Rescata

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domingo, 21 de marzo de 2021

Una mujer de convicciones firmes

Batió las claras a nieve. Le agregó azúcar. Estaba a punto de comenzar a batir nuevamente cuando ingresó el marido a los tumbos y le arrebató el recipiente y lo arrojó por los aires, yendo a caer el cuenco por la ventana y los huevos a punto nieve desparramados por la mesa y el piso.
La mujer, lejos de amedrentarse, buscó la escoba y comenzó a golpear al borracho. En la cabeza, en la espalda, en las nalgas. Con furia y desesperación. Lo fustigó hasta que sus fuerzas mermaron.
El borracho retrocedió. Tambaleó y cayó al piso.
La mujer salió al patio. Se escuchó que sacaba agua con la bomba. Regresó con dos baldes llenos. Y sin mediar palabra se los arrojó al borracho.
El borracho se agitó como un pez que se ahogaba.
-¡Mamá! Gritó otra mujer que salió de la habitación atraída por los ruidos.
-¿Qué le estás haciendo a mi pobre marido?
-Esto no es un marido. Ni siquiera es un hombre- sentenció la mujer volviendo a tomar la escoba. Si viviera tu papá ya le hubiera dado su merecido.
El hombre se incorporó ayudado por su esposa.
-Sacale la ropa y metelo en la cama y después vení a ayudarme a limpiar el lío que hizo esa bestia de hombre.
La hija y el borracho bajaron la cabeza y obedecieron.
La mujer cascó nuevos huevos en un cuenco limpio, separando la yema de la clara, y se puso a batirlos.
Nada la haría modificar el plato principal de la cena. Y menos el bueno para nada de su yerno.

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