Diseminados por el mundo pero unidos por
un pasado que nos marcó indeleblemente, somos la prueba fiel del inquebrantable
espíritu de lucha de nuestra gente, nuestros abuelos, tatarabuelos, choznos,
que entregaron todo, hasta su vida, sin claudicar jamás, a pesar de todas las
adversidades que tuvieron que afrontar. Porque ellos estaban forjados en el
duro hierro de la voluntad, el sacrificio, el trabajo, el tesón y esa cuota de
fe y alegría que dejaba su huella por donde pasaban.
Por eso somos familia, porque tenemos el
mismo origen, la misma fuerza. Porque llevamos impregnados los olores a
infancia, a hogar, a amor incondicional, a unidad, a hermandad.
Y porque somos familia, y como toda
familia, tenemos nuestras costumbres, nuestras tradiciones, nuestras tristezas,
nuestras alegrías, y los ojos puestos en el ayer que nos dio la vida, la
identidad, la idiosincrasia, que nos formó y que no podemos ni debemos borrar.
Sigamos luchando por un mañana en
familia, en el que nadie olvide, como nosotros no olvidamos nuestras raíces,
para que orgullosos, sigamos tejiendo las ramas del árbol de la vida. (María
Rosa Silva Streitenberger).
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