
No importa cómo pronuncies tu discurso; lo
importante es que te oigan, que vean que no tienes vergüenza de decir palabras
en alemán; para que otros te imiten, para que otros se atrevan; para que seamos
más y nuestra lucha cotidiana valga la pena.
Atrévete. Rompe las cadenas de la vergüenza.
Destruye el candado que te pusieron en la boca las personas que siempre tienen
algo que decir y criticar. Asume tu rol en el que te puso la historia y sé
protagonista del cambio. No permitas que los años se lleven tu herencia: no
dejes que el paso de los días sepulten tus tradiciones y costumbres y que el
olvido te quite la oportunidad de comunicarte en la lengua de tus ancestros.
Ten conciencia que esa lengua que casi nunca
tienes en cuenta y que a veces hasta desvalorizas y desprecias, lleva en sus
sílabas la voz de miles de almas que la utilizaron antes que tú. Que esa lengua
lleva el sello de una estirpe de hombres y mujeres que grabaron sus nombres en
la historia y que su pasado se remonta allá lejos, en los siglos lejanos, en
que tuvieron lugar las grandes epopeyas que marcaron a la humanidad y la
hicieron trascender y progresar en el tiempo y el espacio.
Por eso, piensa bien lo que haces. No pierdas
tiempo. No dejes pasar la oportunidad y aprende la lengua de tus ancestros, hoy
que todavía sobrevive en la voz de personas que aún la hablan cotidianamente en
las colonias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario