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domingo, 22 de septiembre de 2019

Historia del primer día de clase de mi abuelo en la colonia, sin conocer una sola palabra en castellano

José Melchior emigró a la Argentina en 1905, a la edad de ocho años, junto a sus hermanos y sus padres, y se afincó en Pueblo Santa María. Su lugar de origen era la aldea Kamenka, fundada por sus antepasados, a orillas del río Volga, en Rusia. El pequeño José, al igual que sus hermanos en edad escolar, hablaba la lengua materna, el alemán, y el ruso, que había estudiado y aprendido en la escuela, ya que, por aquellos años, la rusificación de los alemanes del Volga, impuesta por los zares, unas décadas antes, para terminar con la libertad que les había concedido Catalina II en su famoso manifiesto, estaba dando sus primeros frutos.
Habiendo resuelto los problemas básicos de encontrar vivienda donde vivir, la que levantaron con sus propias manos, y un trabajo para la supervivencia de la familia, los padres decidieron que los dos hermanos varones más pequeños, debían asistir a la escuela, mientras todos los otros, incluyendo las mujeres, tenían que dedicarse a aportar su trabajo a la manutención de la familia.
Así fue como José terminó asistiendo a su primer día de clase sin conocer una sola palabra de español. Problema que se agravaba porque en la vida cotidiana en la colonia, los habitantes del pueblo solamente hablan en el dialecto de sus antepasados.
Pero José confiaba en sus compañeros de clase porque, amigos habituales de juego, habían prometido ayudarlo si la maestra lo ponía en apuros.
Ese día la maestra contó la vida y obra de don José de San Martín, haciendo especial referencia en su gesta libertadora y en la proeza que llevó a cabo al cruzar los andes.
Luego de una larga disertación en la que muy pocos alumnos comprendieron todos los detalles, llegó el momento en que la docente decidió formular algunas preguntas para corroborar cuán atentos habían estado los niños.
José entró en pánico al verdad cómo la docente apuntaba con un dedo a distintos compañeros de clase y les hacía una pregunta que él no comprendía en absoluto.
Pero su compañero de banco, al percatarse del sufrimiento de su amigo, se apiadó de José y le susurró la respuesta.
La maestra continuó preguntando aquí y allá, eligiendo al azar, hasta que descubrió al alumno nuevo, que la miraba con cara de conocer la respuesta.
La docente, para permitir que el nuevo alumno se luciera y así afianzar su autoestima ante sí mismo y frente a sus compañeros, le preguntó:
-A ver José: quién cruzó los andes?
-José Melchior -respondió el alumno nuevo convencido, a instancias de su compañero de banco, que le estaba preguntando su nombre y apellido. (Autor: Julio César Melchior).

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