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sábado, 6 de marzo de 2021

La vida de los niños en las colonias y aldeas de antaño

En las colonias o aldeas de antaño, las niñas y los niños comenzaban a vivir una vida de adultos, con todo lo que eso implica, en cuanto a compromisos, responsabilidades y obligaciones, desde muy pequeños. Las edades podían oscilar entre los seis y nueve años. La adolescencia, tal cual la conocemos hoy, prácticamente no existía para ellos. Pasaban, sin escala, de jugar a las muñecas, las niñas, o a los Koser, los varones, a colaborar en los quehaceres domésticos de la cocina o a trabajar a la par de sus padres en las labores rurales. Tareas todas duras y pesadas, con horarios que iban de sol a sol. La escuela quedaba relegada a segundo orden. Todos los integrantes de la familia tenían que trabajar para aportar dinero a la economía hogareña, para mantener, muchas veces, a más de diez hijos.
Las niñas aprendían a cocinar, bordar, tejer, coser, lavar, planchar, a hacer y mantener una huerta, limpiar el gallinero, ordeñar, ocuparse de las aves y los animales domésticos además de alguna que otra pesada y dura tarea que aprendían a la par de sus hermanos varones.
Los niños en tanto, aprendían a andar a caballo, pastorear vacas, ovejas, cerdos, cuando faltaba pasto, porque la lluvia era escasa, a arar, sembrar, cosechar, realizar trabajos de herrería, carpintería, alambrar y muchas otras tareas más.
Tanto a niñas como a niños nuestros antepasados les enseñaban a trabajar y a hacer de todo, desde muy pequeños. La vida no era fácil para nadie.
A todas estas enseñanzas de trabajo, se le sumaban conocimientos de religión, solidaridad, respeto y valores humanos que los transformaban en mujeres y hombres de bien, honestos y trabajadores.

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