Yo me casé con lo puesto. Después
de la ceremonia religiosa comimos un asado en casa de mis padres. Mi tío tocó
el acordeón, bailamos un poco, y enseguida nos fuimos al campo a trabajar. Los
viajes de boda no existían, tampoco teníamos dinero. Así es que pasé mi primera
noche con mi marido en la chacra en la que fuimos a trabajar de matrimonio. Mi
marido como mensual y yo como cocinera. Tenía que cocinar para diez peones. Con
apenas diecisiete años ya tenía tanta responsabilidad. Y de un día para el
otro. Me acuerdo que tenía mucho miedo que se me quemara la comida o me saliera
mal. Pero, por suerte y gracias a Dios, todo salió bien.
Empezamos muy de abajo, sin nada.
La cama nos la regaló un tío de mi marido. El colchón mi papá. Y así. Fuimos
reuniendo cosas prestadas hasta que, de a poco, pudimos empezar a comprar
nuestros propios muebles. Vivíamos en casa de mis padres. En una habitación que
era cocina y pieza. El baño quedaba como a veinte metros de la casa, casi al
fondo del patio.
Pero en esa vivienda solamente
pasábamos tres días al mes, porque veníamos de visita del campo a la colonia,
una vez cada treinta días, más o menos: llegábamos los sábados a la mañana y nos
íbamos los lunes a la mañana. Ahí vivimos durante veinte años hasta que por fin
pudimos ahorrar unos pesos y comprarnos nuestra propia casa. Para ese entonces
ya teníamos ocho hijos, el mayor de diecinueve trabajaba a la par de mi marido.
Nuestra vida fue dura, muy dura. Pero
no me quejo. A pesar de todo, fuimos felices. No nos sobró nada. Pero tampoco
nos faltó nada. No había lujos, sólo teníamos lo necesario para vivir y eso
alcanzaba. ¿Para qué más?
Muchas veces (o casi siempre) uno siente que falta algo para estar bien. Más confort, más seguridad económica, un vehículo, un viaje, realizarse y no postergar los sueños personales... Y leer historias asi dan fe de que lo material es totalmente secundario. Lo importante es luchar juntos, a la par, trabajar con ahÍnco, esmero, alegria por un objetivo en común. Hoy en día somos afortunados de poder elegir la vida que deseamos. Casarnos cuando nos sentimos listos, maduros, enamorados. Y dichosos de poder encontrar al ser que nos hace feliz. Entonces para qué preocuparse tanto por lo material? La vida es corta!! Disfrutemos y vivamos con intensidad dando lo mejor de nosotros a quienes amamos. Persiguiendo lo material se nos va la vida!!!! Vale la pena????
ResponderEliminarMuy apropiado tu reflexión, Mariposa. Y también muy apropiado tu punto de vista. Tu planteo es muy certero como asimismo tu comentario.
ResponderEliminar