La casa de mamá tenía un cielo de estrellas y una luna de ensueño donde uno
podía pedir cualquier deseo y éste irremediablemente se volvía realidad. En
casa de mamá, cuando éramos niños, “veíamos” a Melchor, Gaspar y Baltasar
recorriendo el patio montados en sus camellos luego de dejarnos los regalos de
reyes; al conejito de Pascua dejando en los niditos que armábamos con cajas de
zapatos y papel recortado, una infinidad increíble de huevitos de chocolate y
golosinas; al Pelznickel (Papá Noel)entrando en la cocina
arrastrando cadenas mientras nos asustaba gritando “¿Dónde están los niños
malos?” y al Christkindie (Niño Jesús) llenándonos
las manos de sorpresas y bendiciones...
La casa de mamá olía a pan casero, a café con leche, a sabrosas comidas
tradicionales, a chucrut, a pepinos en conserva y mil olores
más que al recordarlos nos llenan el alma de ternura y el corazón de nostalgia
y añoranza. Porque unidos a ellos está la imagen de mamá cocinando, lavando la
ropa, cociendo, tejiendo, bordando, enseñándonos a escribir, compartiendo un
secreto, ayudándonos a crecer... y está también la imagen de papá, tan serio y
tan formal, pero en el fondo tan bueno y tan dulce, trabajando el campo,
arando, sembrando, tejiendo sueños para el futuro de sus hijos... y los interminables
atardeceres de invierno, en los días de lluvia, sentados alrededor de la mesa
comiendo Kreppel, haciendo la tarea escolar, esperando que el
tiempo pase y poder volar y poder crecer y poder ser grandes como mamá o papá.
Evocar la casa de mamá es recordar nuestra casa de la niñez, su enorme
corredor donde jugábamos durante las siestas de verano, el patio inmenso, donde
conquistamos los primeros sueños y concretamos nuestras primeras aventuras
imitando los ídolos infantiles... y también es recordar la angustia del momento
que dijimos adiós para marchamos y hacer nuestra vida, las lágrimas de mamá y
el abrazo fuerte muy fuerte y silencioso de papá al despedimos y desearnos la
mejor suerte del mundo... y el inesperado regreso a la casa cuando hubo que
decirle adiós para siempre a nuestros queridos padres.
La casa de mamá en la colonia está poblada de recuerdos, llena de afectos
inolvidables; pero está vacía, porque ya no están mamá ni papá ni nuestros
hermanos. Está dolorosamente vacía.