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miércoles, 5 de mayo de 2021

Tradición de cómo nuestras abuelas limpiaban la cocina a leña

La cocina a leña era la reina de la cocina, se utilizaba para calefaccionar los ambientes y en su horno y en su parte superior, se horneaban y cocinaban todas las comidas, respectivamente. En el horno horneaban la carne con papas, el Füllsen, los Dünne Kuche, el pan y muchos otros platos, en las fuentes de color negro con pintitas blancas.
Y sobre la parte superior, comúnmente llamada Blit o Plit, se cocinaban todas las demás comidas: los Wickel Nudel, Kleis, Kreppel, sopas y una variedad extensísima que no alcanzaría este texto para mencionarlas a todas.
Y, obviamente, tanto utilizar la Blit, es decir la parte superior, durante todo el día y para cocinar todas las comidas, a veces, terminaba sucia, salpicada, manchada, sobre todo por las cacerolas que, ante un descuido, terminaban hirviendo y expulsando algo de su contenido.
Las abuelas, con gran creatividad, cada dos o tres veces por semana y después de haber lavado los platos y demás cacharros, dejaban apagar la cocina a leña y que se enfríe, aunque no del todo, porque para realizar la siguiente tarea de limpieza la cocina tenía que estar tibia.
Las abuelas tomaban una vela y la pasaban encerando, por la parte superior de la cocina a leña, lo que, por supuesto, derretía un poco la vela y generaba mucho humo y un hondo aroma a cera.
Después le pasaban un papel o trapo, para quitar el exceso de cera, tomaban un papel de aluminio de un atado de cigarrillos y con ayuda de un trapo, comenzaban a lustrar la Blit, apretando con fuerza y restregando con velocidad el papel aluminio.
Acción que repetían varias veces.
La cocina a leña quedaba espectacular. No solamente impecablemente limpia, sino brillante y como nueva. Lista para volver a ser utilizada y ser el centro del hogar, en la cocina, donde siempre hervía una enorme pava con agua caliente, lista para cualquier menester.
Por último, y como dato curioso, recordemos que el papel aluminio no era fácil de conseguir porque la mayoría de los hombres liaban sus propios cigarrillos, con hojitas de papel blanco, generalmente marca Mariposa, y tabaco en hebras que adquirían en cajas. Ese mismo papel aluminio, que mamá atesoraba para limpiar la cocina a leña, los niños lo usábamos como dinero. Jugábamos a ir de compras, pagando con estos billetes plateados. Por lo que la abuela, escondía muy bien este tesoro, que le guardaba el almacenero o coleccionaba algún familiar varón que ya fumaba cigarrillos modernos y que por esto, por supuesto, no era bien visto o se lo consideraba “flojito” por fumar esos cigarrillos de la ciudad que según los abuelos, desvirtuaban el gusto del verdadero tabaco y el placer de fumar.

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