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miércoles, 12 de febrero de 2025

Las inolvidables semillas de girasol de la abuela

 Todavía recuerdo a abuela cuando arrojaba semillas de girasol dentro de una fuente y las llevaba al horno de la cocina a leña para tostarlas, retirando de vez en cuando la fuente para revolverlas con mucho cuidado, porque el calor que despedían podía quemar. Ese era su secreto para lograr un tostado equilibrado.
Cuando consideraba que estaban en su punto justo, retiraba la fuente y la colocaba en un lugar resguardado, donde ningún niño podía tener acceso, para que las semillas se enfriaran. Finalmente, las guardaba en una lata, por lo general, un tarro de aceite comestible, que por aquellos años se comercializaba de esa manera.
Los domingos a la tarde, cuando llegaban a visitarla sus hijos y sus nietos, y después de convidarlos con tomar junto con Kreppel o Dünnekuchen horneados por ella, buscaba la lata, tomaba un plato, lo llenaba con semillas de girasol y lo colocaba en el centro de la mesa.
Todos se sentaban alrededor para servirse una mano llena y comenzar a abrir las semillas con los dientes y comer las pepitas.

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