Las Rogativas
se definen como la visita en procesión para celebrar una ceremonia litúrgica frente
a tres cruces enclavadas en tres puntos cardinales en las afueras de la colonia
y que, en su conjunto, representan a la Santísima Trinidad.
La procesión, precedida por un sacerdote, los monaguillos y el Schulmeister,
portando una cruz, parte de la iglesia durante las tres mañanas siguientes a la
conmemoración del Día de los Fieles Difuntos, para dirigirse a una de las
cruces, en tres jornadas sucesivas, erigida a uno de los laterales de las
calles de acceso a la localidad, para celebrar una ceremonia religiosa en
Acción de Gracias por los dones recibidos durante el año fenecido y solicitar
que la próxima trilla sea buena y que Dios prosiga bendiciendo a la comunidad
con su gracia divina. La procesión retorna, cantando y rezando, a la iglesia,
donde el sacerdote oficia una misa.
Un antiguo
cuadernillo rememora que “los colonos se dirigen en procesión a las cruces,
imbuidos de un profundo misticismo, y acompañados de las letanías de los
santos; mientras que ya en el lugar, frente a Jesús crucificado, el sacerdote,
luego de expresadas las letanías, oraciones y cantos, rocía con agua bendita
los campos en señal de gratitud por los dones recibidos y en solicitud de buena
cosecha. Y al término de la procesión oficia una misa en la parroquia.
La tradición proviene de antaño –continúa revelando el
texto-, cuando San Gregorio Magno en el 590, las fijó para otorgarle mayor
trascendencia a los festejos de la conmemoración de la entrada de San Pedro a
Roma. Otros relatos, sin embargo, sostienen que el Papa lo hizo para sustituir
las celebraciones paganas llamadas “Robigalia” (en honor al dios “Robigus”) que
antiguamente efectuaban los labradores romanos, con procesión por los campos,
para interesar la deidad a favor de los sembrados”.
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