José Melchior emigró a la
Argentina en 1905, a la edad de ocho años, junto a sus hermanos y sus padres, y
se afincó en Pueblo Santa María. Su lugar de origen era la aldea Kamenka,
fundada por sus antepasados, a orillas del río Volga, en Rusia. El pequeño
José, al igual que sus hermanos en edad escolar, hablaba la lengua materna, el
alemán, y el ruso, que había estudiado y aprendido
en la escuela, ya que, por aquellos años, la rusificación de los alemanes del
Volga, impuesta por los zares, unas décadas antes, para terminar con la
libertad que les había concedido Catalina II en su famoso manifiesto, estaba
dando sus primeros frutos.
Habiendo
resuelto los problemas básicos de encontrar vivienda donde vivir, la que
levantaron con sus propias manos, y un trabajo para la supervivencia de la
familia, los padres decidieron que los dos hermanos varones más pequeños,
debían asistir a la escuela, mientras todos los otros, incluyendo las mujeres,
tenían que dedicarse a aportar su trabajo a la manutención de la familia.
Así
fue como José terminó asistiendo a su primer día de clase sin conocer una sola
palabra de español. Problema que se agravaba porque en la vida cotidiana en la
colonia, los habitantes del pueblo solamente hablan en el dialecto de sus
antepasados.
Pero
José confiaba en sus compañeros de clase porque, amigos habituales de juego,
habían prometido ayudarlo si la maestra lo ponía en apuros.
Ese
día la maestra contó la vida y obra de don José de San Martín, haciendo
especial referencia en su gesta libertadora y en la proeza que llevó a cabo al
cruzar los andes.
Luego
de una larga disertación en la que muy pocos alumnos comprendieron todos los
detalles, llegó el momento en que la docente decidió formular algunas preguntas
para corroborar cuán atentos habían estado los niños.
José
entró en pánico al verdad cómo la docente apuntaba con un dedo a distintos
compañeros de clase y les hacía una pregunta que él no comprendía en absoluto.
Pero
su compañero de banco, al percatarse del sufrimiento de su amigo, se apiadó de
José y le susurró la respuesta.
La
maestra continuó preguntando aquí y allá, eligiendo al azar, hasta que
descubrió al alumno nuevo, que la miraba con cara de conocer la respuesta.
La
docente, para permitir que el nuevo alumno se luciera y así afianzar su
autoestima ante sí mismo y frente a sus compañeros, le preguntó:
-A
ver José: quién cruzó los andes?
-José Melchior -respondió
el alumno nuevo convencido, a instancias de su compañero de banco, que le
estaba preguntando su nombre y apellido. (Autor: Julio César Melchior).
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