Rescata

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lunes, 17 de mayo de 2021

Memorias de una emigración: el doloroso adiós al Volga

Atrás quedaban las aldeas Dobrinka, Pfeifer, Kamenka, Wollmer, Dehler, Hildmann, Grimm, Huck y muchas más, a uno y otro lado de las orillas del río Volga. Lo mismo que las familias Melchior, Gottfriedt, Dreser, Rohwein, Desch, Reeb, Schneider, Scheffer, Suppes y tantas, tantas más. Todo quedaba atrás, en el ayer, en el pasado. Un ayer y un pasado que cada día quedaría más y más lejano allá, en el fondo de la memoria, de donde sólo resurgirían con profunda nostalgia y melancolía, durante la vejez.
Pero ahora era tiempo de partir, de escapar de la miseria, el hambre, los permanentes conflictos sociales, políticos y económicos, que convulsionaban a Rusia y la hundían cada vez más en un caos sin futuro, donde en el horizonte no se presagiaba nada bueno para los alemanes que residían en el país, sobre todo allí, en el grupo de aldeas, fundadas hacía un poco más de cien años, por valientes pioneros que habían emigrado del Sacro Imperio Romano Germánico, en busca de libertad religiosa, paz y escapando de las guerras y miseria.
A medida que se alejaba, en compañía de su esposa y sietes hijos y un grupo de veinte familias, que cantaban tristes canciones de adiós, de despedida y de cuando en cuando, oraban al Señor, solicitando protección, sus ojos se llenaban de lágrimas. La angustia le oprimía le pecho. Los remordimientos lo atormentaban. Le dolía tener que dejar no solamente su terruño natal, sino a sus hermanos y a sus amados padres, dos personas mayores ya, que lo veían marcharse sabiendo que nunca volverían a reencontrarse ni estrecharse en un abrazo. No al menos en este mundo.

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