
Veo a mi madre,
frente a la mesa grande de la cocina, amasando los tallarines del domingo;
huelo el aroma a tuco que hay en el ambiente: cebolla rehogada, ajo, perejil,
orégano, tomates… La radio con sus tangos, sus milongas y sus pasodobles. Una
pava que hierve. Y mamá cantando.
Veo a mi padre,
el zapatero, trabajando con la lezna, reparando una suela; y el aroma a cuero
crudo me acosa, a la par que siento las manos rugosas de papá acariciando mi
mejilla, en sus años viejos, cuando se iba yendo de a poco y él sabía que se
iba para no volver.
Y en este atardecer gris de otoño, triste el
alma, vacía mi vida, se me dio por escribir estas líneas, por recordar a mis
padres, por llorar mi niñez, para no matarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario