Recorrí la colonia soñando sueños
que un día soñé y con los años fui perdiendo por las calles de la vida, como un
enamorado que regresa a su primer amor con las manos vacías y el corazón
destrozado, para descubrir que ella es feliz y yo sigo estando solo, buscando
mi destino.
Vi las viviendas en dónde otrora
vivían los Schroh, los Schwerdt, los Schwab, los Denk… Recordé con melancolía
las casas que ya no están. Lloré los seres queridos y amigos que murieron y los
que me ven pasar y no me recuerdan.
Los años no transcurrieron en
vano –dice Conrado Suppes, amigo de mi infancia. La colonia ya no es la misma
como no es la misma la gente que vive en ella. Tampoco las costumbres y las
tradiciones son las mismas. Ya no están el horno de barro ni la cocina a leña;
no existen el patio grande ni la huerta; ni los carros tirados por caballos; ni
el lechero, ni el panadero, ni el carnicero recorriendo las calles con sus
pregones. ¡Tampoco están las hermanas religiosas! Los cuartos de las monjas
están vacíos: nadie murmura plegarias ni hace penitencias. La casa parroquial
huele a soledad y olvido. La congregación dejó a Jesucristo clavado en la
pared, esperando una espera inútil: las vocaciones religiosas no alcanzan para
estar presente en tanto pueblo alemán del Volga fundado en la vasta tierra Argentina.
Y yo sigo recorriendo la colonia
buscando a ese niño que un día fui. A ese niño que aprendió a ser hombre a una
edad muy temprana. A ese niño que vivió una infancia ingenua y humilde, es cierto,
pero sumamente feliz. A ese niño que jamás olvidó a su querida colonia y a su
gente, su amada gente que hoy regresó a buscar para volver a sus raíces.
Los relatos de lo cotidiano, desde las raíces y los recuerdos siempre me han fascinado. Gracias por transmitirlo desde el corazón. Sumo mi post de Espíritu Mushotoku http://espritumushotoku-alicia.blogspot.com.ar/2013/08/hombres-rubios-en-el-surco.html
ResponderEliminarDe excelencia Hilando recuerdos!