
Él le hablaba de cosechas lejanas, de carros y caballos, de esperanzas y sonrisas, de ilusiones y sueños concretados.
Ella le contaba de cuando los hijos eran pequeños y la mesa grande de la cocina quedaba chica y la comida que preparaba era abundante y sabrosa.
Los dos conversaban sin escucharse. Eran dos viejecitos recordando sus historias a la sombra del nogal, en las tardes de otoño, cuando yo era niño y ellos dos sombras que se iban yendo en el atardecer de la vida.
Q TIERNOS!!!
ResponderEliminarMuchas gracias!!!
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