El aula de primer grado de la escuela olía a tiza, a útiles nuevos. En el pizarrón se leía: Bienvenidos. Quince niños con guardapolvo blanco bien planchado, sentados en ordenada fila, en bancos de madera gastada. La hermana religiosa tomando lista. Primero los nombres y apellidos. Luego mirando, alumno por alumno, si las manos están limpias, las uñas cortadas y prolijas, y si ninguna madre olvidó peinar a su hijo. Va de banco en banco, puntero en alto, como sargento de policía. Paso seguro. Mirada severa. Voz autoritaria. Y nosotros, pobres e inocentes niños de mamá, temblando de miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario