El patriarcado entre los alemanes del Volga era el
reinado del padre o del miembro más anciano de una familia. En las aldeas
del Volga este sistema se desarrolló en plenitud: las familias se mantenían
juntas organizadas social y económicamente. Por medio de este
sistema los hijos contraían matrimonio pero sin alejarse del hogar paterno.
Este sistema exigía puntos destacados de
convivencia en que las resoluciones las tomaba el marido pero las decisiones de
suma importancia correspondían al jefe. Como consecuencia de esta
singular organización, los jóvenes que habían formado su familia se emancipaban
solamente ante la escasez de tierra lo que lo obligaba a radicarse en nuevos
asentamientos.
Este sistema establecía como natural el respeto por
la experiencia que habían adquirido los mayores a quienes se les daba un trato
de sumo respeto manifestado sobre todo en la manera de dirigirse ellos.
La longevidad era mirada como punto de respeto, experiencia y enseñanza tanto
que el patriarcado era sagrado y la voluntad del abuelo era inapelable.
Eran atributos de familia: la administración de los
bienes, la asignación de los trabajos que debían cumplir. Solamente el
hijo mayor podía reemplazar esta tarea. Las casas eran grandes, extensas
en las comidas, la cabecera era ocupada por el jefe de la familia y todos se
referían a él con deferencia y respeto.
En los primeros años de la vida del los Alemanes
del Volga en sus aldeas, rara vez entraban forasteros. Esto dio como
consecuencia que los jóvenes se casaran con los de la misma colonia y por lo
cual la mayoría de las familias estaban emparentadas entre sí.
La actividad de la mujer se centró en el quehacer
doméstico. Su papel era servir a todos los que compartían la familia y su
actividad se orientaba a cuidar, alimentar, educar, atender en las enfermedades
y acompañar en la hora postrera. Era la ama de casa pero al mismo tiempo
sujeta a la misión que se le asignaba. Estaba dotada de autoridad para
llevar a cabo su misión de cuidar la economía familiar, dedicarse a la
educación de los niños especialmente a las hijas mujeres a quienes debía
enseñar todas las tareas propia de una mujer, enseñándoles los caminos para
administrar su hogar, los conocimientos de cocina, sin descuidar en lo mínimo
la educación religiosa.
Llevaban una vida muy
activa desde muy temprano: hacían tambo, guardaban la leche para el consumo y
con el sobrante se hacían quesos y manteca. Después preparaban un
abundante desayuno. El día se lo pasaban trabajando; elaboraban los
alimentos; la vestimenta para los integrantes del hogar era el fruto de sus
largas horas dedicadas a la costura. Hilaban la lana y con ellas tejían
diversos abrigos. Hacían bordados, cuidaban del orden de las
habitaciones, nada escapaba de su atención.
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