El 28 de agosto de 1941 el
gobierno ruso promulgó un decreto en virtud del cual toda la población alemana
debía ser deportada hacia Kazajstán y Siberia. Los deportados fueron
transportados lentamente en vagones para el ganado hacia Siberia, Asia Central y
el alto Norte, pasando el Círculo Polar Ártico. Acusados de espías y agentes
nazis, el ejército rojo inició las represiones; miles de personas fueron capturados y fusilados; toda la población fue deportada,
arrancados de sus hogares; los cargaron como animales en vagones de carga,
incluyendo todo habitante de ascendencia alemana aún los oficiales y soldados
del ejército ruso de etnia alemana; los que no fueron fusilados, fueron
condenados a trabajos forzados, muchos murieron de hambre y de frío.
Los
hombres fueron obligados a realizar trabajos forzados, separados de sus
familias por centenas o miles de kilómetros y sometidos a trabajos igualmente
forzados. Los guardias soviéticos no se hacían problemas por la gran mortandad
entre los trabajadores esclavos: los reemplazaban simplemente por otros nuevos.
Una tragedia que no debemos
olvidar jamás. Mantengamos viva la memoria de todos aquellos mártires
inocentes. Elevemos una plegaria en su memoria. (Autor: Julio César
Melchior).
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