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domingo, 2 de junio de 2019

Doña Amalia Lambrecht recuerda las fiestas de casamientos en las colonias de antaño

“Me casé un sábado por la noche -rememora doña Amalia- y al salir de la iglesia caminos con los invitados rumbo a la casa de mis suegros, donde, en el patio, se había levantado una enorme carpa con bolsas de arpillera y chapa, por si hacía mucho frío o llovía, en la que nos esperaban la orquesta y se habían armado largas mesas con caballetes y tablones tapados con papel en vez de manteles. El piso era de tierra, por lo que, cada tanto, hubo que mojarlo con la regadera, para que no se levantara tanto polvo al bailar. Así y todo, mi vestido se llenó de tierra. Mi suegra, mi mamá, mis tías y parientes mujeres prepararon lechón con papas y Füllsen en el horno de barro, también había ensaladas y de postre una naranja. La fiesta siguió toda la noche. Fue hermosa. Bailamos mucho. Nos divertimos. Cantamos en alemán. Nos fuimos a dormir a las seis de la mañana. 
“Me acuerdo que yo no sabía nada de nada y nunca había visto a un hombre desnudo -confiesa. Cuando nos quedamos solos en la habitación, en la casa de mis suegros, me acuerdo que tuve miedo. Mis amigas, que tampoco sabían nada, me habían contado tantas barbaridades que estaba muerta de susto. Pensé que mi marido me iba a hacer daño. Éramos tan ingenuas en aquellos tiempos! Y eso que yo ya tenía dieciocho años. 
“Nos despertaron para almorzar y, otra vez, con todos los invitados de la noche anterior, más algunos colados, comimos y bailamos otra vez en la carpa. El calor que se sentía ahí dentro era sofocante. De vez en cuando, los niños regaban el piso para asentar la tierra. La orquesta no paraba de tocar. Seguimos así hasta la hora de la cena y después, otra vez baile. 
“Mi marido y yo nos fuimos a dormir temprano, alrededor de las doce, porque a la mañana pasaban a buscarnos para llevarnos al campo a trabajar. Y así fue: a las seis de la mañana llegó el patrón y nos buscó con todas las cosas, que no eran muchas: un poco de ropa, un colchón usado y algunas cositas más. Ese era todo nuestro capital.
“En aquellos años las cosas eran así -sostiene. Uno se las arreglaba con lo que tenía. Para qué más?”.

Para profundizar en conocimientos sobre la vida de las mujeres, conocer su perfil y descubrir en el ambiente económico, social y religioso en el que desarrollaron su vida, no dejen leer el libro "La vida privada de la mujer alemana del Volga", del escritor Julio César Melchior.

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