarrollo de
Rusia como estado moderno.