Si vas de visita a mi pueblo y
recorres sus calles al atardecer, verás familias enteras sentadas en las
veredas tomando mate, a la sombra de los árboles, conversando en alemán. Verás
a los niños jugar en libertad, sin miedo, corriendo detrás de la pelota. Verás
un cielo de estrellas surgir lentamente en el horizonte, con la noche que llega
y el día que se va con el sol, cobijada en los brazos de la luna. Verás lugares
hermosos, en los que se conjuga el ayer con el hoy.
Verás viviendas que se construyeron con el pueblo, en los lejanos años de la
fundación. Con techos a dos aguas, corredores largos y amplios, cenefas, bombas
de agua, jardines con todo tipo de flores, patios grandes, verdes, huertas,
molinos. Una iglesia majestuosa. Una avenida ancha. Ramblas con árboles
centenarios.
Si
vas de visita a mi pueblo, saluda a mi gente, esa bella gente de alma generosa,
manos extendidas, temerosa de Dios, trabajadora, honesta, sacrificada, que
nunca baja los brazos. Que jamás deja de creer. Esa gente rubia de ojos claros
que descienden de colonos que un día llegaron a esos lares desde las lejanas
tierras del Volga, a forjar su ideal en este suelo argentino.
Si
vas de visita a mi pueblo, diles que los extraño y que jamás los olvidé. Diles
que sueño con volver y descansar junto a ellos. Diles que estoy regresando.
Diles que ya reservé mi lugar, junto a mis padres y a mis abuelos, al lado de
mis hermanos.
No te
olvides de darles mi mensaje. Ellos sabrán comprender. Y echarán a volar las
campanas para esperarme y acompañarme en mi último viaje. (Autor: Julio César
Melchior).
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