Uno crece. Los años transcurren. La vida nos golpea, nos enseña. Se da cuenta que todo pasa por algo. Va acumulando experiencias. Tal vez forma pareja, tiene hijos… Logra concretar sueños, objetivos… A veces se siente triste; otras plenamente feliz. Y sin embargo, nunca olvida lo que vivió en su niñez y en sus años de escuela primaria. Más aún, con el paso del tiempo, estos recuerdos parecen reforzar su legado: por las enseñanzas que nos dejaron esos años, por las maestras que nos enseñaron no solamente a sumar y restar y dividir y escribir, sino también porque nos enseñaron lo que está bien y lo que está mal. Esas maestras que educaron con el ejemplo. Y forjaron nuestro espíritu. Nos hicieron comprender que ser mujeres y hombres de bien era lo que debía ser. Y se hicieron nuestras amigas, nuestras compinches… porque nos comprendían, nos entendían… porque sabían cómo pensábamos, cómo sentíamos… porque sabían de nuestra idiosincrasia particular de ser de las colonias alemanas… porque eran madres antes que nada… y porque eran ángeles de guardapolvo blanco.
Para rescatar y revalorizar la infancia y tradiciones infantiles consulten "La infancia de los alemanes del Volga" y "Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga". Consultas al correo electrónico juliomelchior@hotmail.com.
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