La casa está tapiada. Las puertas y las
ventanas clausuradas con tablones. La galería llena de hojas. Las paredes
marchitas de tiempo y gastadas de tanto olvido. Reina un silencio de sepulcro. Las
flores del jardín están marchitas, sin hojas ni pétalos de colores. La bomba de
agua es una garganta de hierro oxidado muriendo de sed. Veo el paso de los años
en cada rincón del lugar. Mis abuelos ya no están. ¿Y los hijos? Tampoco. Los
hijos se fueron. Se marcharon buscando lejos lo que no supieron o no pudieron encontrar
en su lugar de origen.
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