¡Quince hijos! ¡Imagínense
ustedes! Nueve varones y seis mujeres. Todos de la misma madre. Se pasó la vida
pariendo. De aquí para allá arrastrando embarazo tras embarazo. Primavera.
Verano. Otoño. Invierno. Siempre embarazada. Amantando. Cambiando pañales.
Lavando caca. Y cuando no estaba pariendo estaba debajo del marido soportando
que le hiciera más hijos, asqueada de sexo y agotada de parir.
Así se le pasó la vida hasta la
menopausia: momento de dejar descansar el vientre. Pero no el cuerpo. Había que
continuar criando los hijos que aún eran pequeños. Siempre la misma rutina.
Pañales. Llantos. Rebeldías. Cuidando enfermos. Sin permiso para pensar en sí
misma. Sin permiso para revelarse. Sin permiso para ser feliz.
“Vivió su vida sin permiso para pensar en sí misma, sin permiso para
revelarse y sin permiso para ser feliz”.
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