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domingo, 29 de agosto de 2021

El caldero de la abuela

Fotografía de www.cocinasrusticas.org
El caldero no era un utensilio que la abuela sacara del Schepie habitualmente. Por eso para nosotros, los niños, era toda una curiosidad cuando la abuela lo descolgaba del techo del Schepie y lo traía al patio. No podíamos creer que abuela guardara una cosa tan negra de hollín y tan quemada por el uso. Era negro, literalmente hablando. Teníamos que tener cuidado de no tocarlo porque terminábamos con los dedos manchados. Así y todo, tenemos que confesar secretamente, que muchas veces pasábamos los dedos para escribir algunas palabras sobre las paredes blancas de la casa de abuela. Que ella, por supuesto, recién descubría al día siguiente, cuando nosotros ya estábamos lejos.
Este caldero abuela lo descolgaba y lo traía al patio para ponerlo sobre una especie de parrilla fabricada con hierro por el herrero de la colonia, pues debía ser una parrilla fuerte y segura, porque el caldero era grande y profundo, capaz de contener una abundante cantidad de agua o el producto que la abuela quisiera elaborar en el. Y si se trataba de una abuela muy humilde, era el abuelo quien fabricaba con ramas gruesas o postes un triángulo para colgar el caldero sobre el fuego.
Este caldero tan particular era utilizado para teñir ropa, hervir la morcilla, hervir el agua para escaldar el lechón para una fiesta o un cerdo para la carneada y derretir la grasa para elaborar el jabón. Además era usado para cocinar grandes pucheros al aire libre cuando la familia se reunía en ocasiones especiales.
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