Por
Horacio Agustín Walter
La historia de
los Alemanes del Volga que inició Horacio Agustín Walter con su novela
histórica Los Senderos del Wolga se continúa con Las flores del almendro que se
encuentra disponible para los lectores.
En esta
oportunidad Gaspar hurgará en los
sucesos históricos que han marcado la vida de los Alemanes del Volga que han
permanecido en tierra rusa. A partir de la marcha de los familiares en 1878
hacia Argentina, muchas familias se quedaron en sus pequeñas tierras y en las
aldeas en una y otra ribera del río. ¿Imposibilidad de viajar? ¿Miedos de
emprender una nueva inmigración? ¿Agotamiento de las esperanzas? Son las
preguntas constantes de este libro, que se hace Gaspar mientras va
desempolvando los registros de su genealogía en Rusia y releva los principales
hechos históricos que sucedieron a partir de ese punto de inflexión que fue la
despedida de las familias. Son los temas
de la rusificación que finalizan con los privilegios de la Zarina Katherina la
Grande de Rusia, la primera guerra mundial y sus efectos, la revolución
bolchevique en 1917 con su gran carga de ateísmo que doblega la fe de los
volguenses.
No queda fuera
la hambruna de los años veinte y la constitución de la República Soviética
Autónoma de los Alemanes del Volga a partir de 1923 y hasta el momento en que
Hitler ataca a Rusia con casi cuatro millones de soldados en junio de 1941.
El tema más
fuerte que le toca vivir a Gaspar y que lo hace personalmente en un viaje al
Río Wolga es analizar los hechos y las consecuencias del genocidio volguense a
partir de la deportación a Siberia en 1941, luego del ataque nazi. La matanza
cruel de la población y la pérdida de la identidad de los pocos sobrevivientes
marcará un hecho doloroso para la comunidad volguense que aún hoy se resiste a
olvidar.
En el
entramado de la novela, el autor de Las
Flores del Almendro revisará la
necesidad de recuperar la identidad volguense en toda su magnitud,
recogiendo la influencia alemana y
también aquellos que forman parte de la estadía de más de cien años en tierra
rusa. El almendro es la
manifestación de la esperanza que las
familias volguenses llevaron durante todo el proceso de migración narrado en Los Senderos… Hay flores marchitas por
el olvido de la identidad, hay flores secas por la violencia que ha sufrido la
comunidad volguense, no sólo en Rusia, sino también en Argentina, donde
aparecen algunos apellidos de la comunidad entrerriana, víctimas de la
dictadura. Por sobre todas las cosas, son las flores blancas y brillantes, a
fines del invierno, que renuevan la esperanza para que este pueblo peregrino
sobreviva.
Una cita al principio del libro, de Hanna
Arendt, marca la intencionalidad de no
acostumbrarnos a la violencia que impone la sociedad haciéndonos creer que ésta
es banal y presente en forma natural en cada cosa y en cada lugar. De ahí que,
al descubrir una historia dentro de otras y más dentro de éstas (la imagen de
la matrioska en la tapa del libro), la memoria del pueblo se nutre de la
esperanza como mejor fuente de poder frente al olvido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario