Los años han
pasado. Algunos de los descendientes del inmigrante que dejó la aldea del Volga
para emigrar a la República Argentina
en busca de un destino promisorio, trabajan en la fábrica Vulcabrás, dos son
profesionales médicos, una es docente, y otro es buscavidas: mendiga en la Delegación Municipal
y en cuanta oficina de Acción Social de la Municipalidad de
Coronel Suárez encuentra abierta.
La mayoría de
sus nietos y bisnietos viven en un confort de personas de clase media que él
jamás imaginó. Tienen lo que él no tuvo ni ellos tendrían de haber permanecido
en su aldea natal. Despilfarran lo que él hubiera ahorrado y descreen de casi todo
en lo que él creía, tanto que si lo viera, seguramente volvería a morir
horrorizado ante tanto ateísmo y consumo sin fin.
Lo olvidaron
casi todo. Su legado ancestral –costumbres, tradiciones, lengua… ¡Todo! ¡Tanto!
Que inclusive lo olvidaron a él, en un rincón solitario en el cementerio, bajo
una tumba cuyo nombre el tiempo borró.