Pintura de Julio Sanz Sáiz |
“El Director
y los Vocales debían vigilar la economía hogareña; nadie podía sacrificar
animales para su consumo privado sin autorización. El Director, de acuerdo a la
efectividad del desempeño de sus funciones, recibía un sueldo
"extra"; siendo su retribución ordinaria por mes de 30 rublos y los
vocales apenas un rublo. Pero, en caso de que cualquiera de ellos fuera deudor
del fisco por préstamos anticipados, dicho importe les era descontado. Los azotes
con látigo se aplicaban conforme a la gravedad de las faltas y estaban
minuciosamente reglamentados por un índice: robo o daño intencional, 24 azotes;
por desobediencia al vocal, 6; por ofensa al vocal, 12; y por agresión al
vocal, 18 azotes; si dicha agresión había sido con arma, 40; máximo permitido”.
“Los
Directores de las aldeas (Vorsteher) –refieren los historiadores Popp y
Dening-, tan mentados por su actuación correcta y comprensiva y sus dos
vocales asistentes, debían elegirse popularmente entre los mejores y más
sobresalientes colonos, entre los 30 y 40 años de edad; los primeros duraban un
año en sus funciones y seis meses los vocales. Estos últimos eran dos como mínimo
y desempeñaban funciones policiales; también eran los "escribientes",
asignándose a cada uno un sector para una rigurosa vigilancia de la limpieza,
en las casas, funcionamiento de las chimeneas e instalaciones para prevenir
incendios.
El director
debía presidir todos los actos importantes de la aldea, o hacer al menos acto
de presencia en casamientos, bautismos, ceremonias, procurando que no
ocurrieran derroches ni desmanes. En los casamientos se prohibían los regalos
mientras las colonias fueran deudoras de la Corona rusa; asimismo controlaban
la presencia de haraganes y vagabundos en los hogares, los cuales no eran
tolerados bajo ningún pretexto. Era inconcebible que personas sanas y normales
no participaran activamente en la Colonización del Volga.
El Director y
los Vocales también debían vigilar la economía hogareña; nadie podía sacrificar
animales para su consumo privado sin autorización. El Director, de acuerdo a la
efectividad del desempeño de sus funciones, recibía un sueldo
"extra"; siendo su retribución ordinaria por mes de 30 rublos y los
vocales apenas un rublo. Pero, en caso de que cualquiera de ellos fuera deudor
del fisco por préstamos anticipados, dicho importe les era descontado.
En cuanto a
las faltas cuyo castigo era de incumbencia del Director, la pena de azotes
sólo podía ser aplicada cuando existía total acuerdo con los vocales; en cambio
los trabajos forzados o multas podían aplicarse sin consulta. Los azotes con
látigo se aplicaban conforme a la gravedad de las faltas y estaban
minuciosamente reglamentados por un índice: robo o daño intencional, 24 azotes;
por desobediencia al vocal, 6; por ofensa al vocal, 12; y por agresión al
vocal, 18 azotes; si dicha agresión había sido con arma, 40; máximo permitido.
En cuanto a
la desobediencia o agresión al Director el castigo era aplicado por el Comisario
de Sector o el Kontor.
Las
indemnizaciones por la eliminación o muerte culposa de animales fueron: por
una vaca, 7 rublos; una oveja, 1,20 rublos; un cerdo, 1 rublo; una cabra, 0,50
rublos; un perro, 2 rublos; si era de caza, 5 rublos y un buen caballo 12
rublos; un pavo, 0,20; un pato, 0,06 y una gallina, 0,04 rublos; quien
derribaba un árbol frutal debía oblar 3 rublos. La mendicidad estaba
totalmente prohibida.
Este cuerpo
legal, tan minucioso, preparado especialmente para los colonos europeos, en
ningún momento tuvo en cuenta la calidad e idiosincrasia de los colonizadores a
los cuales debía regir; su contenido intrínseco fue extraño a los alemanes que
provenían de una región de alto nivel cultural y espiritual amamantada ya por
la lejana Roma. Primaba en él la mentalidad autocrática que sólo sabía legislar
para siervos; fue un grave error, pues impidió la expansión de las aldeas con
sus colonias y también fue lesiva para la economía rusa.
El pueblo
germano, con semejante constitución se sentía disminuido espiritualmente y
aplastado; de nada valían sus sacrificios por abandonar su tierra natal y
perder sus derechos ciudadanos, morir de hambre y frío durante el año de
peregrinación hacia un edén que sólo existía en los sueños de Catalina II... y
ahora, un Código primitivo y extraño, en una tierra de siervos los condujo al
borde de la desesperación; los sufrimientos morales y espirituales estaban en
consonancia con los físicos”.