Los sábados eran una preparación
para el domingo: se ordenaban los patios, se los barría prolijamente con la
escoba confeccionada con ramas de algún árbol, se limpiaba la casa a fondo, y
se adobaba la carne para el almuerzo en familia del día siguiente.
Los sábados también era los días
del baño y la higiene personal: nadie se salvaba de bañarse en las enormes
palanganas llenas de agua calentada en pavas, cacerolas y tarros, en las
cocinas a leña.
Los
domingos se lucían las mejores ropas para asistir a misa. Ropas que enseguida
teníamos que quitarnos al regresar a casa, porque solamente poseíamos una muda
nueva, que llamábamos “la ropa del domingo”. (Autor: Julio César Melchior).
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