Por Mariana Raquel Batiño
No sabías leer... Yo, sin embargo, te leía tanto y
ahora ya leés lo que otros escriben y te observo.
Igual, aprendiste de memoria tus primeros poemas... pero
el primero, me lo recitaste con la cara enharinada y dos hebillas mariposas adornaban,
entonces, tu cabello rubio.
No quiero hablar... y hablar cuando uno quiere quedarse en silencio es como
quedarse en silencio cuando uno tiene ganas de hablar.
Aunque mi fantasía se empeñe en tratar de cambiar la realidad, se hiere y
pasa y es así, era lo mismo que cuando eras chica y furiosa decías ''quiero que
mi mamá se vaya para siempre porque no me quiso comprar una muñeca'' y de noche
espiabas a mamá, asegurándote de que no se había ido...
Estás creciendo y estás dejando tu mundo y sin que me diera cuenta,
desovillaste el último hilo de la niñez, el de tu niñez...pero no, el del
asombro.
Y para que no se transformen en olvido las cosas que amaste, búscate un
escondite donde las conserves intactas y puedas llegar a él, por el camino de
los recuerdos y las dulces vías del silencio, siendo tu corazón, un pasaporte a
la infancia, un pasaporte casi obligado.