Autor: Julio César Melchior
La
abuela hacía Kreppel y mientras los freía cantaba y reía. Y yo, observándola, desde mi inocencia casi idiota de los diez
años, me preguntaba, de qué se ríe si somos más pobres que el croto que vi
pasar hace unos días rumbo a la nada, con un pedazo de pan duro y una botella
de vino rancio en su bolsa de arpillera.
Pero
abuela cantaba, contenta, mientras freía Kreppel y llenaba el ambiente de la
cocina con olor a fritanga. Sin percatarse en lo más mínimo que yo la estaba
observando con atención. Ella estaba en su mundo, dichosa de hacer Kreppel para
sus nietos, sin importarle nada más que ese menester tan simple y tan
gratificante, según sus sentimientos.
Afuera
llovía, caía una lluvia de invierno, melancólica y triste, como mi alma al descubrir la pobreza en la que
vivíamos. Como mi corazón al reprocharle secretamente a abuela su total interés
en las cosas materiales, sin importarle demasiado en el lugar en el que vivíamos
sino solamente en hacernos felices y darnos de comer.
Sufría
mucho. Sufrí mucho en mi infancia. Pero esa tarde, por un minuto, todo mi
sufrimiento desapareció cuando abuela me dio un Kreppel, calentito, recién
freído por sus tiernas y dulces manos, y me senté a la mesa a comerlo.
En
ese instante crucial, mi corazón se inundó de alegría y captó el mensaje que
trataba de transmitirnos diariamente abuela: que la felicidad no está en las
cosas materiales sino en lo que se hace y siente.
Blog de Periódico Cultural Hilando Recuerdos
Director: Julio César Melchior
Producción publicitaria: María Claudia Melchior
Que mamá hiciera Krepel era como estar de fiesta!
ResponderEliminarSí, es verdad!!! Tenés razón!!!
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