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sábado, 22 de junio de 2013

María Streitemberger, 94 años y sigue viviendo en su Pueblo Santa María natal



Buena mujer, muy trabajadora y agradecida a la vida por toda su familia. Tuvo 11 hijos, 3 fallecidos, 25 nietos y más de 50 bisnietos; es más aclara que dejó de contar el número de bisnietos cuando pasaron los 50. Para festejar sus 95 años prefiere reunirse para compartir una cena y baile con orquesta, en familia, celebrando la vida.

El próximo 5 de julio estará cumpliendo 95 años María Streitemberger, quien reside en Pueblo Santa María, donde ella nació, también sus padres y abuelos. 
Es que rememorando hacia atrás, recuerda en su historia familiar que los que llegaron de Rusia fueron sus bisabuelos. 
Fue, como sus hermanos, a la Escuela Parroquial, en los años en que las hermanas de la congregación tenían a cargo la conducción del establecimiento. Allí aprendió a rezar mucho, costumbre que mantiene hasta el día de hoy cuando inicia las mañanas rezando el Santo Rosario completo, al calor de la estufa a leña, en los días de invierno, y permitiendo que el aire de la mañana entre por las ventanas, en los días de calor.
Habla un poco en castellano, hay palabras que no las reconoce porque no las tiene incorporadas, es que sus padres le hablaban en alemán, tal como ella le habla a sus hijos. 
Tuvo 11 hijos, 3 fallecidos, 25 nietos y más de 50 bisnietos; es más aclara que dejó de contar el número de bisnietos cuando pasaron los 50. 
Jugó de niña con sus hermanas, con muñecas de trapo que le hacían su mamá y su abuela y que después ellas aprendieron a hacer también.
Le gustaba –y le gusta- bailar. Iba a los bailes de El Progreso, con su papá que estaba a cargo de controlar la entrada, porque pertenecía a la comisión directiva. Eran los tiempos en que los jóvenes, cerca de sus familias, parados alrededor de la pista esperaban el convite para la danza de los muchachos de la época.
Anduvo 5 años de novio, pero no son tantos, si se toma en cuenta que entonces, las visitas del enamorado se producían solamente los sábados y domingos.
Se casó a los 21 años, y a los 41 años, con la muerte de su marido, quedó viuda para hacerse cargo de sus hijos.
Entonces siguió haciendo lo que ya venía realizando con su marido: levantándose todos los días a las 4 de la mañana para ordeñar las vacas en el tambo de Goñi.
Llevaba a todos los hijos para que ayudaran en la tarea. Con el frío de las heladas que no habían terminado de caer, todos colaboraban para ordeñar las 80 ó 90 vacas, que producían alrededor de 800 litros. 
En cuatro o cinco horas estaba terminado el trabajo, y de regreso a la casa para cocinar, limpiar, lavar la ropa a mano, en la tabla, y si quedaba tiempo, remendar las prendas que necesitaban arreglo o coser alguna bombacha de campo para todos los chicos.

Está próxima a cumplir 95 años, y María ha pedido a la familia lo que desde hace unos años: reunirse todos, para compartir una cena y baile con orquesta, en familia, celebrando la vida.

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